Un persistente viento del Noroeste nos lleva visitando varios días. Es difícil de aprovechar por aquí, sobre todo si se anorta más de la cuenta...
Pero siempre hay opciones, y una de ellas es Matalascañas. Algo tiene el sitio, coge lejos y a desmano, y el frío unido a esas circunstancias, nos deja solos a los más fatigas, o aguerridos, o lo que sea.
Allí nos plantamos el maestro Lolo y yo, para disfrutar de una tarde fenomenal, con buen viento y agua muy fría.
Al final de la navegada, un recomponedor y calentito colacao es inevitable:
Este soy yo, aunque el contraluz impide certificarlo:
El astro rey se asoma entre nubarrones queriendo acostarse ya. Al final y a la postre, se nos hizo noche durante la vuelta, pero todo ello mereció la pena, sin duda.
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