Nosotros también tuvimos nuestro Joe Bar Team. Y seguramente vosotros.
¿Quién no ha leído alguna vez esas historietas de unos motoristas gabachos y sus dispares monturas?
Como a ellos, a nosotros nos unía la afición, el amor a la moto, el placer de montar por montar, disfrutar de retorcidas curvas... y las correspondientes tertulias post-salida, en las que siempre salían a relucir las mismas expresiones que, no por repetidas una y otra vez, dejaban de utilizarse sábado tras sábado tras sábado: te vi venir y cerré el hueco; o ¿viste como apuré la frenada en aquella curva?; o ¡por fuera, haciendo más metros!
En cada ciudad, y prácticamente en cada pueblo de nuestra geografía, los motoristas del lugar tienen sus carreteras predilectas para sus salidas moteras más cargadas de café (ya me entienden). Y en cada una de esas carreteras suele haber un punto de reunión, una venta, una cafetería, una gasolinera, o simplemente un mirador en lo más alto. Algo, algún sitio.
Y allí se para, se charla, se discute amigablemente, ocurren chanzas y piques, todo regado con un colacao, una cocacola, un café, o si eres muy atrevido, un redbull o similar. Son tardes o mañanas memorables que quedan para siempre en nuestro recuerdo.
Y llegábamos a casa totalmente relajados: aparcabas la máquina, le echabas una última mirada, una duchita, y ya tenías las pilas cargadas para toda la semana.
Cada una de esas ventas o cafeterías podían ser nuestros pequeños Ace Café, con su historia de motociclistas, cada uno con su particular visión de cómo disfrutar de una moto...
Ah, las motos.
¿Saben qué es eso que te da en la cara y en el pecho cuando montas en moto? No es el aire, no, es la libertad.