Entre las lluvias de la semana pasada y un resfriado que me está costando quitarme de encima... y además el viento no quiere hacer acto de presencia. Hubo un tiempo en que las borrascas traían fuertes ventoleras de componente suroeste, que rolaban a norte al final. Pero nada, no hay manera.
Mientras tanto matamos el ansia deportiva como buenamente podemos. Así he recuperado esa afición que tenía un poquitín olvidada por falta de tiempo más que nada. He hallado la motivación en la desmotivación eólica (curiosa paradoja), y los senderos casi inacabables que encuentro cada día que me adentro en ese bosque de pinos, jaras y eucaliptos que están a cinco minutos de la ciudad.
En preparando la visita de un amigo el sábado, le llevaré a conocer mi terreno:
En preparando la visita de un amigo el sábado, le llevaré a conocer mi terreno:
El campo está glorioso, y aunque no hay demasiados charcos ni mucho barro (la tierra, ansiosa y sequísima, lo ha chupado todo rápidamente), el verde aflora por doquier y hay mucho agarre, algo inesperado y raro en este tipo de suelo que suele tener arenilla suelta y pequeñas piedras que llevan a la traición de la estabilidad en curva, y la falta de tracción en subidas empinadas.
Este es el resumen de la salida de hoy, 34 km de puro disfrute:
La Santa Cruz ha estado perfecta, como siempre, una devoradora de curvas que adora las bajadas a todo trapo, pero sube muy dignamente. Y tras tardes como ésta, solo cabe decir aquello de
LAS 26 PULGADAS NO ESTÁN MUERTAS, ¡VIVAN LAS 26 PULGADAS!
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