jueves, 18 de abril de 2019

la Algarvicenta

Cada vez me está costando más encontrar un hueco para escribir, y es porque prefiero no hacerlo por hacerlo, por simplemente rellenar. Es mejor no marcarse una obligación, cosa que sólo llevaría a una retahíla de entradas sin interés.
No quiero decir con esto que si escribo menos, mis aportaciones serán más interesantes o de mayor calidad. Intento ser humilde (aunque a veces cuesta mucho, juas), y cada vez creo que estoy logrando ser más honesto conmigo mismo. Es una empresa árdua, hay que tomar decisiones sobre qué compartir y qué no.
Más de un año de preparación efectiva, estudio de mapas, creación del track, visionado de videos, lectura de crónicas de aquellos que lo hicieron antes que yo, esperar el momento adecuado. Y por fin acometí la empresa (no quiero llamarlo aventura, es un término que me queda un poco grande) aprovechando unos días de vacaciones con motivo de la Semana Santa. Igual que el año pasado fui con Perico al desierto de Tabernas, en Almería, esta vez me ha vuelto a acompañar en este viaje hacia el lado contrario de la Rosa de los Vientos: una ruta por Portugal atravesando el Algarve hasta Sagres en su primera jornada, subir hasta la península de Troia por la Costa Vicentina el segundo día, y la vuelta por carreteras secundarias en el tercer y último día. 
Cuando lo planeé no era verdaderamente consciente de lo que hacía, y he pecado de soberbia motera, orgullo prejuicioso, y flojera de remos, entre otras faltas al código de honor del trailero de pro. Mea culpa. 
Pagamos nuestras culpas con una derrota parcial, pero aún así... ¡qué bella experiencia!

Comenzamos el lunes por carretera hasta Ayamonte, donde antes de cruzar el puente hacia el extranjero repostamos a tope nuestras motos (la gasolina en Portugal es 30 céntimos por litro más cara) y desayunamos.


Cruzado el Guadiana, atrravesamos la localidad de Castro Marim para iniciar el track off road que nos llevará por toda clase de pistas, y cuando digo "toda clase" es porque es la jodida y sincera verdad, atravesando el Algarve: largas subidas, bajadas vertiginosas, vías rápidas de curvas enlazadas amplias, senderos tipo singletrack, algún arroyuelo, multitud de fregesías, y sobre todo mucho polvo. Yo de esto último no me entero mucho porque voy casi todo el rato primero (supongo que me dejan tal honor por haber confeccionado el track de GPS). No obstante, a veces me quito y me pongo el último, y ahí empleo la técnica de dejar muuuuucha distancia con los demás para no tragarme la nube tan perjudicial para el motor como para la apariencia formal de mi vestimenta...

En alguna parte paramos a descansar y relatar ciertas anécdotas, y decidimos tomarnos esta autofoto de los asistentes:


En otra ocasión, a mediodía, pasadas algunas emociones y calor, tomamos unas cocacolas revitalizantes y ya se empiezan a ver las sonrisas que prácticamente no seríamos capaces de borrar de nuestras caras el resto del viaje: 



Sí, esto es Portugal, aunque no lo parezca.


El tiempo se nos echa encima, y después de almorzar en alguna parte de cuyo nombre no me acuerdo, culminamos la sierra de Monchique, que fue quemada en casi su totalidad hace poco más de un año en pavoroso y terrible incendio:


El trayecto por estas montañas casi acaba con nuestra paciencia. Nos encontramos con un terreno muy seco y roto, con numerosos surcos dejados por las lluvias que, al no contar con vegetación que la absorbiera y frenara, ha formado numerosas "escorrentías" que horadaron el firme. Como consecuencia, las pistas se encuentran en deplorable estado, con mucha piedra suelta, zonas en las que la incipiente vegetación y maleza prácticamente oculta y borra los poco o nada transitados caminos. Todo un reto para nuestra paciencia y resistencia. Mucho rato subiendo y bajando en primera y segunda velocidad, flanqueados por barrancos, tanteando el terreno varias veces bajándonos de las motos y explorando previamente a pie... El avance se hace muy muy lento, se eterniza el transcurso de los kilómetros. El tiempo pasa demasiado rápido, y en nuestra parada en Monchique, con una cervecita de la famosa marca local "Sagres" para recuperarnos de la pérdida de sales minerales, decidimos terminar por carretera. Nos separan más de 70 km por carretera de nuestro destino. Por campo serían muchos más de revirada pista de montaña similar a lo que acabábamos de pasar, y nos cogería la noche en medio de ninguna parte sin duda.


Hicimos lo correcto, entramos en Sagres por fin con el Sol ya poniéndose...
Tuvimos una buena acogida en el apartamento que había reservado Perico, barato y bueno, espacioso, limpio y bien situado, con sitio para dejar las motos resguardadas. Los cuerpos nos pedían combustible, y acudimos prestos a la pizzería D'Italia, conocida por otros viajes familiares a la zona, que no defraudó, todo estaba riquísimo.


El segundo día comenzamos con bastante retraso porque Pedrito necesita más que una novia. Lleva exceso de equipaje, y el proceso de desmontar y montarlo todo por la mañana se eterniza. Para colmo, cuando llevábamos 20 km se percata de que dejó olvidado algo en el aparcamiento, y decide volver. Seguimos sin él para encontrarnos más adelante. Perico y yo disfrutamos mientras tanto de algunas de las pistas más alucintantes y los paisajes que más me han emocionado en muchísimo tiempo: la Costa Vicentina, un verdadero espectáculo para gentes sensibles. Acantilados, vegetación peculiar, grandes olas, y un terreno muy diferente al que estamos acostumbrados.










Tras reunirnos con Pedrito, seguimos el peculiar track, que alterna a partir de Bordeira una zona brutal de arena con muchas curvas que puso a prueba nuestra resistencia física y mecánica. La XR650 con el agua hirviendo parecía que iba a estallar, y nuestras KTM con el ventilador encendido constantemente por ir todo el rato en primera y segunda escarbando sin parar, avanzando lentamente, sin poder coger velocidad porque era un trazado muy revirado y es peligroso correr ahí con tanta arena.
Después unas pistas muy rápidas y rectas atravesando un gigantesco bosque de eucaliptos: bastante sombra y muy entretenido, subidas y bajdas suaves dejando a la moto correr en cuarta a punta de gas, nos permitió relajarnos un poco y enfriar motores y cuerpos. 
Más tarde un peculiar tramo siguiendo el curso de un canal de riego en un estrecho caminito que nos obligaba a llevar un ojo en el camino y el otro a la derecha vigilando el agua:




Alguna parada más con cerveza incluida (sin alcohol, por equivocación, ainsss), y llegaríamos hasta Odeceixe, donde acaba ya el Parque Natural del Suroeste Alentejano y Costa Vicentina, donde ya tocaba almorzar. Un pueblo muy bonito, con el típico empedrado de losetas que inunda todo el sur de este bello país, y lleno de cuestas. 


En este punto se establece un parlamento y toma de decisiones importantes, dado que la previsión de que el miércoles lloviera mucho y fuerte no hacía sino empeorar. Algo increíble y difícil de creer, con el soleado y caluroso día que estábamos teniendo, pero el clima es así en estas fechas. Una tremenda borrasca se acerca por el Atlántico, y la vuelta prevista por carretera, lloviendo todo el día y con las ruedas de tacos, sin equipamiento adecuado, no parece ser la mejor opción. Finalmente, tomamos la decisión de volver en ese mismo momento aunque fuera perdiendo el coste del alojamiento de esa noche en Melides. Creo que acertamos de lleno.
La vuelta me pareció fantástica, es un verdadero placer recorrer carreteras secundarias y terciarias con nuestras grandes monocilíndricas, que ofrecen un peculiar tacto de acelerador y agradable entrega de potencia. Maravillosos paisajes, miles de curvas, asfalto en perfecto estado y tráfico prácticamente nulo.






Entraríamos en Huelva sobre las 9:15 horas. Misión cumplida. Culos doloridos, aunque no tanto como en otros viajes (Tabernas fue peor, lo juro, más días y doble de km). Una última cerveza para recapitular y felicitarnos mutuamente, y nos quedamos con buen sabor de boca, aunque sabemos que habrá que repetirlo por dos razones: el simple placer de volver a esos sitios, y acabar completamente el track. Ya estoy revisando los sitios conflictivos, las alternativas, y viendo fechas. Y quizá sí sea buena idea llevar la tienda de campaña y no depender de tener que llegar a apartamento u hotel concertado que condicione la ruta. Todo habrá que valorarlo.
Finalmente, a la mañana siguiente, toca el lavado y engrase de la máquina que tan bien se ha portado, como siempre. Cuanto más la uso, más me gusta y más contento estoy:


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