Deslizándome, jugando con la estrecha cintura de la rubia italiana, acometer la consecución de curvas en esta calurosa tarde de primeros de mayo es como bailar: se necesita compenetración, coordinación, y un poco de gracia para no aparecer como un patoso ante los ojos del observador indiscreto.
Apenas miro el predominante cuentavueltas, exquisitamente diseñado con fondo blanco y aguja de color rojo, me dejo guiar mejor por el sonido, el palpitar, la vibración suave y acompasada del bicilíndrico.
Encadenar una sucesión de giros se convierte en una experiencia casi sexual, los sentidos se embriagan, la mente queda en blanco. Nada, ni un solo pensamiento, cruza mis neuronas mientras dedico toda mi atención y concentración a disfrutar del proceso de acercarme a una curva, cortar gas calculando la distancia para que no haya que tocar el freno, y que la retención haga todo el trabajo dejando, de paso, un glorioso y grave retumbar entre cumbres y valles; tumbar, trazar, rozar levemente el asfalto con la rodilla, acelerar con suavidad y tracción desde bajar revoluciones con poder más que suficiente, sin el estrés de tener que vigilar el régimen de giro para salir con alegría. Eso es conducir una Ducati.
Difícil captar la belleza del lugar |
Hace calor, alrededor de 30º durante todo el trayecto, un alegre paseo, esta vez por la zona del Condado. Carreteras inexploradas en mi ya lejana y anterior época de road warrior, y que se alejan de las transitadas rutas habituales llenas de camiones, turistas, y demasiados sustos por firme en mal estado.
Ahora los sustos han sido de otra índole: un gato que cruza imprudentemente el asfalto, una rama caída en medio de una curva, un camión de gran tonelaje donde no debería circular un camión de gran tonelaje, un coche que invade tu carril en plena curva... Cosas normales de la vía pública, para las que hay que estar preparado, a menudo estoicamente, y con recursos siempre.
Bola extra: aprovecho la ocasión para comentar los neumáticos que he usado hasta ahora. La 749 la compré con un Diablo Rosso Corsa delante, a medio uso, y un Bridgestone R023 recién estrenado detrás. A pesar de mis iniciales reticencias por el carácter "sport turismo" del Bridgestone, me ha sorprendido muy gratamente. No he tenido ni un susto por falta de agarre, ni saliendo de curva, ni frenando, ni tumbando hasta rozar rodilla. Es una goma que cumple sobradamente en carretera, aunque le demos un uso verdaderamente deportivo, al menos con una moto de la potencia y características de la Ducati. La única pega que se podría sacar es que quizá reste agilidad a este tipo de moto, que está diseñada para montar otra clase de gomas que permitan extraer lo mejor de su chasis. En los 2000 y pocos km que llevo con ella, al trasero le queda mucha vida, no así al delantero, que pide a gritos un cambio urgente. El Rosso Corsa, incluso al final de su vida útil, derrocha agarre a raudales, y no tiene los problemas de estabilidad en recta y a alta velocidad donde otras gomas deportivas flaquean. Se trata casi de un neumático para tandas en circuito, pero se comporta bien en carretera, cogiendo temperatura rápido, y manteniendo, como digo, sus capacidades hasta el último kilómetro de su, por desgracia, corta vida.
Ya está encargado el relevo, siendo como soy fiel a Pirelli, una pareja de Diablo Rosso II, quizá no tan extremo como el Corsa, pero supongo que notaré poca diferencia en la calle, que es el uso que le voy a dar. Me va a costar quitar el trasero, pues está prácticamente nuevo, pero creo que disfrutaré más con un perfil más deportivo, y siempre lo puedo vender o dejarlo guardado para un viaje, por ejemplo.
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