viernes, 12 de febrero de 2010

la Rocker

Softail Rocker FXCW


En el año 2008 se produjo una conmoción en el marginal mundo de las motocicletas custom. Mal llamadas "custom", desde luego, porque voy a hablar de una moto de fabricación en serie, lo que se contradice literalmente con el verdadero significado de dicho vocablo anglosajón.
No perderé ahora el tiempo aquí explicando qué sea customizar, o qué coño es una chopper, una cerda ni, por favor, una Harley Davidson.

Como decía, tuvo lugar el anuncio de una de las motos más controvertidas de la Motor Company, una moto que llevó el concepto de moto chopper dirigida al ¿gran público? hasta su extremo.
Quiere esto decir que estamos ante una bicha de mordedura mortal: 96 pulgadas cúbicas, equivalentes a 1.584 cc; una horquilla larga y tumbada hasta los 36'5º, convenientemente ensachada al más puro estilo wideglide; la reconocida transmisión por correa con sexta marcha overdrive...
Estas nuevas motocicletas reproducen fielmente las líneas de una impactante “hardtail” original, a la vez que ofrecen cómoda conducción gracias a una suspensión trasera moderna oculta. El término hardtail se refiere a un estilo limpio en diseño de chasis sin suspensión trasera característico de una era pasada, aunque en EEUU y norte de Europa se siguen fabricando motos sin suspensión trasera, verdadera y sacrificada concesión a la estética.


Pongan un asiento minimalista y bajen la trasera, verán que maquinón.

Pero, al fin y al cabo, lo del chasis softail es algo propio de toda una gama, sí, lo adivinaron, la gama softail de Harley, que engloba varios modelos tan variopintos como posiblemente desfasados y absurdos. Lo que realmente caracteriza a la Rocker, que la hace amada por unos pocos y odiada por muchos talibanistas acérrimos de la casa madre del chopper mundial, es lo que significa, lo que demuestra, lo que amenaza.
Ahora viene un pequeño receso, una pausa en la línea argumental, aunque la historieta viene un poco a cuento en verdad:
Una tarde no muy lejana, mientras tomaba gozosamente un café en una terraza -al más puro y auténtico estilo harleydavidson-, en un magnífico día de sol y tras un reconfortante paseo en mi propia cerda, comentaba con un amigo las reacciones de ciertas personas ante la sola visión de mi persona, o de cualquier otra, sobre una de estas a menudo incomprendidas máquinas. No sabría decir si la expresión habitual es miedo, desprecio, odio o qué. Lo que sí sé es que despierta algún sentimiento visceral. Comprendo que puede no ser agradable ver a un calvo con perilla y cara de mala leche montado en postura repanchingada con las piernas absolutamente estiradas hacia adelante y la espalda curvada para alcanzar mi dragbar, unido al amenazante y vibrante estruendo que emana del Supertrapp dos en uno. Lo comprendo. A mí tampoco me gusta aguantar los cohetitos en El Rocío, ni los fuegos de artificio todos los putos días a las doce de la noche durante las Fiestas Colombinas, o los variados petardos y molestas tracas en Navidad y Findeaño, o que inutilicen todo el centro de la ciudad con tribus y sectas de gente disfrazadas con túnicas tipo Ku Klux Clan, acompañados de bandas de cornetas y tambores, o el jaleo que se monta en mi cateta ciudad cada vez que el Real Madrid o el FC Barcelona gana algo, sea lo que sea. Oiga, y no voy echando miradas de muerte a los demás, ¿saben?.
Que me desvío: esa tarde me dijo mi amigo, que es más viejo que yo, y tiene muchos kilómetros, tanto en moto como de los otros, me dijo "no tienen miedo de tí, tienen miedo de lo que representas". Le escuché atentamente, callado. Y, bueno, puede que tuviera razón. Pero, ¿qué diablos puedo yo representar? "Sí, hombre, sí. Mira a tu alrededor y verás gente amarrada al duro banco, atada, sujeta a cortapisas constantes: el trabajo, las responsabilidades, la mujer, los hijos, las deudas..." La lista es tan larga como habitual. Tan habitual como terriblemente aceptada por el común de los mortales. Y hay algunos, pocos, que un día dan un puñetazo en la mesa y dicen "a tomar por culo", y van y se compran lo que siempre quisieron y a lo que todos los de su círculo cercano se opusieron -porque, obviamente, tenían miedo-. Un barco para irse de pesca y perderse unas horas en el mar, una bicicleta para surcar el asfalto pelígrosamente buscando rebufos imposibles o para bajar por trialeras demenciales, un estúpido e inútil descapotable biplaza, una motocicleta.
¿Representa algo una motocicleta? Acaso le estoy buscando cinco piés al gato, ¿saben? pero una moto gorda y amenazante es algo más que un simple conjunto formado por un bastidor, un par de ruedas, un manillar y ese motoraco cromado que suelta llamaradas por el escape. Significa poder. Poder ir a donde quieras y cuando quieras, al ritmo que tú quieras imponer. Disfrutar tranquilamente fumando un peta a 70 por hora en una comarcal, o partiéndote el cuello y los antebrazos a 180 en la autobahn, si tienes cojones suficientes para aguantar más de dos minutos.

Y si hay algo a lo que el hombre tiene miedo, señores, ya lo dijo Erich Fromm, es a la libertad.

Es triste, pero es verdad. Hay que ser muy valiente y duro para dar el paso. Pero más para mantenerte en la idea.



Sigo.

La Rocker tiene algo de esto. Es la libertad y la rebeldía dentro de un mundo en el que la libertad y la rebeldía son el "leit motiv" -por lo menos desde el punto de vista publicitario y de mercadeo- de un movimiento de alcance universal. Se rebela entre sus compañeras de cuna, le pega una patada en los huevos a las rancias Softail Heritage, Springer y Bad Boys, que parecen Hermanitas de la Caridad a su lado. Escupe a la cara a la mismísima Fat Boy, se mea sobre las Standard, mira por encima del hombro a cualquier Dyna, por muy Fat Bob que sea, y directamente pasa de las Sportys y las Tourer: no juegan en su liga... ¡ qué coño ! ni siquiera es el mismo deporte.


Gomón de 240, cromados por doquier.


El demostradamente inteligente y observador heredero de todo un emporio, el señor don Willy G. Davidson, tiene muy buena vista a pesar de su edad, y toma buena nota de todo lo que se cuece en los corrillos de amiguetes dedicados en cuerpo y alma a la preparación de motos chopper de base Harley. Como tal, ha jugado sus cartas brillantemente, como siempre -salvo en el caso de la V-Rod, de la que hablaré otro día-, poniendo en los escaparates de sus cientos de concesionarios de todo el Planeta Tierra a la Rocker, que, literalmente, ha volado y hay lista de espera desde que se anunció su puesta a la venta por la nada despreciable cifra, en España, de unos 22.000 euracos. Y se agotan, joder, con lo cara que es.
Eso pasa por poner un cableado por dentro del manillar. Por montar una goma trasera de 240 con el guardabarros bien pegadito. Por inclinar la horquilla más de la cuenta, alargándola y adornándola con un apropiado faro con forma de bala. Por adornarla con una magnífica pintura rematada con llamas del mismo color. Pasa por poner sobre la mesa algo que nadie había hecho antes, y aquí, como en tantas otras cosas, el que golpea primero golpea dos veces.
A todo esto, creo que todavía no he dicho que esa motaza mola un huevo ¿no?


¿Vale? Pues no, no vale. El desembarco de otros fabricantes de motos del mismo estilo en Europa es no sólo inminente, sino un verdadero hecho. Y no hablo de fabricantes con gamas similares o análogas a las de HD, como Victory o la legendaria Indian -que por fin parece que van a despegar-. No. Hay muchísimos pequeños constructores que hacen máquinas verdaderamente artesanales, con acabados impresionantes, diseños vanguardistas y realmente atrevidos, no sujetos a consejos de administración que sólo piensan en la cuenta de beneficios. Motos a menudo radicales, a veces inconducibles, pero realmente hermosas, alucinantes, incomprensibles para la rancia, monótona y reaccionaria mente del Viejo Mundo.


Auténtico look chopper. Bella, sin duda. Es una Saxon que se puede comprar aquí.
Saxon acaba de desembarcar por aquí, con cuatro modelos, dos de ellos de chasis rígido y perfectamente homologados para circular. Son motos especiales, con motores gordos y de carburador, a la antigua usanza -nada de FI-, más cromados, con ruedas más anchas, pipas de dirección más altas, horquillas más largas, pinturas personalizadas. A su lado, una Rocker es no sólo anodina, sino mediocre. Porque creerse mejor que lo demás cuando no pasas de ser una medianía te convierte precisamente en eso, en mediocre.

Pues sí, uno ve estas motos, que se pueden comprar tal cual, y cuando gira la cabeza y posa sus ojos en una Harley, cualquier Harley, no puede sino quedar desencantado y preguntarse "Pero... ¿qué coño es lo que nos quiere vender Harley?"
¡Basta! Basta ya de mercadeo engañoso, de exclusivo diseño, de motores únicos. Ahora comprendo que Harley sea en EEUU la moto de los pobres. Porque lo es. Allí sólo lleva una Harley el pobrecito desgraciado que no se puede permitir un motor S&S de 125 pulgadas cúbicas con un mínimo de cien cv y 18 Nm de par. Hace mucho que Harley dejó de ser la moto del rebelde, para pasar a ser la moto del obrero allí, y la del yuppie aquí. Y se venden como si en vez de puro hierro estuvieran hechas de oro de 24 kilates. Para mí es algo incomprensible.






Pero hay muchos más que se dedican a este negocio, y si no vienen más por Europa es simplemente porque aquí se construyen casas resistentes hechas sobre profundos cimientos de hormigón, y elevadas a base de ladrillo, cemento, vigas, bovedillas y rematadas con buenos tejados dignos de ese nombre. Son tan buenas nuestras casas que nos tenemos que entrampar media vida -o más- para pagarlas, de modo que nos queda poco dinero para gastar en un utilitario que te lleve al trabajo, y pagar un par de caprichos en forma de viaje familiar en verano... ¿Quién se va a gastar cuarenta, cincuenta o sesenta mil euros en una motito de éstas para dar un paseo de vez en cuando?

Mientras se lo piensan, pueden echar un vistazo a lo que nos estamos perdiendo por aquí:
- Big Dog Motorcycles
- American Iron Horse
- Big Bear Choppers/
- Iron Works Motorcycle
- Orange County Choppers

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