domingo, 25 de septiembre de 2016

Supermoto

Se puede considerar una prueba de fuego. Un poco o bastante tardía, según se mire, pero las cosas suceden cuando suceden, ni antes ni después, eso es un hecho metafísicamente irrebatible. 

Por tanto, he aquí:


Después de intentos de asfaltización por mi parte, frustrados en parte, exitosos en otras cuestiones, al final uno acaba por rendirse a la evidencia. El concepto es el concepto, y lo original, lo pensado en Mattinhofen, supera con creces cualquier tipo de ocurrencia que uno pueda tener a más de dos mil kilómetros de distancia. Ellos saben más que yo, y llevan décadas haciéndolo. No en vano fueron los primeros en llevar a la calle, fabricado en serie, una supermoto. 

Mientras tarareo en silencio (curiosa paradoja, ¿no creen?) los acordes de Hands all over, de los insuperables y eternos Soundgarden, tema que llevo unos diez días sin poder sacarme de la cabeza, tal es su genialidad y fuerza, mientras tarareo esos legendarios riffs, y medio silbo un solo de guitarra que no parece un solo, transcurro por las carreteras de enlace, tranquilo, hasta San Bartolomé de la Torre. Preparando mi mente y mi cuerpo para lo que va a venir, enseguida enfilo dirección Alosno, y voy más allá, no mucho más, hasta Tharsis, donde doy media vuelta y vuelvo hasta el Portichuelo, donde desayuno plácidamente y me da tiempo a inmortalizar el estado actual de la 690.

Como ven, nada del otro mundo, salvo la perspectiva, la potencialidad, el ser consciente de las capacidades que me puede ofrecer semejante artefacto. Ciento cuarenta y pocos kg para 67 cv, y ruedas de carretera dignas de dicho nombre, son un cóctel perfecto para divertirse en curvas, cuanto más cerradas y lentas mejor. Pero el combinado no hace ascos a tramos más abiertos: la suavidad de rodadura, el aplomo, la calidad de chasis y suspensiones, los frenos que salen con nota... Todo cuadra en esta maravillosa máquina.

He tardado, sí. He tardado en dar el paso, pero las cosas al final salen como tienen que salir, no caben medias tintas. La moto me ha parecido brutal con esos Metzeler M6, unas gomas de corte más bien sport-turismo, y no unas verdaderas deportivas, y aún así el comportamiento sport ha sido impecable, a falta de exigir un poco más. Pero habrá tiempo para llegar a esas fronteras, de explorar los límites. Como en tantas otras cosas de la vida, hay mucho recorrido por delante, y tengo tiempo, no prisa.

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