Cuando era niño me dijeron que la filosofía era la ciencia que se ocupaba del Bien, la Verdad y la Belleza. Aún me golpea ese aserto por inútil y restrictivo. Todas las ciencias naturales y sociales son un terreno abonado a la filosofía; y lo mismo hacen las artes, la literatura, la política, la historia y la actualidad. A menudo me sorprende lo que un buen filósofo es capaz de hacer con un tema del que todavía no se había ocupado la tradición filosófica. El ensayo Sobre la manipulación de la verdad (On bullshit), de Harry Frankfurt, es un hermoso ejemplo.
De mentiras o sandeces no se ocuparon ni Platón, ni Mill ni Nietzsche y, sin embargo, la historia de la filosofía es la historia de la lucha contra la tontería. Sócrates, que tenía buen ojo para detectar a los profesionales de la sandez, dejaba en evidencia a muchos estúpidos que se creían autoridades. Y solo aceptó el veredicto del Oráculo de Delfos, que lo nombraba el hombre más sabio solo al darse cuenta de que su sabiduría consistía en conocer la profundidad de su ignorancia...
Ahí queda eso.
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