Hay que probarlo todo?
Reticente desde el principio con este nuevo-viejo invento, que ahora causa furor sobre todo entre los windsurfers, he pasado todo el verano rechazando ofertas de venta, unipersonales o conjuntas (compartidas) con otros personajes por mitades e incluso por terceras partes indivisas. Ni quise probarlo en el agua, cierto es que el concepto no me atraía.
Pero la vida da vueltas, y en el último día de agosto, personado a pie de orilla con apenas cinco o seis nudos de viento, y temiendo pasar una aburrida tarde de martes acompañando al limitador (que se limita a quedarse en su silla medio tomando sol, medio leyendo en la tableta), fue llegar y topar.
Como si de un oráculo se tratase, el Hombre que Susurra a las Cometas, Manuel Oliveira, nada más verme llegar me dijo a grandes voces que cogiera ya de una vez ese invento, que se compone de un ala que es una especie de híbrido entre cometa y vela, y una tabla específica, más corta que un SUP y armada con un enorme foil a modo de quilla asesina y degolladora de incautos.
No se me dio muy mal, di varios bordos y volví al sitio en cada ocasión, incluso gané terreno al viento, pero tuve que abandonar pasados tres cuartos de hora porque la intensidad de moléculas en movimiento decayó y era una lucha vana intentar avanzar por las aguas.
Como divertimento para pasar el rato un día tonto de viento flojo puede pasar. Como inversión para añadir o, peor aún, sustituir a la cometa, ni me lo planteo. Antes me pillo una tabla de windsurf y vuelvo a mis orígenes acuáticos. Así lo he sentido yo.
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