Llegó el esperado día, un sábado previo al Domingo de Ramos, en que A.L. y mi persona iríamos entusiasmados y nerviosos a aquel ruedo donde hace doce años, un mes y cinco días, recibiera la peor cornada de mi vida.
Para ello habíamos preparado las motos quitando todo lo innecesario, y montándoles unas buenas gomas slick con calentadores el señor de la Kawa, y una Diablo Supercorsa SP V2 un servidor.
Pero cuando iba ya entrando en faena, y previo a atacar el tercer tiempo, tuve que abortar al notar que un ruido, un claqueteo al ralentí que vengo notando hace un par de salidas, había incrementado notablemente su volumen, amén de un tremendo descenso en las prestaciones... No seguí exprimiendo el cansado corazón de mi Ducati, pero aunque en principio la avería indica que puede ser casquillo de biela gastado/roto, si la cogí a tiempo puede que no pase de ahí. Temo que sea peor, y haya quedado tocado el cigüeñal y quizá bielas. ¡El horror!
Se trata, seguramente, de la avería más costosa que podría tener este motor.
En principio he comenzado a desmontar cosas, con ánimo de abrir yo mismo los cárteres y observar el alcance de la lesión. Me lo tomo con filosofía, ni si quiera me enfadé o frustré, pues son cosas que pasan y la verdad es que en mi larga trayectoria como motociclista las averías me han respetado muchísimo. Al final tendré que dar la razón a los que hablan mal de las italianas. Ya pensaremos qué hacemos si hay que cambiar cigüeñal y bielas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comente, quédese a gusto, pero si firma como anónimo nadie lo verá.