Y no me refiero al día de la semana, no, sino a la novela de Heinlein (grande Heinlein).
Está escrita cuando el autor ya había sobrepasado los 80 años de edad, y no tenía nada que demostrar... ni tampoco debía rendir pleitesía. Liberado, pues, de cortapisas, muros y condicionantes que afectaran a la manera de plasmar ideas y situaciones, nos ofrece esta aventura protagonizada por una mujer de nombre Viernes, que se enfrenta a un mundo un poco distinto al que conocemos.
Viernes es una correo especializada, su trabajo es llevar cosas, mensajes o lo que fuere, desde A hasta B, pase lo que pase, y le pese a quien le pese. Para ello tiene una fuerte preparación en artes marciales, manejo de todo tipo de armas, habilidades ocultas (como una formación para ser la perfecta meretriz)... pero lo más importante, y al mismo tiempo oculto, es que se trata de una persona artificial, creada en un laboratorio, mejorada genéticamente, y posee fortalezas físicas como una gran resistencia, fuerza, velocidad, etc.
La acción se sitúa en un futuro indefinido en el que los Estados Unidos de Norteamérica aparecen fragmentados en varios pequeños países, y las relaciones entre las distintas naciones, unas más democráticas que otras, se encuentran cercadas por fuertes fronteras. Pero quien verdaderamente manda son las grandes corporaciones, las cuales tienen presencia e influencia en todos los Estados, incluso en la Luna, otros planetas conquistados por el hombre, y ciudades espaciales flotantes.
La novela tiene grandes contenidos de acción, y aunque hay muchos personajes (cosa habitual en el autor), no encontramos esos ágiles diálogos que son el meollo para disfrutar que sí hay en sus otros grandes clásicos. No quiere esto decir que sea aburrido, no, sino que se dedica a explorar y hacer mucho hincapié en la relación de Viernes con el resto de los personajes: distintos modos de familias, sus constantes relaciones sexuales, su aceptación en la sociedad como persona artificial, son estos los ejes principales. Eso y, por supuesto, su extraña relación con su jefe, que la hace mejorar y pensar sobre filosofía, formarse, ser una gran persona. Como muestra, un botón, que es este fragmento de una de las últimas conversaciones que tuvo con él:
- ¿Cuáles son las señales de una cultura
enferma?
-
¡Jefe,
por los clavos de Cristo! Todavía estoy metida de lleno en el complejo
Shipstone.
-
Nunca
podrás meterte de lleno en él. Te di dos misiones a la vez para que pudieras
descansar tu mente con un cambio de paso. No me digas que ni siquiera le has
dedicado un pensamiento a la segunda misión.
-
He
hecho tan sólo algunos tanteos preliminares. He estado leyendo a Gibbon y
estudiando la Revolución Francesa. También Del Yalu al Precipicio, de Smith.
- Un tratado muy doctrinario. Lee también Los
ultimas días del dulce país de la libertad, de Penn.
-
Sí,
señor. He empezado a hacer grupos. Es una mala señal cuando la gente de un país
deja de identificarse con el país y empieza a identificarse con un grupo. Un
grupo racial. O una religión. O un idioma. Cualquier cosa, con tal de que no
englobe a toda la población.
-
Un
mal signo, realmente. Particularismo. Hubo un tiempo en que fue considerado un
vicio español, pero cualquier país puede caer en ello.
-
Realmente
no conozco España. La dominación de los hombres sobre las mujeres parece ser
uno de los síntomas. Supongo que la inversa también es cierto, pero no lo he
encontrado en ninguna de las historias que he escuchado ¿Por qué no, Jefe?
- Dímelo tú. Prosigue.
-
Por
todo lo que he escuchado, antes de que una revolución pueda producirse, la
población debe perder su fe tanto en la policía como en los tribunales.
- Elemental. Adelante.
-
Bien...
el alza de los impuestos es importante, y lo es también la inflación de la
moneda, y las variaciones del producto nacional bruto. Pero todo eso es viejo;
todo el mundo sabe que un país va a la ruina cuando su balanza de pagos se
desequilibra negativamente y sigue en esta forma... aunque siempre se hagan
interminables intentos por arreglar las cosas a través de la legislación. Pero
he empezado a buscar señales más pequeñas, esas que algunos llaman los signos
de las vacas flacas. Por ejemplo, ¿sabes que aquí va contra la ley el ir
desnudo fuera de la casa de uno? ¿Incluso dentro de tu propia casa, si hay
alguien que pueda verte?
- Cosa bastante difícil de hacer cumplir,
supongo. ¿Qué significado le ves a eso?
-
Oh,
no se trata de hacer cumplir. Pero tampoco puede ignorarse. La Confederación
está llena de leyes como esta. Me parece que cualquier ley que no es hecha
cumplir y no puede hacerse cumplir debilita a todas las demás leyes. Jefe,
¿sabes que la Confederación de California subvenciona a las prostitutas?
-
No
tenía noticia de ello. ¿Con qué fin? ¿Para sus fuerzas armadas? ¿Para su población
penal? ¿O como utilidad pública? Confieso una cierta sorpresa.
-
Oh,
no se trata de eso en absoluto. El gobierno las paga para que mantengan sus
piernas cruzadas. Para erradicarlas enteramente del mercado. Son entrenadas,
autorizadas, examinadas... y almacenadas. Sólo que no funciona. Las designadas
como «excedente de artistas» reciben el cheque de su subvención... luego siguen
ocupándose de su trabajo secular. Lo cual se supone que no tienen que hacer,
puesto que eso desestabiliza el mercado de las prostitutas no subvencionadas.
Así que la unión de prostitutas, que patrocinó la legislación original para
apoyar el desarrollo de la unión, está ahora intentando elaborar un documento
que tapone los agujeros en la ley de subvenciones. Y eso tampoco funciona.
- ¿Por qué no funciona, Viernes?
- Jefe, las leyes para hacer retroceder una
marea nunca funcionan; eso es lo que dijo el Rey Canuto. Seguro que conoces
eso.
- Quería asegurarme de que lo conocías tú.
-
Pensaba
que me estabas insultando. Encontré algo bueno. En la Confederación de
California va contra la ley negarle un crédito a una persona únicamente porque
esta persona haya ido a la quiebra. El crédito es un derecho civil.
- Supongo que eso tampoco funciona, pero ¿qué
forma toman los incumplimientos?
- Aún no lo he investigado, Jefe. Pero pienso
que cualquiera que intente aprovecharse de ello se verá en desventaja
intentando sobornar a un juez. Quiero mencionar uno de los síntomas obvios: la
violencia. Asaltos callejeros. Francotiradores. Pirómanos. Bombas. Terrorismo
de cualquier clase. Disturbios, por supuesto... pero sospecho que los pequeños
incidentes de violencia, picoteando a la gente día tras día, daban a una
cultura incluso más que los disturbios que surgen de pronto y se apagan en
seguida. Creo que eso es todo por ahora. Oh, reclutamientos y esclavismo y las
compulsiones arbitrarias de todo tipo y la prisión sin fianza y sin un juicio
rápido... pero esas cosas son obvias; todas las historias las listan.
- Viernes, creo que has olvidado el síntoma
más alarmante de todos.
- ¿De veras? ¿Vas a decírmelo? ¿O debo
tantear en la oscuridad buscándolo?
-
Hummm.
Esta vez te lo diré. Pero luego búscalo. Examínalo. Las culturas enfermas
muestran un complejo de síntomas tales como los que has nombrado... pero una
cultura agonizante exhibe invariablemente una rudeza personal. Malos modales.
Falta de consideración hacia los demás en asuntos sin importancia. Una pérdida
de educación, de modales gentiles, es más significativo que un disturbio.
- ¿Realmente?
Uf. Hubiera debido obligarte a descubrirlo por ti misma; entonces te
hubieras dado cuenta. Este síntoma es especialmente serio en tanto que ningún
individuo piensa nunca en él como una señal de mala salud sino como prueba de
su fuerza. Míralo. Estúdialo. Viernes, es demasiado tarde para salvar a esta
cultura... esta cultura mundial, no sólo el fenómeno que tenemos aquí en
California. Por consiguiente debemos empezar a preparar ya los monasterios para
la próxima Edad Oscura. Las grabaciones electrónicas son demasiado frágiles;
debemos tener de nuevo libros, hechos con tinta estable y papel resistente.
Pero puede que eso no sea suficiente. La reserva para el próximo renacimiento
puede que tenga que venir de más allá del cielo. - El Jefe se detuvo,
respirando pesadamente -.
Bien, el argumento o línea que se baraja para exponer todo lo dicho es más o menos simple: Se producen unos ataques a varios países al mismo tiempo, desconociéndose de quién vienen; esto coge a Viernes por sorpresa en un país que no es el suyo, y se narra las aventuras que pasa viajando, peleando, haciendo el amor, comiendo, nadando, corriendo, hasta llegar a su base, para descubrir que su jefe fallece y todo su mundo se derrumba. Se le hace un último encargo como correo, momento que aprovecha para cambiar de aires emigrando a otro planeta donde finalmente se establece. Y fue feliz y comió perdiz.
El libro es ameno, se lee bien y fácil, pero aunque entretenido, es de una ciencia ficción bastante light salvo detalles puntuales (los poderes de la protagonista y poco más, pues ni siquiera las sociedades que se retratan aparecen como situaciones dignas de ser llamadas una utopía). Hay que leer antes otros muchos libros del mismo Heinlein para llegar a éste. Aún así, no es tiempo desperdiciado.