Estas torrenciales últimas lluvias -o debería hablar en singular, más bien-, que han traído percances y disgustos en localidades cercanas, han servido también para refrescar nuestros habituales senderos.
Pero lo que pasa con estos enormes chaparrones es que, en lugar de empapar progresivamente el campo, el suelo no da abasto para absorber la cantidad de agua, y se forman riachuelos por doquier. Como quiera que los estrechos y disfrutables senderos son terreno sin obstáculos para que el líquido corra, tienden a llenarse en estas circunstancias dando lugar a una experiencia engorrosa, poco agradable. No es lo mismo un charquito aislado, una zona húmeda, que toda una red de canales como si de toda una Venecia de los singletracks se tratase.
La vuelta, casi con la puesta de sol encima, fue también disfrutada a su paso por marismas y salinas:
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