Desde la Tronera.
ESTAMOS en un momento -¿o es sólo otro momento?- en que la idea del arte no es ya poliédrica sino nebulosa o quizá inexistente. O menos aún, una antigualla innecesaria. Quizá es arte sólo lo que se paga como tal: lo mismo un mal Picasso que otro bueno, un Giacometti mínimo que otro desmesurado en sí mismo y en su precio, una performance que un Matisse, un retrete que un Veermer, un meticuloso gargajo que La Virgen de las rocas. Tiempo atrás creímos que arte es lo que emociona o envuelve o define a través de una idea de la belleza. Eso ya es Altamira. Arte es todo lo que alguien llama así porque alguien lo paga como tal. No se necesita otra objetividad que la de un ser, más o menos humano, que llama arte a algo. Y como tal se expone. Y como tal se compra; si no se compra, hay que dudar. Ser creador es fácil: alguien se abandona, sugiere, aporrea con brocha gorda o fina en una superficie o un teclado, de cualquier máquina o instrumento, y lo que surja de ahí, a los oídos o a los ojos, será una forma de arte. Todo ser humano, y hasta homínido, puede ser creador. Es creador. Y, si no, cualquier producto es válido. Pasen, señoras y señores. Aquí verán la prueba. Aquí hay gente pa to.
Antonio Gala, El Mundo, 16/02/2010
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