Corría el año 2005, y yo acababa de vender mi 999 roja moposto. Un amigo motorista acababa de fallecer por un accidente de circulación, y mi hijo menor tenía pocos meses: la tormenta perfecta.
Me arrepentí enseguida, por supuesto, pero el daño ya estaba hecho. Y después de muchas idas y venidas, varias motos de distinta índole, muchas tandas en circuito para quitarme de las vías públicas, y la fatal caída en Portimao que casi acabó conmigo, el tiempo hizo que volviera al redil de las Testatretta con la modesta 749 que poseo desde hace ya cinco años. El tiempo pasa volando, y con el paso de los años y los kilómetros me he ido dando cuenta de lo mucho, lo muchísimo, que me gusta esta máquina.
Esta moto tiene muchos detractores, pero creo que el tiempo ha dado la razón a su diseñador, aunque debo reconocer que Ducati cometió algunos errores en su concepto y lanzamiento, el más importante el mantener la misma planta motriz que el modelo al que sustituyó.
No es muy potente, apenas 108 cv cuando salió de fábrica, y seguro que ahora mucho menos, y con un pasado incierto, de seguramente no muy buen trato. Pero yo le he dado bastante cariño, la he ido poniendo al día en la medida de mis posibilidades, me he hecho el valiente para llevar a cabo personalmente su mantenimiento y puesta a punto, le compré algunas chuches... un proceso que he disfrutado.
Anécdotas con ella tengo varias, como preguntarme en el año 2019 si era "la nueva Ducati" (el diseño es de 2003, mi moto es de noviembre de 2004), o aquella niña pequeña, de unos cinco o seis años, que cruzando un paso de peatones se quedó parada en medio con la boca abierta embobada mirando la moto estando yo parado en el semáforo. Todavía hoy muchos se sorprenden de que la moto corra como corre, cosa que no comprendo, porque si esta moto corre tanto... casi cualquier moto del mercado lo mismo o mucho más!!! En fin, que no me aburro con ella.
Pero lo que más disfruto es conducirla, sentirla, porque es una moto que se siente, muy física. No es amable, sino de postura difícil a la que hay que acostumbrarse (y con cincuenta tacos ya, a veces se hace cuesta arriba), pero cuando uno entra en faena en carretera de curvas es cuando sale a relucir su sentido, el porqué de esa postura, su geometría. Trazar con ella es gloria bendita.
Hace dos fines de semana hice un recorrido por una carretera muy revirada, en soledad, un domingo cualquiera por la mañana, aprovechando el fresco matinal de un principio de agosto muy caluroso. Ida y vuelta sobre mis pasos en carretera de montaña, y acabé muy, muy cansado, como nunca me había ocurrido. Me faltaba el resuello, las muñecas entumecidas, los hombros sin energía, las espalda dolorida en la zona lumbar... todo por unos pocos roces de las deslizaderas del mono de cuero. Y aunque contento por la ruta, llegué a casa exhausto. Esto me ha pasado alguna otra vez, sobre todo al principio de tenerla, cuando nos estábamos conociendo.
Y me asaltó esa idea peregrina de cambiar los semimanillares por unos un poco más elevados que relajen su extrema posición de conducción. Ya tenía unos fichados en la web, pero subir la altura de los manubrios supone que sus exclusivos depósitos de líquidos de freno y embrague toquen con el carenado. Todo va muy ajustado en esta moto, condicionado por la función y el diseño. Esto tiene solución, adaptando unos depósitos convencionales para estos líquidos, y reposicionándolos de modo que nada estorbe el giro de la dirección... pero ya estaría traicionando el concepto, la diferencia que supone el diseño de Terblanche. Me resisto a ello.
Ayer salí de nuevo con ella y todo fue fantástico. Es cierto que la carretera que cogí es menos exigente, pero fuimos a buen ritmo y durante más kilómetros, y mis miembros respondieron bien.
Lo del agotamiento del otro día debió ser algo puntual, me cogería bajo de defensas, o previamente cansado por otras causas, ¿quién sabe?