miércoles, 23 de mayo de 2018

Singletrack fury: alergia

La naturaleza es cambiante, y lo es por naturaleza. Esta breve afirmación, aunque redundante, tiene sentido, sobre todo en tanto en cuanto no hay nada más natural que la naturaleza.

Hacía muchos meses, quizá demasiados, que no patrullaba por "mi zona", quitando aparte la breve y frustrada incursión de hace pocos días.

Han pasado algunas estaciones, ha hecho calor secándose todo, y ha llovido fuerte y comprimidamente, ocasionando riachuelos que han oradado el terreno, creando regueros donde antes las bajadas eran lisas y predecibles. Han aparecido bancos de arena, y en otros sitios la vegetación invade el sendero haciéndolo casi desaparecer. El bosque está vivo y evoluciona, respira, crece y decrece, sube y baja.



Hoy he ido cogiendo ritmo poco a poco, a ratos perdido por los innumerables caminos que hace tanto que no frecuento. En este lapso de ausencia se han creado algunos senderos nuevos, supongo que otros se han ido cerrando, y también he descubierto un par que tienen pinta de existir hace mucho que, por diferentes motivos, yo no había pasado nunca por allí. Cuando me interno en uno de esos singletracks que a veces se cierran en curvas enlazadas, hay que tener cierto arte, o técnica, para mantener el flow, el ritmo, la continuidad. Pedalear mientras cambias los pesos de la bici, la tumbas a un lado y a otro, acaricias levemente el freno trasero para colocarla en aquel ángulo, un bunnyhop para salvar algún agujero, improvisas un leve zigzag siguiendo la línea de raíces que obstaculizan el paso... eso es una maravilla. Y en esa vorágine en la que uno se encuentra, exigente a nivel físico, pero también y mucho a nivel mental casi sin darte cuenta, porque hay que controlar tantos parámetros, reaccionar instantáneamente a estímulos, prever lo que te vas a encontrar, tomar decisiones en décimas de segundo constantemente... en esa vorágine no dejo de sentir las ramas que rozan mis antebrazos, las pantorrillas. Algunas me causan verdaderos arañazos, otras sólo me acarician con cariño. Es la relación física con el bosque, y es que se trata de toda una experiencia completa, algo que me llena, me gusta, lo deseo y lo necesito. Hay algo, aparte de lo mental, la concentración, esa forma de meditación: ir tan centrado en la conducción que no piensas en nada más, no puedes, no debes hacerlo. Cometer el error de derivar el pensamiento en asuntos extraciclocampestres supone, antes o después, salirte en una curva, topar con el tronco de un pino, caer por un terraplén. Hay algo, como iba diciendo. ¿Puede existir una relación física de dependencia? ¿El roce del arbusto hace el cariño? ¿Qué siente el bosque?

Me rasco la cabeza pensativo mientras escribo estas líneas.



A menudo pienso, quiero pensar, quiero creer (I want to believe) que las plantas son seres sentientes, como debe serlo todo ser vivo. Aún no se ha podido demostrar, creo, aunque me propongo investigarlo. Ya hace mucho tiempo que estuve indagando sobre la capacidad de sentir de seres inferiores como los insectos: ¿puede una hormiga sentir dolor o placer? ¿Hasta qué punto su existencia es una mera programación para responder a estímulos sin más?

El reino vegetal es diverso, y tengo la suerte de poder vivirlo, de disfrutarlo, pero eso me lleva a una experiencia completa de alegría y pensamiento filosófico. La posible capacidad de sentir frío, calor, miedo, hambre, son posibilidades mínimas que están presentes en los seres más diminutos, e insospechadamente, tengo la tendencia a creer que las plantas no están muy lejos en ese campo.

Y también se defienden, hay numerosas pruebas. Se agrupan, viven en comunidad, pactan con otras especies, desarrollan mecanismos de defensa y ataque, crean ecosistemas interdependientes. 



¡Qué suerte la mía el no padecer de alergias! No todos pueden dar un paseo como el mío de hoy sin salir indemne, tanto roce con plantas de todo tipo, respirando un aire lleno de polen y demás microscópicas sustancias... 

Hablando de todo un poco, les dejo ya, que tengo que revisar mis peludas piernas en busca de alguna garrapata que se me haya podido encalomar...

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