sábado, 20 de abril de 2019

Carreteras por descubrir

Mientras Photobucket decide hoy mismo restringir de nuevo su uso gratuito (aunque sea con una enorme marca de agua) a sus millones de usuarios, cosa que debo asumir pues nadie da nada gratis en la red (salvo unos pocos locos que bloguean sin sentido...), me tengo que buscar la vida para subir las imágenes a este mi bloc. 
Misteriosamente, y aunque sigue sin estar vigente la función de subir imágenes de una aplicación de pago que en su día adquirí, si lo hago a través del navegador del celular parece que ya sí se puede hacer (hace un par de años no era así, motivo por el que tuve que comprar la app). Esto es una batalla constante, pero poco a poco voy teniendo pírricas victorias. 

Y es que no quería hacer esta entrada sin una retratadura que la adornara un poco:

Primas lejanas. 
La Cagiva Raptor 650 con motor de origen Suzuki se me escapa irremisiblemente a manos de Antoñito, empalmando curva tras curva, enlazando los giros, sin darme tiempo casi a respirar, en una batalla cruenta y atroz, en la que tengo que pelearme con mi Monster 900 para controlar su par a medio régimen saliendo de curvas de segunda y tercera velocidad (atención: peligro!!!). Un par de derrapes entre umbrías y húmedos parches, una levantada de rueda en un piff-paff en subida con amago de shimmy, y los escalofríos recorren mi espalda. Intengo aprovechar las pequeñas rectas que aparecen para recuperar algunos metros, pero ni así. Antoñito tiene manos, y la nobleza de la Cagiva le acompaña, hacen buena pareja, y pienso "menos mal que no es la mil...".

Él tenía el proyecto de hacer la N2 portuguesa, una carretera que recorre el país luso de arriba abajo, o de abajo arriba, como ustedes quieran, y aprovecha estos días de vacaciones para ello. Decidí acompañarle el primer día, y vaya si me alegro de haberlo hecho.

Desde Huelva hasta Faro por carretera que va paralela a la costa, en Portugal la llamada N-125, una tediosa vía con mucho tráfico, rotondas, atravesando pequeñas localidades, con largos espacios con prohibición de adelantar. Pero al llegar a Faro ya encaramos la N2 dirección Norte. Enseguida paramos en Sao Bras de Aportel a tomar un cafelito. O un café. Más bien CAFÉ, con mayúsculas, pues es lo que nos espera los siguientes 41 km, hasta Almodóvar, que es donde yo tenía pensado separarme y tirar hacia España de vuelta.

Menudos 41 km, que se los voy a describir: curva-curva-curva-curva-curva-rectita-paella-curvone-garrote-horquilla-curva-curva-curva-giro-arriba-giro-abajo-curva-contracurva-recontracurva-curvita-curvón-rectita-apurada de frenada-garrote-curva. Y vuelta a empezar. Repítase. Cojan aire. Agárrense al manillar. En la frenada aprieten las rodillas contra el depósito. Sienta la fuerza de la gravedad, la energía cinética, la fuerza centrípeta y la centrífuga. Y a veces, si saben, recen.

Eso quedará para el recuerdo.

Paramos en la primera rotonda al llegar a Almodóvar y nos despedimos con una gran sonrisa en la cara mientras le deseo suerte en su viaje que es ahora cuando verdaderamente comienza. 

¡¡¡Madre mía, menuda carretera!!!

jueves, 18 de abril de 2019

la Algarvicenta

Cada vez me está costando más encontrar un hueco para escribir, y es porque prefiero no hacerlo por hacerlo, por simplemente rellenar. Es mejor no marcarse una obligación, cosa que sólo llevaría a una retahíla de entradas sin interés.
No quiero decir con esto que si escribo menos, mis aportaciones serán más interesantes o de mayor calidad. Intento ser humilde (aunque a veces cuesta mucho, juas), y cada vez creo que estoy logrando ser más honesto conmigo mismo. Es una empresa árdua, hay que tomar decisiones sobre qué compartir y qué no.
Más de un año de preparación efectiva, estudio de mapas, creación del track, visionado de videos, lectura de crónicas de aquellos que lo hicieron antes que yo, esperar el momento adecuado. Y por fin acometí la empresa (no quiero llamarlo aventura, es un término que me queda un poco grande) aprovechando unos días de vacaciones con motivo de la Semana Santa. Igual que el año pasado fui con Perico al desierto de Tabernas, en Almería, esta vez me ha vuelto a acompañar en este viaje hacia el lado contrario de la Rosa de los Vientos: una ruta por Portugal atravesando el Algarve hasta Sagres en su primera jornada, subir hasta la península de Troia por la Costa Vicentina el segundo día, y la vuelta por carreteras secundarias en el tercer y último día. 
Cuando lo planeé no era verdaderamente consciente de lo que hacía, y he pecado de soberbia motera, orgullo prejuicioso, y flojera de remos, entre otras faltas al código de honor del trailero de pro. Mea culpa. 
Pagamos nuestras culpas con una derrota parcial, pero aún así... ¡qué bella experiencia!

Comenzamos el lunes por carretera hasta Ayamonte, donde antes de cruzar el puente hacia el extranjero repostamos a tope nuestras motos (la gasolina en Portugal es 30 céntimos por litro más cara) y desayunamos.


Cruzado el Guadiana, atrravesamos la localidad de Castro Marim para iniciar el track off road que nos llevará por toda clase de pistas, y cuando digo "toda clase" es porque es la jodida y sincera verdad, atravesando el Algarve: largas subidas, bajadas vertiginosas, vías rápidas de curvas enlazadas amplias, senderos tipo singletrack, algún arroyuelo, multitud de fregesías, y sobre todo mucho polvo. Yo de esto último no me entero mucho porque voy casi todo el rato primero (supongo que me dejan tal honor por haber confeccionado el track de GPS). No obstante, a veces me quito y me pongo el último, y ahí empleo la técnica de dejar muuuuucha distancia con los demás para no tragarme la nube tan perjudicial para el motor como para la apariencia formal de mi vestimenta...

En alguna parte paramos a descansar y relatar ciertas anécdotas, y decidimos tomarnos esta autofoto de los asistentes:


En otra ocasión, a mediodía, pasadas algunas emociones y calor, tomamos unas cocacolas revitalizantes y ya se empiezan a ver las sonrisas que prácticamente no seríamos capaces de borrar de nuestras caras el resto del viaje: 



Sí, esto es Portugal, aunque no lo parezca.


El tiempo se nos echa encima, y después de almorzar en alguna parte de cuyo nombre no me acuerdo, culminamos la sierra de Monchique, que fue quemada en casi su totalidad hace poco más de un año en pavoroso y terrible incendio:


El trayecto por estas montañas casi acaba con nuestra paciencia. Nos encontramos con un terreno muy seco y roto, con numerosos surcos dejados por las lluvias que, al no contar con vegetación que la absorbiera y frenara, ha formado numerosas "escorrentías" que horadaron el firme. Como consecuencia, las pistas se encuentran en deplorable estado, con mucha piedra suelta, zonas en las que la incipiente vegetación y maleza prácticamente oculta y borra los poco o nada transitados caminos. Todo un reto para nuestra paciencia y resistencia. Mucho rato subiendo y bajando en primera y segunda velocidad, flanqueados por barrancos, tanteando el terreno varias veces bajándonos de las motos y explorando previamente a pie... El avance se hace muy muy lento, se eterniza el transcurso de los kilómetros. El tiempo pasa demasiado rápido, y en nuestra parada en Monchique, con una cervecita de la famosa marca local "Sagres" para recuperarnos de la pérdida de sales minerales, decidimos terminar por carretera. Nos separan más de 70 km por carretera de nuestro destino. Por campo serían muchos más de revirada pista de montaña similar a lo que acabábamos de pasar, y nos cogería la noche en medio de ninguna parte sin duda.


Hicimos lo correcto, entramos en Sagres por fin con el Sol ya poniéndose...
Tuvimos una buena acogida en el apartamento que había reservado Perico, barato y bueno, espacioso, limpio y bien situado, con sitio para dejar las motos resguardadas. Los cuerpos nos pedían combustible, y acudimos prestos a la pizzería D'Italia, conocida por otros viajes familiares a la zona, que no defraudó, todo estaba riquísimo.


El segundo día comenzamos con bastante retraso porque Pedrito necesita más que una novia. Lleva exceso de equipaje, y el proceso de desmontar y montarlo todo por la mañana se eterniza. Para colmo, cuando llevábamos 20 km se percata de que dejó olvidado algo en el aparcamiento, y decide volver. Seguimos sin él para encontrarnos más adelante. Perico y yo disfrutamos mientras tanto de algunas de las pistas más alucintantes y los paisajes que más me han emocionado en muchísimo tiempo: la Costa Vicentina, un verdadero espectáculo para gentes sensibles. Acantilados, vegetación peculiar, grandes olas, y un terreno muy diferente al que estamos acostumbrados.










Tras reunirnos con Pedrito, seguimos el peculiar track, que alterna a partir de Bordeira una zona brutal de arena con muchas curvas que puso a prueba nuestra resistencia física y mecánica. La XR650 con el agua hirviendo parecía que iba a estallar, y nuestras KTM con el ventilador encendido constantemente por ir todo el rato en primera y segunda escarbando sin parar, avanzando lentamente, sin poder coger velocidad porque era un trazado muy revirado y es peligroso correr ahí con tanta arena.
Después unas pistas muy rápidas y rectas atravesando un gigantesco bosque de eucaliptos: bastante sombra y muy entretenido, subidas y bajdas suaves dejando a la moto correr en cuarta a punta de gas, nos permitió relajarnos un poco y enfriar motores y cuerpos. 
Más tarde un peculiar tramo siguiendo el curso de un canal de riego en un estrecho caminito que nos obligaba a llevar un ojo en el camino y el otro a la derecha vigilando el agua:




Alguna parada más con cerveza incluida (sin alcohol, por equivocación, ainsss), y llegaríamos hasta Odeceixe, donde acaba ya el Parque Natural del Suroeste Alentejano y Costa Vicentina, donde ya tocaba almorzar. Un pueblo muy bonito, con el típico empedrado de losetas que inunda todo el sur de este bello país, y lleno de cuestas. 


En este punto se establece un parlamento y toma de decisiones importantes, dado que la previsión de que el miércoles lloviera mucho y fuerte no hacía sino empeorar. Algo increíble y difícil de creer, con el soleado y caluroso día que estábamos teniendo, pero el clima es así en estas fechas. Una tremenda borrasca se acerca por el Atlántico, y la vuelta prevista por carretera, lloviendo todo el día y con las ruedas de tacos, sin equipamiento adecuado, no parece ser la mejor opción. Finalmente, tomamos la decisión de volver en ese mismo momento aunque fuera perdiendo el coste del alojamiento de esa noche en Melides. Creo que acertamos de lleno.
La vuelta me pareció fantástica, es un verdadero placer recorrer carreteras secundarias y terciarias con nuestras grandes monocilíndricas, que ofrecen un peculiar tacto de acelerador y agradable entrega de potencia. Maravillosos paisajes, miles de curvas, asfalto en perfecto estado y tráfico prácticamente nulo.






Entraríamos en Huelva sobre las 9:15 horas. Misión cumplida. Culos doloridos, aunque no tanto como en otros viajes (Tabernas fue peor, lo juro, más días y doble de km). Una última cerveza para recapitular y felicitarnos mutuamente, y nos quedamos con buen sabor de boca, aunque sabemos que habrá que repetirlo por dos razones: el simple placer de volver a esos sitios, y acabar completamente el track. Ya estoy revisando los sitios conflictivos, las alternativas, y viendo fechas. Y quizá sí sea buena idea llevar la tienda de campaña y no depender de tener que llegar a apartamento u hotel concertado que condicione la ruta. Todo habrá que valorarlo.
Finalmente, a la mañana siguiente, toca el lavado y engrase de la máquina que tan bien se ha portado, como siempre. Cuanto más la uso, más me gusta y más contento estoy:


viernes, 5 de abril de 2019

Viernes

Y no me refiero al día de la semana, no, sino a la novela de Heinlein (grande Heinlein).

Está escrita cuando el autor ya había sobrepasado los 80 años de edad, y no tenía nada que demostrar... ni tampoco debía rendir pleitesía. Liberado, pues, de cortapisas, muros y condicionantes que afectaran a la manera de plasmar ideas y situaciones, nos ofrece esta aventura protagonizada por una mujer de nombre Viernes, que se enfrenta a un mundo un poco distinto al que conocemos.



Viernes es una correo especializada, su trabajo es llevar cosas, mensajes o lo que fuere, desde A hasta B, pase lo que pase, y le pese a quien le pese. Para ello tiene una fuerte preparación en artes marciales, manejo de todo tipo de armas, habilidades ocultas (como una formación para ser la perfecta meretriz)... pero lo más importante, y al mismo tiempo oculto, es que se trata de una persona artificial, creada en un laboratorio, mejorada genéticamente, y posee fortalezas físicas como una gran resistencia, fuerza, velocidad, etc. 
La acción se sitúa en un futuro indefinido en el que los Estados Unidos de Norteamérica aparecen fragmentados en varios pequeños países, y las relaciones entre las distintas naciones, unas más democráticas que otras, se encuentran cercadas por fuertes fronteras. Pero quien verdaderamente manda son las grandes corporaciones, las cuales tienen presencia e influencia en todos los Estados, incluso en la Luna, otros planetas conquistados por el hombre, y ciudades espaciales flotantes.

La novela tiene grandes contenidos de acción, y aunque hay muchos personajes (cosa habitual en el autor), no encontramos esos ágiles diálogos que son el meollo para disfrutar que sí hay en sus otros grandes clásicos. No quiere esto decir que sea aburrido, no, sino que se dedica a explorar y hacer mucho hincapié en la relación de Viernes con el resto de los personajes: distintos modos de familias, sus constantes relaciones sexuales, su aceptación en la sociedad como persona artificial, son estos los ejes principales. Eso y, por supuesto, su extraña relación con su jefe, que la hace mejorar y pensar sobre filosofía, formarse, ser una gran persona. Como muestra, un botón, que es este fragmento de una de las últimas conversaciones que tuvo con él: 


-  ¿Cuáles son las señales de una cultura enferma?
-    ¡Jefe, por los clavos de Cristo! Todavía estoy metida de lleno en el complejo Shipstone.
-   Nunca podrás meterte de lleno en él. Te di dos misiones a la vez para que pudieras descansar tu mente con un cambio de paso. No me digas que ni siquiera le has dedicado un pensamiento a la segunda misión.
-    He hecho tan sólo algunos tanteos preliminares. He estado leyendo a Gibbon y estudiando la Revolución Francesa. También Del Yalu al Precipicio, de Smith.
-  Un tratado muy doctrinario. Lee también Los ultimas días del dulce país de la libertad, de Penn.
-   Sí, señor. He empezado a hacer grupos. Es una mala señal cuando la gente de un país deja de identificarse con el país y empieza a identificarse con un grupo. Un grupo racial. O una religión. O un idioma. Cualquier cosa, con tal de que no englobe a toda la población.
-   Un mal signo, realmente. Particularismo. Hubo un tiempo en que fue considerado un vicio español, pero cualquier país puede caer en ello.
-   Realmente no conozco España. La dominación de los hombres sobre las mujeres parece ser uno de los síntomas. Supongo que la inversa también es cierto, pero no lo he encontrado en ninguna de las historias que he escuchado ¿Por qué no, Jefe?
-  Dímelo tú. Prosigue.
-   Por todo lo que he escuchado, antes de que una revolución pueda producirse, la población debe perder su fe tanto en la policía como en los tribunales.
-  Elemental. Adelante.
-   Bien... el alza de los impuestos es importante, y lo es también la inflación de la moneda, y las variaciones del producto nacional bruto. Pero todo eso es viejo; todo el mundo sabe que un país va a la ruina cuando su balanza de pagos se desequilibra negativamente y sigue en esta forma... aunque siempre se hagan interminables intentos por arreglar las cosas a través de la legislación. Pero he empezado a buscar señales más pequeñas, esas que algunos llaman los signos de las vacas flacas. Por ejemplo, ¿sabes que aquí va contra la ley el ir desnudo fuera de la casa de uno? ¿Incluso dentro de tu propia casa, si hay alguien que pueda verte?
-  Cosa bastante difícil de hacer cumplir, supongo. ¿Qué significado le ves a eso?
-   Oh, no se trata de hacer cumplir. Pero tampoco puede ignorarse. La Confederación está llena de leyes como esta. Me parece que cualquier ley que no es hecha cumplir y no puede hacerse cumplir debilita a todas las demás leyes. Jefe, ¿sabes que la Confederación de California subvenciona a las prostitutas?
-    No tenía noticia de ello. ¿Con qué fin? ¿Para sus fuerzas armadas? ¿Para su población penal? ¿O como utilidad pública? Confieso una cierta sorpresa.
-   Oh, no se trata de eso en absoluto. El gobierno las paga para que mantengan sus piernas cruzadas. Para erradicarlas enteramente del mercado. Son entrenadas, autorizadas, examinadas... y almacenadas. Sólo que no funciona. Las designadas como «excedente de artistas» reciben el cheque de su subvención... luego siguen ocupándose de su trabajo secular. Lo cual se supone que no tienen que hacer, puesto que eso desestabiliza el mercado de las prostitutas no subvencionadas. Así que la unión de prostitutas, que patrocinó la legislación original para apoyar el desarrollo de la unión, está ahora intentando elaborar un documento que tapone los agujeros en la ley de subvenciones. Y eso tampoco funciona.
-  ¿Por qué no funciona, Viernes?
-  Jefe, las leyes para hacer retroceder una marea nunca funcionan; eso es lo que dijo el Rey Canuto. Seguro que conoces eso.
-  Quería asegurarme de que lo conocías tú.
-   Pensaba que me estabas insultando. Encontré algo bueno. En la Confederación de California va contra la ley negarle un crédito a una persona únicamente porque esta persona haya ido a la quiebra. El crédito es un derecho civil.
-  Supongo que eso tampoco funciona, pero ¿qué forma toman los incumplimientos?
-  Aún no lo he investigado, Jefe. Pero pienso que cualquiera que intente aprovecharse de ello se verá en desventaja intentando sobornar a un juez. Quiero mencionar uno de los síntomas obvios: la violencia. Asaltos callejeros. Francotiradores. Pirómanos. Bombas. Terrorismo de cualquier clase. Disturbios, por supuesto... pero sospecho que los pequeños incidentes de violencia, picoteando a la gente día tras día, daban a una cultura incluso más que los disturbios que surgen de pronto y se apagan en seguida. Creo que eso es todo por ahora. Oh, reclutamientos y esclavismo y las compulsiones arbitrarias de todo tipo y la prisión sin fianza y sin un juicio rápido... pero esas cosas son obvias; todas las historias las listan.
-  Viernes, creo que has olvidado el síntoma más alarmante de todos.
-  ¿De veras? ¿Vas a decírmelo? ¿O debo tantear en la oscuridad buscándolo?
-   Hummm. Esta vez te lo diré. Pero luego búscalo. Examínalo. Las culturas enfermas muestran un complejo de síntomas tales como los que has nombrado... pero una cultura agonizante exhibe invariablemente una rudeza personal. Malos modales. Falta de consideración hacia los demás en asuntos sin importancia. Una pérdida de educación, de modales gentiles, es más significativo que un disturbio.
-  ¿Realmente?
Uf. Hubiera debido obligarte a descubrirlo por ti misma; entonces te hubieras dado cuenta. Este síntoma es especialmente serio en tanto que ningún individuo piensa nunca en él como una señal de mala salud sino como prueba de su fuerza. Míralo. Estúdialo. Viernes, es demasiado tarde para salvar a esta cultura... esta cultura mundial, no sólo el fenómeno que tenemos aquí en California. Por consiguiente debemos empezar a preparar ya los monasterios para la próxima Edad Oscura. Las grabaciones electrónicas son demasiado frágiles; debemos tener de nuevo libros, hechos con tinta estable y papel resistente. Pero puede que eso no sea suficiente. La reserva para el próximo renacimiento puede que tenga que venir de más allá del cielo. - El Jefe se detuvo, respirando pesadamente -. 

Bien, el argumento o línea que se baraja para exponer todo lo dicho es más o menos simple: Se producen unos ataques a varios países al mismo tiempo, desconociéndose de quién vienen; esto coge a Viernes por sorpresa en un país que no es el suyo, y se narra las aventuras que pasa viajando, peleando, haciendo el amor, comiendo, nadando, corriendo, hasta llegar a su base, para descubrir que su jefe fallece y todo su mundo se derrumba. Se le hace un último encargo como correo, momento que aprovecha para cambiar de aires emigrando a otro planeta donde finalmente se establece. Y fue feliz y comió perdiz.
El libro es ameno, se lee bien y fácil, pero aunque entretenido, es de una ciencia ficción bastante light salvo detalles puntuales (los poderes de la protagonista y poco más, pues ni siquiera las sociedades que se retratan aparecen como situaciones dignas de ser llamadas una utopía). Hay que leer antes otros muchos libros del mismo Heinlein para llegar a éste. Aún así, no es tiempo desperdiciado.