martes, 19 de enero de 2010

El tiburón.



Tiburón de autopista.



En mi tercera entrega de esta breve serie de pruebas/críticas sobre coches, voy a hablar sobre uno que se sale de lo común. Este automóvil es una fiera, rápido como un cheeta, pero puede ser dócil como un gatito si la situación lo exige. Puede volar por la autobahn, o encontrarse a gusto en la vorágine de la ciudad. Puede lanzar al hiperespacio a cuatro ocupantes y su equipaje en un Sevilla-Madrid non estop en menos de lo que tarda en cantar un gallo, o servir de cómodo y mero trasladante para un viajante de comercio adinerado y hastiado de los anodinos y abundantes Audi A6 de renting que inundan nuestras autovías -realmente, ¿hay alguien que se compre esa berlina a título particular? No lo creo.-.


Hablo, por supuesto, de un Mercedes, un coche que ha creado un nicho de mercado que los medios especializados han dado en llamar "cupés de cuatro puertas", o "berlinas deportivas", o cualquier otra patochada que sus lúcidas mentes de aburridos y ñoños asalariados han podido vomitar y sus redactores jefes les han permitido usar.


El Mercedes CLS es un maquinón, oigan, y más si se trata de un CLS500: cinco mil quinientos, sí, leánlo otra vez por favor, cinco mil quinientos centímetros cúbicos repartidos en ocho cilindros que se disponen en una UVE longitudinal debajo de un capó gloriosamente afilado. Este coche dispone de la nada despreciable cifra de 388 cv, y un implacable par motor de 530 n/m desde sólo 2.800 rpm. Es necesario señalar que el coche sube muy rápidamente de vueltas hasta unas 6.500 rpm, y remarco lo de muy rápidamente, porque en marchas cortas llega al corte más rápido de lo que tardas en pestañear. En serio.




¿Cabreado?



Los datos oficiales hablan de acelerar de cero a cien en 5'4 segundos -magnífico tratándose de un bicho que se acerca a las dos toneladas de peso-, y una velocidad punta autolimitada electrónicamente a 250 km/h.

¿Qué decir de los acabados exteriores del CLS? Es un Mercedes Benz, por lo que sobra todo comentario sobre la calidad de los ajustes, materiales y pintura. La cuestión estética es caso aparte, porque lamentablemente, sí, lo ha adivinado: también hay Mercedes feos que nunca debieron ver la luz. Pero no es el caso. Nuestro CLS es muy bello, ha creado escuela, y ha obligado a otros fabricantes a afilar sus lápices para sacar al mercado sus réplicas con más o menos éxito/gusto/acierto. Ni siquiera mencionaré aquí sus nombres.



Su imagen transmite velocidad, incluso estacionado inofensivamente.


Pero se da una curiosa paradoja. Lejos de ser todo lo aerodinámico que su perfil propone, su coeficiente de penetración CX es un poco peor que el del clase E, lo que hace que consuma un poco más de combustible. La silueta que nos regala el CLS es fantástica, porque es un coche grande, largo y ancho, pero varios centímetros más bajo que un gran sedan al uso, sólo mide 1'40 metros de altura con la suspensión neumática en el modo deportivo, para una longitud muy cercana a los cinco metros.

Pero nos aguardan más sorpresas, como las puertas sin marco para las ventanillas, tanto las delanteras como las traseras, algo que hasta hace poco sólo era propio de auténticos deportivos.

Otros detalles que realzan su deportividad es la ausencia de estrella en el capó, a cambio de una grande en la parrilla, y los enormes tubos de escape que asoman bajo el parachoques trasero, uno a cada lado. Su alta y ancha cintura, que otorga mucha robustez a su diseño, proporcionando unas ventanillas más o menos pequeñas y huyendo -nota discordante que mola- de la corriente tan cacareada de grandes superficies acristaladas que no hacen sino dar mucho calor en verano y menoscaban la seguridad pasiva del habitáculo.

El 500 viene bien calzado, con unas llantas de 18" y neumáticos en medida 245/40, que dan un agarre suficiente y una comodidad encomiable en unión del aludido sistema de suspensión neumática.

Pasamos al interior, y cerramos la puerta con ese glorioso y sólido sonido que sólo las grandes berlinas Mercedes suelen regalarnos. El puesto de conducción es fácilmente regulable mediante unos botoncitos que mueven eléctricamente el asiento, y el volante también lo podemos mover a nuestro gusto. A pesar de eso, encuentro que el asiento queda demasiado alto en su posición más baja, y las personas de más de 1'85 seguramente tendrán problemas para acceder con comodidad al habitáculo. Los sillones, auténticos Manolitos tapizados en cuero de primerísima calidad, son buenos, aunque yo, personalmente, habría escogido equipar el coche con el paquete AMG sólo por sus semibaquets. Los relojes y volante son típicos del clase E, pero mejor presentados por el ambiente que les rodean, o sea, que son de lectura clara y diáfana, muy ordenado todo, con apliques de madera por doquier -verdadera madera, no ese plástico cutre de imitación- de raiz y acabado mate que es muy, muy, muy bonito. Todo acompaña en ajuste y calidad, todo a mano y en posiciones lógicas, muy germánico. El material usado para el salpicadero es muy agradable al tacto, blandito, y simula a esos salpicaderos forrados en cuero que podemos ver en Porsche, Ferrari o Lamborghini. Para conseguir ese acabado en Mercedes hay que recurrir a algo denominado "Designo", que debe ser sinónimo de pasta gansa en el dialecto teutón.




¡Bonito!


Detrás sólo pueden sentarse dos personas, no está homologado para cinco plazas, lo que hace que sean dos buenas y cómodas plazas de verdad. Y aunque el techo cae espectacularmente en línea descendente con el maletero -lo que da una imagen característica y singular a su diseño, imitado en todos los que han replicado su concepto-, al ir sentado muy abajo no hay problemas de altura. Todos los materiales usados son de primera, así como los ajustes y ausencia de ruidos o grillos a pesar de los 150.000 km que ya marca.

El coche viene equipado de serie con las cosas típicas que deberían serlo en todos los autos que pisan la calle -aunque lamentablemente no sea así-: tempomat, cambio automático de siete velocidades, faros de xenón, suspensión neumática regulable en tres posiciones, tapicería de cuero... Yo mismo aconsejé a mi padre, que es el dueño del coche probado, que no se le ocurriera pedir el extra del navegador Comand, que es un gran timo por parte de Mercedes: 3.500 euros por un navegador que es infinitamente peor en su función que un simple TomTom de 100 pavos. Horriblemente lamentable. Y la mayoría de los que compran una berlina Mercedes lo montan simplemente porque queda muy chuli. ¡Cuánta ignorancia! ¡Cuánto servilismo al "qué dirán"!




Precio del navegador Comand: unos 3.500 ecus del ala. Un TomTom es mucho mejor.

La conducción de ese tiburón es simplemente espectacular. Es muy cómodo en la posición más blanda de la suspensión, se lo traga todo sin inmutarse, y teóricamente adapta la dureza y altura según la forma de conducir y la velocidad a la que circulamos. De todos modos, lo encuentro demasiado blando para mi gusto. Prefiero un coche más sujeto y sentir un poco más lo que pasa ahí debajo cuando andamos con tanto peso y potencia. Si pulsamos el botoncito previsto al efecto, y endurecemos la suspensión bajando el coche, su comportamiento cambia ostensiblemente: se vuelve duro, muy estable. Aporta confianza y aplomo, no balancea en las curvas, ni cabecea en aceleraciones o frenadas, pero hay que tener cuidado con las inercias que genera tanta masa cuando afrontamos varias curvas enlazadas en la montaña. Hay que saber lo que se lleva entre manos, porque 388 cv dan para mucho, se come las rectas entre curvas sin enterarse, y vas a 180/200 a punta de gas en la autopista gastando menos de 11 litros -increíble, pero es cierto-.
Si este 500 corre de este modo, ¿cómo será conducir el brutal CLS 55AMG de mi vecino -sí, el mamón tiene uno, y comparte garaje con un F430 y un C32, maravilloso, entre otros-, más sensacional que el actual 63AMG, según dicen? Dar un acelerón en vacío es algo maravilloso, y manejarlo en modo de cambio "manual" te transporta a otra dimensión. Lo único que echo de menos es un poco más de sonido, algo que adorne aún más la experiencia de su tremenda capacidad de aceleración, un bramido como corresponde a ese V8 atmosférico.
En fin, que se nota que el coche este me ha gustado, pero eso no tiene mérito porque, ¿a quién, que esté en su sano juicio, puede no gustarle?

Cuando uno habla de Mercedes, no suele asociarlo a la palabra "diseño", pero este auto, junto con otros salidos recientemente de las entrañas de su fábrica como el SLS, o de sus asociados como el SLR McLaren, nos hace albergar alguna tímida esperanza acerca del futuro de la automoción de coches de lujo y deportivos, en medio de la actual marea de falsos ecologistas de pacotilla que viven del cuento del fin del Mundo.

Amén.

2 comentarios:

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