Desde el cuarto de baño, esto es lo que veo al levantarme cada mañana:
En estando en la Toscana, región sublime de Italia, los sentidos quedan plenos de señales de belleza por doquier.
Se come bien en Italia. En Pienza nos tomamos un bistec a la fiorentina de 1750 gramos de peso, regado con vino de Montepulciano. Entró fácil. Estaba todo muy rico, como sería la tónica general en este viaje:
La visita a este país hermanado en cuanto a carácter con el nuestro se planteó hace meses entre unos amigos y nosotros, y ya a primeros de marzo teníamos reservado los billetes a Roma, desde donde, mediante coche alquilado, recorreríamos un total aproximado de 1.800 km:
No podían faltar las obligadas visitas culturales en Florencia, claro:
Una pequeña pausa para enseñarles esta belleza que encontré casualmente mientras me tomaba un espresso:
Sigo con Florencia. Aquí la cara más fea y descuidada del Duomo:
Unos 1700 cuadros nos esperaban en este otro sitio:
Otro día subimos hasta Pisa, sólo para ver esto:
Momentos de relax también los hubo, eh. En general, la cerveza italiana es buena, y los parques está cuidados, limpios, y llenos de pinos centenarios, amén de todo tipo y clase de arboleda:
San Gimigniano es una visita obligada. El pueblo es la belleza hecha calles, piedras, personajes y paisajes estupendos:
La villa que alquilamos junto a Sinalunga ofrecía, entre otras maravillas, una piscina con trampolín. Como un niño chico me tiré por lo menos catorce o quince veces desde él.
En Cortona tuvimos un almuerzo fenomenal. Aquí los cuatro viajeros, a la izquierda el que esto escribe y su limitador de velocidad. A la derecha mi tocayo y su limitador rayando el corte de encendido. Grandes risas, un vino que entraba como el agua, ravioli que quitaban el sentido, y un pintoresco sitio en el que logramos aparcar gratuitamente por primera y única vez en todo el viaje:
Para rematar, las últimas 24 horas las pasamos en Roma, por motivos de logística aviónica, de modo que no pudimos resistir a la tentación de recorrer varios kilómetros a pie, uno 6'5, para pasar por enclaves insignes que son un must si uno va por la capital azzurra.
Me dejo muchas cosas y muchas imágenes en el tintero, pero tampoco se trata de aburrirles con mis peripecias. En general, la experiencia ha sido inmejorable, y debo confesar que inesperadamente satisfactoria, tanto por lo recorrido, como por la compañía, lo que es mucho decir.
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