sábado, 30 de enero de 2010

LA FABULA DEL AUDI A3 TDI

Resulta que un día, un toro cayó en un pantano de arenas movedizas..

En ese momento pasaba una hormiguita y el toro le pidió auxilio.

La hormiguita subió a su flamante y recién estrenado AUDI A3 TDI,

amarró una cuerda al rabo del toro y otra al chásis del

coche y sacó al toro de las arenas movedizas. El toro le estuvo

eternamente

agradecido y prometió ayudar a la hormiguita en lo que le pasara...

Pasaron los meses, y un día, el toro pasó por el mismo sitio y vio

a la hormiguita dentro y pidiendo auxilio, el toro alcanzó a la

hormiguita con su rabo y la sacó de allá

MORALEJA: Si tienes un buen rabo, no necesitas un A3 TDI.

viernes, 22 de enero de 2010


Choppers

Bueno, hoy le ha tocado el turno a unas fotos de motos especiales, cada una por algo en concreto. Como dicha especialidad deriva de ese algo que es concreto para mí, no daré más pistas. Sólo tienen que deleitarse.
Lo del pictograma del auto acelerando es meramente anecdótico.















martes, 19 de enero de 2010

El tiburón.



Tiburón de autopista.



En mi tercera entrega de esta breve serie de pruebas/críticas sobre coches, voy a hablar sobre uno que se sale de lo común. Este automóvil es una fiera, rápido como un cheeta, pero puede ser dócil como un gatito si la situación lo exige. Puede volar por la autobahn, o encontrarse a gusto en la vorágine de la ciudad. Puede lanzar al hiperespacio a cuatro ocupantes y su equipaje en un Sevilla-Madrid non estop en menos de lo que tarda en cantar un gallo, o servir de cómodo y mero trasladante para un viajante de comercio adinerado y hastiado de los anodinos y abundantes Audi A6 de renting que inundan nuestras autovías -realmente, ¿hay alguien que se compre esa berlina a título particular? No lo creo.-.


Hablo, por supuesto, de un Mercedes, un coche que ha creado un nicho de mercado que los medios especializados han dado en llamar "cupés de cuatro puertas", o "berlinas deportivas", o cualquier otra patochada que sus lúcidas mentes de aburridos y ñoños asalariados han podido vomitar y sus redactores jefes les han permitido usar.


El Mercedes CLS es un maquinón, oigan, y más si se trata de un CLS500: cinco mil quinientos, sí, leánlo otra vez por favor, cinco mil quinientos centímetros cúbicos repartidos en ocho cilindros que se disponen en una UVE longitudinal debajo de un capó gloriosamente afilado. Este coche dispone de la nada despreciable cifra de 388 cv, y un implacable par motor de 530 n/m desde sólo 2.800 rpm. Es necesario señalar que el coche sube muy rápidamente de vueltas hasta unas 6.500 rpm, y remarco lo de muy rápidamente, porque en marchas cortas llega al corte más rápido de lo que tardas en pestañear. En serio.




¿Cabreado?



Los datos oficiales hablan de acelerar de cero a cien en 5'4 segundos -magnífico tratándose de un bicho que se acerca a las dos toneladas de peso-, y una velocidad punta autolimitada electrónicamente a 250 km/h.

¿Qué decir de los acabados exteriores del CLS? Es un Mercedes Benz, por lo que sobra todo comentario sobre la calidad de los ajustes, materiales y pintura. La cuestión estética es caso aparte, porque lamentablemente, sí, lo ha adivinado: también hay Mercedes feos que nunca debieron ver la luz. Pero no es el caso. Nuestro CLS es muy bello, ha creado escuela, y ha obligado a otros fabricantes a afilar sus lápices para sacar al mercado sus réplicas con más o menos éxito/gusto/acierto. Ni siquiera mencionaré aquí sus nombres.



Su imagen transmite velocidad, incluso estacionado inofensivamente.


Pero se da una curiosa paradoja. Lejos de ser todo lo aerodinámico que su perfil propone, su coeficiente de penetración CX es un poco peor que el del clase E, lo que hace que consuma un poco más de combustible. La silueta que nos regala el CLS es fantástica, porque es un coche grande, largo y ancho, pero varios centímetros más bajo que un gran sedan al uso, sólo mide 1'40 metros de altura con la suspensión neumática en el modo deportivo, para una longitud muy cercana a los cinco metros.

Pero nos aguardan más sorpresas, como las puertas sin marco para las ventanillas, tanto las delanteras como las traseras, algo que hasta hace poco sólo era propio de auténticos deportivos.

Otros detalles que realzan su deportividad es la ausencia de estrella en el capó, a cambio de una grande en la parrilla, y los enormes tubos de escape que asoman bajo el parachoques trasero, uno a cada lado. Su alta y ancha cintura, que otorga mucha robustez a su diseño, proporcionando unas ventanillas más o menos pequeñas y huyendo -nota discordante que mola- de la corriente tan cacareada de grandes superficies acristaladas que no hacen sino dar mucho calor en verano y menoscaban la seguridad pasiva del habitáculo.

El 500 viene bien calzado, con unas llantas de 18" y neumáticos en medida 245/40, que dan un agarre suficiente y una comodidad encomiable en unión del aludido sistema de suspensión neumática.

Pasamos al interior, y cerramos la puerta con ese glorioso y sólido sonido que sólo las grandes berlinas Mercedes suelen regalarnos. El puesto de conducción es fácilmente regulable mediante unos botoncitos que mueven eléctricamente el asiento, y el volante también lo podemos mover a nuestro gusto. A pesar de eso, encuentro que el asiento queda demasiado alto en su posición más baja, y las personas de más de 1'85 seguramente tendrán problemas para acceder con comodidad al habitáculo. Los sillones, auténticos Manolitos tapizados en cuero de primerísima calidad, son buenos, aunque yo, personalmente, habría escogido equipar el coche con el paquete AMG sólo por sus semibaquets. Los relojes y volante son típicos del clase E, pero mejor presentados por el ambiente que les rodean, o sea, que son de lectura clara y diáfana, muy ordenado todo, con apliques de madera por doquier -verdadera madera, no ese plástico cutre de imitación- de raiz y acabado mate que es muy, muy, muy bonito. Todo acompaña en ajuste y calidad, todo a mano y en posiciones lógicas, muy germánico. El material usado para el salpicadero es muy agradable al tacto, blandito, y simula a esos salpicaderos forrados en cuero que podemos ver en Porsche, Ferrari o Lamborghini. Para conseguir ese acabado en Mercedes hay que recurrir a algo denominado "Designo", que debe ser sinónimo de pasta gansa en el dialecto teutón.




¡Bonito!


Detrás sólo pueden sentarse dos personas, no está homologado para cinco plazas, lo que hace que sean dos buenas y cómodas plazas de verdad. Y aunque el techo cae espectacularmente en línea descendente con el maletero -lo que da una imagen característica y singular a su diseño, imitado en todos los que han replicado su concepto-, al ir sentado muy abajo no hay problemas de altura. Todos los materiales usados son de primera, así como los ajustes y ausencia de ruidos o grillos a pesar de los 150.000 km que ya marca.

El coche viene equipado de serie con las cosas típicas que deberían serlo en todos los autos que pisan la calle -aunque lamentablemente no sea así-: tempomat, cambio automático de siete velocidades, faros de xenón, suspensión neumática regulable en tres posiciones, tapicería de cuero... Yo mismo aconsejé a mi padre, que es el dueño del coche probado, que no se le ocurriera pedir el extra del navegador Comand, que es un gran timo por parte de Mercedes: 3.500 euros por un navegador que es infinitamente peor en su función que un simple TomTom de 100 pavos. Horriblemente lamentable. Y la mayoría de los que compran una berlina Mercedes lo montan simplemente porque queda muy chuli. ¡Cuánta ignorancia! ¡Cuánto servilismo al "qué dirán"!




Precio del navegador Comand: unos 3.500 ecus del ala. Un TomTom es mucho mejor.

La conducción de ese tiburón es simplemente espectacular. Es muy cómodo en la posición más blanda de la suspensión, se lo traga todo sin inmutarse, y teóricamente adapta la dureza y altura según la forma de conducir y la velocidad a la que circulamos. De todos modos, lo encuentro demasiado blando para mi gusto. Prefiero un coche más sujeto y sentir un poco más lo que pasa ahí debajo cuando andamos con tanto peso y potencia. Si pulsamos el botoncito previsto al efecto, y endurecemos la suspensión bajando el coche, su comportamiento cambia ostensiblemente: se vuelve duro, muy estable. Aporta confianza y aplomo, no balancea en las curvas, ni cabecea en aceleraciones o frenadas, pero hay que tener cuidado con las inercias que genera tanta masa cuando afrontamos varias curvas enlazadas en la montaña. Hay que saber lo que se lleva entre manos, porque 388 cv dan para mucho, se come las rectas entre curvas sin enterarse, y vas a 180/200 a punta de gas en la autopista gastando menos de 11 litros -increíble, pero es cierto-.
Si este 500 corre de este modo, ¿cómo será conducir el brutal CLS 55AMG de mi vecino -sí, el mamón tiene uno, y comparte garaje con un F430 y un C32, maravilloso, entre otros-, más sensacional que el actual 63AMG, según dicen? Dar un acelerón en vacío es algo maravilloso, y manejarlo en modo de cambio "manual" te transporta a otra dimensión. Lo único que echo de menos es un poco más de sonido, algo que adorne aún más la experiencia de su tremenda capacidad de aceleración, un bramido como corresponde a ese V8 atmosférico.
En fin, que se nota que el coche este me ha gustado, pero eso no tiene mérito porque, ¿a quién, que esté en su sano juicio, puede no gustarle?

Cuando uno habla de Mercedes, no suele asociarlo a la palabra "diseño", pero este auto, junto con otros salidos recientemente de las entrañas de su fábrica como el SLS, o de sus asociados como el SLR McLaren, nos hace albergar alguna tímida esperanza acerca del futuro de la automoción de coches de lujo y deportivos, en medio de la actual marea de falsos ecologistas de pacotilla que viven del cuento del fin del Mundo.

Amén.

lunes, 18 de enero de 2010

El nuevo Seat Ibiza


Con motivo de la avería teóricamente fantasma del Altea XL familiar, el concesionario, por surgir dicha avería en periodo de garantía, ha tenido la grata cortesía de facilitarnos un coche de sustitución gratuitamente. Desde aquí lo agradezco, de verdad, pero me ha servido de bien poco ya que necesito un coche más grande, amplio, rápido y eficaz para mis propósitos, porque de otro modo me hubiera comprado un Ibiza en su día, y no un XL.
Pero algo es algo. Por lo menos me ha servido para sacar algunas conclusiones que pondré aquí perdiendo un tiempo muy valioso, palabras que se llevará el viento sin que ni siquiera las lea nadie.
El Ibizita en cuestión, es la quinta o sexta generación de una saga de cierto éxito. No sé si se podría afirmar que SEAT, como fabricante, está vivo gracias en parte al éxito del Ibiza, y en parte a los miles de millones de pesetas que en su día todos los españolitos de a pié prestamos a fondo perdido a VAG para que no cerrara Martorell. El caso es que el cochecito está ahí, y se vende más o menos bien, que ya es bastante en los tiempos que corren y con la competencia que hay -que claro, viendo esto, a uno le da que pensar la mierda de competencia que tiene el Seat Ibiza-.
El coche probado durante cuatro meses -sí, la avería ha sido complicadilla de localizar, pero ese es otro tema...- ha sido un Ibiza cinco puertas 1.9 tdi. Tiene supuestamente 105 cv, y un cambio manual de cinco velocidades con un desarrollo larguísimo, motivado según parece para pasar una cierta homologación de consumo y contaminación... La verdad es que gasta poquito, en torno a unos 5'5/6 litros reales de media, que no está mal.
Yo creo que el coche que nos han dejado estaba a tope de equipamiento: techo solar eléctrico -un gadget que me ha parecido muy chuli, y aporta frescura y mucha luz a un coche pequeño como éste-; llantas de 17" con neumáticos de 215 mm de anchura; pintura metalizada; sensor de presión de neumáticos, sensores de ayuda al aparcamiento traseros, control de velocidad de crucero, climatizador, ordenador de a bordo, toma aux para audio, ...
No sé el precio de este cacharro puesto en la calle, pero no me importa porque jamás me lo compraría. Me explico: no es mal coche, pero es tan vulgar, tan estereotipado -sólo lo llevan niñas con carnet recien sacado, mujeres de mediana edad, y canis de barrio-, que no me pega, lo siento. Es el típico coche de nena, como lo pueden ser, salvando las distancias, el Mini, el New Beetle, el Cinquecento, el 500, el Polo y el Arosa.



Igualito, igualito que el nuestro. El color tiene tela marinera. Las llantas son chulis, eh.


Da igual, es lo que hay, conque vayamos al grano. Por fuera, el coche no es gran cosa. Seat ha querido dar a entender que se ha hecho una revolución con su diseño, pero la verdad es que no ha inventado nada nuevo. Da la impresión de estar dibujado en bloques independientes y al final se ha pegado todo con cola. No hay continuidad ni proporción en sus formas, y el frontal es prácticamente lo único que se salva, y eso es decir mucho de una parte delantera y una parrilla bastante insulsas y vistas -sobre todo con el poco tiempo que lleva el coche en el mercado-, ya que parece que quieren convertirla en la nueva imagen de la marca, como han demostrado con el Exeo. La parte trasera simplemente es infumable, atroz incluso. Carece de sentido.
El interior es espeluznante, pone los pelos de punta sólo con mirar al centro del salpicadero: desorden total -no al nivel del desastroso y descuajaringado Citröen C4, pero casi-, mandos de la radio por aquí, mandos de climatización allá abajo en una especie de bulto que parece un añadido pegado deprisa y corriendo; plásticos no blandos, sino susceptibles de ser doblados con la mirada por lo fino del material -quiero decir endeble-, ... Además, parece que según donde vaya colocado el plástico, tiene distinto tacto imitando texturas que no se corresponden con la realidad. Un desastre, vamos, acompañado además de ese color rojo que da un ambiente nocturno a puticlú chungo de carretera.



Puaghhh...


El tacto de los botones es normal, ni bueno ni malo. Como dato, diré que desde el primer día -y cogí el coche con 80 km-, se le caía el botón del volumen de la radio. Por cierto, el manejo de la radio no es nada intuitivo. Es de esos aparatos que hay que empollarse el manual para sacar un mínimo rendimiento. También desapareció la tapita que va en la cima de la palanca de cambios, ese plástico -cómo no!!- donde va dibujado un esquema de los cambios de marcha.

El volante se salva a medias de esta crítica atroz al interior. Y digo a medias porque su diseño está bien, forrado de cuero -no olvidemos que el coche probado tiene un acabado "sport"-, con formas adecuadas y trozos en los que el material tiene agujeritos, que es una cosa muy chuli. Sólo le falta un poquito más de grosor para ser perfecto. Los relojes son bastante legibles y tienen la información justa.
Este pequeño auto es válido para cuatro plazas, siempre y cuando las dos personas que vayan a ocupar los asientos traseros no sean muy grandes, porque no hay mucho espacio para las piernas.

El motor es un 1.9 diésel que otorga unos 105 cv. Bueno, no sé si puedo estar de acuerdo con estos datos. A mí me aseguraron que era el 1.9, sobre todo después de mirar que las letras del maletero que ponían tdi, eran de color rojo -lo que parece indicar dicho dato-, pero las sensaciones de conducción son más bien las del modelo 1.6, con sólo 90 cv. De todos modos, la supuesta falta de prestaciones parece ser motivada por una relación de cambio, como ya he dicho más arriba, exageradamente abierta, buscando una reducción del consumo en carretera y autopista. Además, es el coche que he conducido que más a gusto se encuentra circulando entre 1000 y 1500 rpm, no se queja, no duda, y tiene dosis de par suficientes para moverlo en ciudad con dignidad. Por contra, es casi imposible superar las 3500 rpm, y mucho menos en quinta: cito ahora que la velocidad máxima que pude alcanzar fue de 171 km/h, una mierda teniendo en cuenta la potencia de 105 cv. Mi madre tiene un Córdoba de la generación anterior con el mismo motor y desarrollos "normales" de la caja de cambios, que se nota bastante más brioso y supera con facilidad los 180 km/h.



¿Entienden ahora lo que les quiero decir?

El Seat probado ahora tiene un problema con el desarrollo, y creo que ya es la tercera vez que lo digo, pero es que el asunto llama poderosamente la atención. No se les ocurra cambiar a quinta hasta no haber superado los 120, porque se quedarían sin capacidad de reacción.
En fin, que prestacionalmente el Ibiza éste iba a ser una jodida hez tampoco es ninguna sorpresa. Por lo menos, gasta poco. Algo es algo.

La conducción está muy bien, a pesar de la falta de emotividad por escasez de potencia. La sensación de control gracias a una dirección correcta es buena. Frena regular, pero da un poco igual porque tampoco corre mucho. La suspensión es cómoda, tiene grandes recorridos, lo que choca un poco con las llantas de 17 pulgadas y gomas de 215 mm de anchura que llevaba puestas, que indican una imagen más deportiva de lo que realmente el coche es. Esta "sobrerruedez" hace que el coche se sostenga bien en curvas cerradas, a pesar del balanceo de la carrocería, pero no se nos olvide que no es un coche hecho para esos menesteres.

En resumen, el Ibiza es un buen utilitario, cuyo ámbito de utilización es la ciudad, sobre todo si está equipado como el que yo he usado estos meses. El parktronic es siempre bienvenido, aunque en un coche tan corto y con buena visibilidad como éste no es tan necesario, y se aparca muy fácilmente. Económico, sencillo de conducir, y recibes lo que has pagado, supongo, aunque con 10.000 km ya tiene varios ruiditos y grillos, tanto en el salpicadero como en la zona de los cinturones de seguridad. También se rompió una cogida de la bandeja trasera con el uso normal. Y cuando plegué los asientos para meter mi mountainbike detrás, me quedé con las banquetas en la mano: el sistema de plegado es deficiente, nada que ver con la maravilla de mi Altea, mucho mejor pensado y ejecutado.
Ya sabe: si usted es novata, o mujer cuarentona, o un cani; y tiene poca pasta en su cuenta corriente; o simplemente le importa una mierda conducir... este es su auto.

El Volvo S40.
Hoy voy a hacer algo diferente. Hablaré del Volvo S40.
Sí, Volvo es una de esas marcas de coche que pasan desapercibidas en la mayoría de los casos, supongo que la causa es sus históricamente anodinos diseños, cuadrados, pesados, prestacionalmente insulsos.
Pero hace unos cuatro o cinco años la cosa empezó a cambiar, y se atrevió a fabricar una berlina grande como el S60, a la que siempre he considerado como bonita o, por lo menos, elegante. Muy poco después vio la luz el S40, y su variante station wagon, llamada V50.



Igualito que este es el de mi suegra, oiga. Igualito

Este auto tiene una línea compacta a pesar de superar ampliamente los cuatro metros -mide casi 4'50 metros-, casi musculosa se podría decir. El frontal es inlcuso intimadante, y tiene un loable trabajo de diseño tridimensional. Me explico: la mayoría de los coches los puedes mirar y reconocer mirándolos de perfil, o directamente de frente. O ves su silueta desde un lado, o lo ves de frente. Los coches suelen ser planos, sin profundidad en el diseño. Pero con este S40 la cosa cambia un poco. El frontal puede ser visto desde un ángulo diagonal, un poco desde arriba, y hay sorpresas esperando. La línea de los faros se acopla a la sobresaliente parrilla que parece querer escapar, mientras que por los laterales tiende a resbalar aerodinámicamente. La imagen me recuerda a la de un pez cabreado, una especie de tiburón.
La parte trasera, el maletero, da impresión de solidez, sin duda. El coche está bien ajustado y rematado, a pesar de sus feas llantas de 16" de serie. Tengo que aclarar que el coche probado es un 2.0 diésel con cambio automático "powershift", que no es sino un autómático con convertidor de par de cinco velocidades de los de toda la vida. Nada de doble embrague, cambios rápidos de 7 u 8 velocidades ni cosas por el estilo. Esta motorización es compartida por Ford y Mazda, por cierto. He probado el mismo motor en un Focus, y la verdad es va realmente bien, corre mucho y gasta poco, que es lo que se espera de un motor de este tipo. Y punto.
Pasamos al interior del S40, y nos encontramos con una terrible decepción. Sí, la verdad. No hay nada especial dentro de un S40, y me esperaba otra cosa, sinceramente, dado el bombo y platillo que se ha querido transmitir con lo de la nueva era Volvo de diseño minimalista nórdico. Más bien era Ikea, diría yo: aspecto barato, terminaciones pasables. Aparte de la tablita "flotante" -que ni flota ni nada de nada, pues está bien sujeta por arriba y por abajo-, el coche es muy parco, anodino, espartano. La susodicha parte flotante, que alberga la botonera para controlar la radio y la climatización, queda bien o mal -depende del gusto del consumidor-, pero impide el acceso al típico hueco donde dejar llaves, el móvil, o vaciarse los bolsillos, hueco que queda detrás de esta pieza. ¿A quién se le habrá ocurrido la genial idea? Yo soy de los que estoy a favor de la forma, sin duda, siempre y cuando no vaya en contra de la función. Lo contrario es un error de bulto, pero aquí Volvo lo ha utilizado como un argumento de diseño, y además a convencido a miles de conductores que deben llevar ahí escondido el mando del garaje y no se acuerdan, cogiendo polvo per sécula seculorum. Amén.
El plástico abunda de un modo que atosiga y te deja indeferente a la vez. Por lo menos, el color claro -motivado por la elección del color exterior en azul oscuro, supongo- da impresión de amplitud y limpieza, algo es algo. Por lo menos, el tacto y funcionamiento de los botoncitos es bueno, agradable.
Claro, te dejaría indiferente si no hubieras pagado los 30.000 euros que cuesta este carro. Pero no es así. Uno no puede quedarse tan tranquilo habiendo pagado tantos miles de euros para recibir a cambio el interior de un Dacia Logan, sinceramente. Como parte buena, hay que decir que el coche, con 200 km en su marcador, no tiene desajustes ni vibraciones y ni grillitos -faltaría más, vamos-.


No, no se equivoquen: esto no es de serie, se llama R-Design, y cuesta caro.


No obstante, el Volvo es un coche cómodo, uno se acopla y enseguida se encuentra a gusto en él. Detrás pueden viajar dos personas muy cómodamente -si no son altas, porque la ventanilla trasera baja mucho, lo que me ha sorprendido en un coche de este tipo-, o tres personas apretadillas, que es lo normal en este rango de coches. Me siento a los mandos y, ¡horror!, el volante es más o menos del tamaño del timón de la Perla Negra, y me siento como el capitán Jack Sparrow. Es fino y de un diámetro intolerable, sinceramente. Los relojes, bueno, están ahí, pero en estos días, o en 2007 cuando se hizo el restyling, se debió arreglar con algo más modernito, no tan clásico. Se supone que es un diseño dirigido a padres jovenes -sobre todo el V50-, no a conductores pasotas jubilados a los que les da igual estos detalles con tal de que el coche les lleve con cierta eficacia al centro social más cercano para tomarse una cervecita con tus colegas jubiletas mientras juegas al mus. El color verdoso de su retroiluminación me recuerda a pelis de ciencia ficción de serie B, y al Volvo 340 que tuve hace ahora casi veinte años. Hay cosas que no cambian en Suecia. Mención aparte merece el batiburrillo de números pequeños y datos, en completa amalgama ilegible, apretados y minúsculos. Puede que sea cuestión de acostumbrarse, todo no va a ser como el display de mi SLK, o recurriendo a algo más mundano, a la sencilla, lógica y muy visible información que ofrece el espacio destinado a ello en mi Altea XL, sin ir más lejos.



El mismo tono y acabado del coche probado: miren la palanca de cambio y el salpicadero.

La palanca del cambio automático es horriblemente fea, su tacto es aún peor, y el material empleado para su construcción se asemeja a una raqueta de tenis de mesa de juguete comprada en el Carreful. Pero cumple su función, y por ello está destinado a ser tocada pocas veces: sólo al principio y al final de nuestro cómodo viaje. Menos mal.
Pasamos ahora a las sensaciones de conducción. El coche me ha sorprendido porque lleva una suspensión durita, no como el anterior S40, que era tirando a muy comodón, y flaneaba ostensiblemente en cuanto superábamos la velocidad legal permitida. En cambio, el actual S40 es un coche que se nota asentado, muy sujeto, con una dirección que transmite confianza. El coche va sin rechistar por donde le ordenas, tiene una estabilidad más que aceptable. El ruido del motor apenas se nota en el habitáculo, excepto parado en un semáforo al ralentí, que no puede evitar su origen de motor de tractor. Bueno, es un mal menor al que, por desgracia, ya esamos casi acostumbrados. No sé porqué mi suegra se ha comprado este coche en versión diésel, si no hace ni 10.000 km al año. Un dos litros de gasolina le hubiera salido más barato, es más silencioso y agradable de conducir.
Ya digo que en marcha, el ruido del motor no molesta, ni surgen extrañas o molestas distorsiones aerodinámicas a velocidad de crucero. Es muy placentero y se nota que está hecho para viajar porque uno va bastante cómodo, la verdad, y tiene esa resera de estabilidad que puede poner una sonrisa en la cara si se acerca un tramo revirado en la carretera de montaña. Pero sí que hay mucho ruido de rododadura. Lo he comprobado. Mi Altea XL está mejor aislado sin dejar de transmitir lo que pasa bajo las ruedas del coche. El Volvo, a pesar de montar la medida original de llantas de 16", en medida 215/55, que implica un buen perfil, quizá por la dureza de las suspensiones antes citada, repercute en el interior todo cambio de asfalto, juntas, piedrecitas, etc. No es que sea algo molesto, pero no es lo que se espera en este coche.

En cuanto a las prestaciones, seré breve: no existen. El coche es lento acelerando a partir de 120 por hora, lo que es muy molesto a la hora de adelantar. Y consume mucho para ser un inyeccion directa turbocomprimido del siglo XXI, casi 8'5 litros de media es mucho gasóil en los tiempos que corren.
En resumidas cuentas, este es un coche lleno de contradicciones: te promete modernidad, pero no es moderno; aparenta dinamismoy fuerza, pero es lento y duro. Quiere transmitir la imagen de un coche que escapa a los habituales rivales de fabricantes generalistas -Renault, Peugeot, Seat, Volkswagen...-, pero en verdad ha terminado convirtiéndose en el mismo tipo de medianía rodante. Es pura fachada, casi un sepulcro blanqueado.

jueves, 14 de enero de 2010

caca

Caquita de perro.

Uno va por la calle, por la acera se entiende, que es por donde hay que caminar en las ciudades. Uno va, como iba diciendo, y no hace otra cosa que sortear colillas; papeles de la más diversa índole, tamaño y color; plastiquitos, bolsas, envoltorios de golosinas, chicles usados; hojas de árboles; losas trampa, sí, de esas que, cuando ha llovido las pisas y un chorrito sale escupido y se mete por la pernera del pantalón llegando hasta la mismísima ingle; y, cómo no, ñordas de perro.
¡Qué asco, joder! Qué puto asco de perro, de dueño del perro, de nosotros que lo permitimos, del alcalde a quien se la suda, de la policía que no cumple con su obligatoria tarea de sancionar, y de los servicios municipales de limpieza que no cumplen con su mínima –y nada complicada- tarea de mantener la ciudad en un estado decente de limpieza y salubridad.
Es algo repugnante, o sea que repugna.

Diccionario de la lengua española © 2005 Espasa-Calpe:
Repugnancia:
1. f. Aversión que se siente hacia determinada persona o cosa.
2. Malestar en el estómago que puede provocar náuseas o vómitos,producido por algo que resulta desagradable.
3. Aversión que se siente o resistencia que se opone a consentir o hacer una cosa:
4. FILOS. Incompatibilidad entre dos atributos o cualidades de una misma cosa.
Obviamente, me refiero a las dos primeras acepciones.

No sé en qué estado se encuentran las aceras y parques de otras ciudades, pero las dos que más y mejor conozco, Huelva y Sevilla, son lamentables en este aspecto.
Lo normal es que ocurra lo que decía Harry El Sucio en la primera y magnífica peli de su saga policial: o se las pisa, o se secan y se las lleva el viento.
En mi camino diario de casa al trabajo y viceversa –sí, lo sé, soy un privilegiado por poder ir andando al trabajo y tardar, a ritmo normal, 16 minutos exactos de reloj-, veo numerosas caquitas perrunas. Indefectiblemente. No recuerdo una sola vez que haya salido a pasear que no haya visto ninguna. Y vivo en pleno centro, donde se supone que los servicios son mejores. Y una mierda, valga la redundancia.





Comprendo que el can, como todo ser vivo, tenga que expulsar los desechos derivados de la ingesta y digestión de alimento, en forma de excremento maloliente y antiestético, transporte de enfermedades y parásitos. Todos lo hacemos. Incluso yo, amigos, cago al menos una vez al día. Hasta Beyoncee y Angelina Jolie lo hacen. Pero coño, lo hacemos en un inodoro, luego nos limpiamos el culo, tiramos de la cadena y nos lavamos las manos para borrar hasta el más ínfimo rastro de hedor.
Un perro no. Un perro caga donde le conviene y le guste, generalmente con motivos territoriales de marcación de zona, aviso a navegantes rivales, o reclamo sexual. Y punto. Puede ser en medio de una esquina, en el umbral del portal de tu casa, en el tobogán donde tu hijo pequeño juega por las tardes, o en el centro de la mismísima cocina. Normalmente con el dueño mirando hacia otro lado –para no ver la grotesca imagen de un rottweiler de cuclillas con gesto de esfuerzo, que es una imagen muy triste y graciosa a la vez-, silbando y haciéndose el loco. Lo correcto es, a continuación, recoger la cagada con una bolsita de plástico y depositar el regalito en el contenedor más cercano. Pero eso es molesto, humillante, denigrante.
Curiosamente, esas mismas personas que no lo hacen, no consideran molesto, humillante ni denigrante, el tener que andar mirando hacia el suelo –como si fuéramos unos encorvados viejos aquejados de reuma o artrosis- esquivando esas minas fétidas.

Hay que ser muy hijo de la gran puta para ser así. Oiga, si no es capaz de apechugar con las responsabilidades que conlleva el ser dueño de un animal en una ciudad, no lo tenga, cojones.
Si fuera alcalde, o concejal de medio ambiente, de urbanismo, de salud pública, o como quiera que se llame la concejalía de la que dependa tamaña irregularidad, cortaría de raíz con el dichoso problemita: prohibición absoluta de animales de compañía en el ámbito urbano. Ni uno. Ni perros, ni gatos, ni canarios, ni loros. Admitiría peces y análogos, que no hacen ruido, ni ensucian la calle.

Ah, y no se le ocurra nunca reprender a uno de esos impresentables cuando le sorprenda en pleno escaqueo. No se le ocurra decirle tampoco “hay que llevar el perro sujeto con una correa, señor, es obligatorio porque el perro es un animal impredecible y peligroso por naturaleza”, ni mucho menos al orgulloso dueño de ese perro de presa que todos sabemos aquello de “ponga un bozal a ese animal, señor”. Te contestan muy airados que “no, no, si mi perro no muerde”. No, oiga señor, no. Todos los perros muerden, igual que todos cagan. Otra cosa es que el suyo no lo haya hecho todavía, pero siempre hay una primera vez. Además, ¿usted no puede comprender, tan limitado es su entendimiento, que hay personas a quienes no les gustan los perros? ¿Que un niño pequeño puede sentirse asustado, que un anciano también?





Sí, que los perros caguen como es debido, pero que sus dueños lo recojan: no sólo es la Ley, es de sentido común.

martes, 12 de enero de 2010

Nano

Pues sí, después de dos años con mi Nano 3G, me han regalado por mi cumpleaños, contra todo pronóstico, un nuevo Nano 6G, en color rojo. Mola.
Tiene muchas ventajas respecto de mi antiguo reproductor, entre otras que puede almacenar cuatro veces más bytes, lleva un minialtavoz incorporado, así como sintonizador de radio, y lo que es más novedoso: puede grabar video. Eso está muy bien.






A veces, hacer deporte en solitario como montar en bici, nadar o correr, puede ser tremendamente tedioso. Sobre todo nadar -cosa que no hago salvo para librarme de morir ahogado, o correr. Montar en bici de montaña conlleva una serie de atenciones a la marcha que hacen que el tiempo pase más o menos deprisa. Pero correr, algo a lo que fui muy aficionado en mi temprana juventud, puede llegar a convertirse en hastío de forma veloz si no ponemos de nuestra parte para hacer de esa actividad algo ameno y, ¿divertido?







De modo que me he agenciado un accesorio como éste:







El cual me serviría de poco sin este otro:



Ahora, hacer deporte es mucho más llevadero, soportable, entretenido y variado. Vamos, que estoy deseando salir a correr o jugar al pádel con la chiquilla de la foto:

Y si no puede ser, pues con esta otra, que parece más agresiva, ummmmm...


domingo, 10 de enero de 2010

desmopepino

Mis muy queridos y sufridos escasos lectores, no puedo sacarme esta imagen de la cabeza. Sólo queda decir que se están dando los primeros pasos para la realización de tamaña empresa:


martes, 5 de enero de 2010

el ciclismo es así


Hace un par de días volví a rodar durante casi tres horas tras más de dos meses de inactividad ciclista. Y recordé estas máximas que una vez encontré surfeando la red:


• Estar tan fatigado que no crees ser capaz de volver a casa.

• Descubrir cómo una Coca-Cola comprada en una tienducha puede resucitar a los muertos.

• Estás en la bici por quinto día consecutivo, y el culo ya no duele.

• Soplar un moco por la nariz sin golpear el hombro, o la pierna, o el ciclista que va detrás de tí.

• Notas que alguien más tiene grasa de la cadena en la pantorrilla derecha.

• Te caes, has pinchado, te has fatigado, te has dado la vuelta, y cuando llegas a casa dices que ha sido un gran paseo.

• Limpiar la piñonera con tu cepillo de dientes viejo.

• Tener una caída e inmediatamente preguntar, "¿cómo está mi bici?"

• Explicar tu entrenamiento con exquisito detalle en un blog, y luego darse cuenta de que a nadie le importa.

• Esprintando y superando a un perro enloquecido.

• Descender por un sendero por el que no podrías caminar con seguridad.

• Tener la sensación de estar superfuerte, y luego darse la vuelta para el viaje de vuelta y darse cuenta de que había un viento de cola.

• Preguntarte si el ciclismo importa demasiado.

• No preocuparse si lo hace.