Enamorado de la bici, esa afición eterna que siempre estuvo, está, y quiero creer que estará. Los reencuentros siempre son buenos, y aunque me ha costado dos días poner a punto la Santa Cruz después de los desaguisados ocasionados con motivo del uso de la misma por parte de mi primogénito (a quien, por cierto, le he prohibido que vuelva a poner su culo en su sillín), con gran ilusión me dirijo a los pinares de Aljaraque, zona muy chula y propicia para el disfrute de singletracks.
A mediados de mayo como estamos, es normal que todo esté seco, seco, seco, seco. Es lo que hay aquí, y nada más.
Feliz que iba yo, y cuando llevaba calculo unos cinco km nada más, apenas calentando, caigo en la cuenta de que me he dejado la bomba de inflar ruedas en casa. Ya me ha pasado alguna vez, y aunque hay algún recurso para volver hasta el coche in extremis en caso de pinchazo, mejor no tentar a la suerte. Dar media vuelta y volver sobre tus pasos, con extrema precaución, mirando bien por donde si pisa, por donde se pasa, se convierte en algo imperativo.
Total, menudo reencuentro con los pinares... Casi no he llegado a romper a sudar. Y la tarde era perfecta, con sus 24º centígrados, con horas de luz por delante, y lo más importante, con gran motivación. En fin, las cosas ocurren, y no merece la pena cuestinarse ni lamentarse. La aceptación y el estoicismo es lo mejo, en mi experiencia, para sobrellevar estas cuestiones.
Tendré más oportunidades, muchas, espero, y mientras tanto sigo disfrutando aunque sea seleccionando una imagen congelada a color en formato .jpg y escribiendo esta breve entrada para que esto quede en el recuerdo y aprenda la lección de repasar bien lo que llevo antes de echarme al campo.
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