Y debe entenderse aquí al racismo no desde un punto de vista estrictamente etnocéntrico, está claro. No debemos agarrárnosla con papel de fumar.
A pesar de que no hay muchos surferos que admitan que les gusta o practiquen el localismo, es cierto que, sin duda, está ahí, y de hecho permanece como parte de la cultura del surf. No se puede negar la evidencia.
Pero, antes de seguir, ¿qué es el localismo en el surf? El localismo establece que un grupo de personas pertenece a un cierto espacio, y que ese espacio a su vez les pertenece. Así, a menudo, la frecuencia con la que un individuo surfea en un spot, revela cómo de cerca vive de la costa.
No es raro encontrar pintadas y avisos del tipo "si no vives aquí, no surfees aquí (if you don´t live here, don´t surf here)", "invasores deben morir (invader must die, death to invaders)", o "sólo locales (locals only)", en el camino a la playa, exhibiendo la hostilidad que espera a los surferos no locales en la rompiente.
Limitando el acceso a espacios de surf basándose en el sitio de residencia, el localismo apoya la exclusión basada en el racismo, pero no un racismo por motivo de raza, sino por domicilio, por residencia. Quizá sea más adecuado el término xenofobia, que es el odio, rechazo, hostilidad al de fuera.
El localismo existe en un perpetuo estado de transformación, adaptándose continuamente, mutando y ajustándose a la sociedad que lo sostiene.
Pero para comprender esto mejor, hay que tener algunos factores en cuenta, y con ello no quiero, ni mucho menos, hacer una defensa o justificación de esta práctica. La principal causa del localismo es la masificación. La popularidad de los deportes acuáticos hoy en día motivan el rechazo hacia el de fuera. Pero no porque sea de fuera, sea de donde sea, sino porque su mera presencia impide la práctica habitual y normalizada de nuestra afición preferida.
De todos es sabido que en verano las playas se llenan, y con ello, también los practicantes de deportes que no aparecen en los restantes diez meses del año. Eso jode a muchos que, por lo general, pueden adoptar tres posturas: a) dejar de hacer surf durante esa época; b) intentar seguir haciéndolo como siempre, compartiendo como buenamente se pueda; y c) tomar un papel activo en el repudio, acoso, incluso violencia física, sobre el no local. Pinchar las ruedas del coche, arañar la carrocería, robar material, incluso llegar a las manos (dentro y fuera del agua, indistintamente), son conductas que tienden a proteger un espacio vital para la práctica del surf por parte del local.
Si no hubiera masificación, no habría localismo, así de sencillo.
Como ven, no todo es paz y amor en el mundo del surf. No se dejen engañar ni seducir por los seudohippys en sus furgonetas camperizadas, los atuendos de colores, los porritos al atardecer, y los litros de birra en grupo junto a una hoguera. Esos mismos te partirán la cara si osas inmiscuirte en su cala favorita.
Poco a poco, el localismo se va extendiendo, cada vez son más las playas y spots más frecuentados por una marabunta de nuevos practicantes de surf, windsurf y kitesurf. Incluso los de pádel surf se meten en la misma liga. Y ya no es una lucha contra el de fuera, sino entre los que hacen windsurf y los kiteros, entre los surferos y todos los demás. Podemos meter en la ecuación a los pescadores con caña, y al que viene a pasar el domingo con toda la familia, toldo o jaima al uso, radiocasette a todo volumen y cocina incorporada.
¿Solución? No hay. Podría haber una solución basada en la violencia, en la prohibición y el castigo económico. Pero soy escéptico.
Mientras tanto, busco alejarme de ese tipo de conductas y problemas. Me introduzco bastante dentro del agua y allí navego lo suficientemente hacia el viento como para estar disfrutando en soledad, con libertad plena, sin dañar ni ser dañado.
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