En algunos aspectos, mi vida sigue siendo una carrera de "obstáculos", ciertos muros que hay que abrir, desbloquear.
Una vez, hace tiempo, estuvieron abiertos, pero un día se cerraron muchos. Con el tiempo he ido superando etapas, a base de salir una y otra vez de la zona de confort, pero también tratando de que no se convirtiera tal objetivo en una obsesión.
Soy de la creencia de que todo tiene un tiempo, y no hay que forzar las cosas.
Ya tengo una edad, y la experiencia, es cierto, es un grado. No soy más inteligente, pero sé más, y sobre todo me conozco a mí mismo, mejor con cada día que pasa.
Hoy, con una enorme satisfacción (y porqué no decirlo, grandísima alegría), he roto una barrera muy importante, un escollo que andaba suelto, un cabo que ha sido amarrado finalmente. Hoy soy más bilateral. Soy más valiente, más bravo, y también más completo.
Hoy soy más YO. Más el que era, pero mejor.
En cierto modo, me viene al recuerdo la imagen de James Hettfield pegando guitarrazos mientras cantaba "Enter Sandman", el impresionante tema que hizo que yo amara a Metallica. Después fueron evolucionando, y con cada nuevo álbum se iban alejando más y más de aquel estilo visceral y, sobre todo, potente, que tanto me enamoró de aquel Black Album y los anteriores. Experimentaron, pero parecía que se alejaban de sus raíces. Llegué a perder el interés por la banda...
Y de repente, en su último trabajo, nos regalan potencia brutal, riffs poderosos, voces desgarradoras. Estilo y potencia, Metallica en estado puro. Lo que nunca debió dejar de ser y que ahora, nuevamente, es.
Ah, el ser y el deber ser, gran dicotomía.
Para que sepan un poco mejor de qué les estoy hablando, les dejo aquí esta cancioncilla, para que la disfruten (ese es el ritmo que me ha invadido hoy, háganse a la idea):
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