jueves, 19 de noviembre de 2020

Otoño, humedad, fronteras virtuales

 La Libertad suele tener un precio. Hace unos días es posible que una cámara con sensor de velocidad captara que circulaba a 0’036 km/s, y puede que este hecho tenga sus consecuencias. 

Mientras tanto, no puedo sino sentirme un privilegiado por muchos motivos, con la que está cayendo. Las lacras del desempleo y la enfermedad asolan un mundo, un planeta, en el que puede que el principal problema sea que somos demasiados. Esto no es nuevo, hay mucho escrito desde que Thomas R. Malthus, en su libro de 1798 "Ensayo sobre el principio de la población" (An Essay on the Principle of Population) predijo que la sobrepoblación provocaría la extinción de la raza humana para el año 1880. Vale, se pasó un poco, pero no iba mal encaminado filosóficamente.

"Todos sobre Zanzíbar" es una novela de ciencia ficción distópica escrita por John Brunner y publicada por primera vez en 1968, de la que ya hablé por aquí hace mucho tiempo, y trata este asunto y sus consecuencias más inmediatas, en general la falta de recursos para todos. 


Pero de momento tengo un oficio (monótono, rutinario, y quizá hasta aburrido y poco motivante), y no me ha atacado el covid19, ni a familiares o amigos. Y a pesar de las restricciones en derechos de circulación, puedo disfrutar de cierta actividad física en plena naturaleza, que es sano y siempre bienvenida. 


El campo se cubre de verde, por fin. Aire puro, paz, agua y sol nos acompañan en los trayectos entre el bosque surcado por una red de senderos.

Las fronteras ¿existen? En esta era de globalización parece que se incrementa el sentimiento de propiedad hasta límites insospechados. Mejor no planteárselo y mirar hacia adelante. No molestar a nadie, no abusar, sonreir. Amar.

lunes, 9 de noviembre de 2020

En realidad, nunca estuviste aquí

 You were never really here, una sorpresa que me encontré en la plataforma de Amazon para video, protagonizada por Joaquin Phoenix (ahora todo el mundo le conoce, aleluya al Joker, manda cojones).

Basada en el libro del mismo título de Jonathan Ames, cuando uno ve esta película nota que hay muchas cosas que se dan por sentadas. No son quizá tan importantes o trascendentes para la trama (o quizá sí), y la imaginación del espectador debe trabajar para cuadrar algunas cosas, pero se coge el hilo de la acción y ya no se suelta hasta el extraño e improbable final que te deja como... como... ¿ya? ¿así? joder hostia, no me jodas.


Llevo años adorando a este actor, cuyo trabajo me parece sublime, así como su elección de las películas en las que interviene, algunas de ellas nada comerciales (como la que ahora nos atañe), y en su día quedé absolutamente hipnotizado por sus maneras en The Master, que vi dos veces seguidas, o Señales, Her, El Bosque, En la cuerda floja...


Pero en ésta, joder, y perdonen que es la segunda vez que uso la expresión, pero es que joder, Phoenix se sale, está brutal, el papel le va que ni pintado, lo borda. INSUPERABLE. No creo, sinceramente, no pongo a ningún actor del panorama actual mejorando su trabajo. Lo que aparece como un argumento de peli barata de acción, gracias a las maneras de la dirección de Lynne Ramsay (espectacular, sincera, directa, brutal, un puñetazo en toda la cara del visionador de este su producto), la adaptación tan sui generis del guión, y la actuación de todos los participantes en la acción, se convierte en casi una obra maestra. 

Pero aviso: no es un cine para cualquiera. Su visceral sinceridad, sus brutales escenas de violencia sin ser verdaderamente violentas, o al menos no hacer de la violencia algo desagradable y gratuito, sino algo justo y necesario en el momento en que ocurre, no agradará al espectador medio acostumbrado a productos mascaditos, a héroes de pacotilla irreales, y efectos especiales sin sentido. 

Esta es una película de un héroe, sí, un señor desconocido y que quiere seguir siéndolo, que va más allá de lo exigible, todo por su concepción del bien y el mal, y a lo que ha consagrado su vida. 


Pueden ver en estos fotogramas que expongo, que Joaquin ha puesto unos kilos y se ha dejado pelos largos y barbas. Encarna a un veterano de guerra y exFBI (cosa que no se cuenta en la peli, pero sí en el libro, aunque en el film hay destellos del pasado que aparacen como flash backs rápidos, vertiginosos diríase, que no solo refieren a ese pasado bélico o policiaco, sino también a una infancia tortuosa), que vive con su anciana madre, a la que cuida y protege, y se gana la vida rescatando a niñas del tráfico de personas. Cuando es contratado por un Senador para que rescate a su hija, ocurre algo inesperado que da un giro total al encargo... y a su vida que tan bajo control tenía. 

Y, bueno, a mí la vida personal del actor me puede interesar hasta cierto punto, porque creo que si uno conoce un poco la historia, la biografía, la educación y creencias, puede tener una experiencia más completa de su trabajo. Pero en el caso de Phoenix, me llevé una decepción al saber que es un vegano ultraconvencido hasta las últimas consecuencias, y tengo por tales su implicación en numerosas fundaciones y entidades para salvar el planeta, los animales, y su afiliación y defensa de Amnistía Internacional, esa onegé de la que no quiero saber nada (qué gran noticia si me entero mañana de su desaparición y quema!!!!). No importa, cada uno, como digo, cree en lo que cree, y seguramente Joaquin lo hace de corazón y con pleno convencimiento. Eso me vale si influye en que su trabajo sea tan espectacular. Y punto pelota.


Se veía venir...

Hay que aprovechar al máximo. Algunos tenemos que sufrir las consecuencias del incumplimiento otros de normas y consejos por el bien de todos. Mientras otros se reúnen a hurtadillas como si nada estuviera ocurriendo, en un despreciable acto de egoísmo absoluto, sin respecto y con todo el desprecio hacia sus semejantes, incluso sus más allegados mayores, los demás salimos casi lo imprescindible, huímos de meetings multitudinarios, nos repele la muchedumbre, nos alejamos de la grey. 
Hay muchos libros que leer, pelis que ver, paseos que dar.
Y se veía venir que esto pronto iba a acabar, como ya ocurrió. Aquella vez fue un poco inesperado. Ahora era crónica de un encierro anunciado. 

Servidor aprovechó para montar en moto por el campo el sábado, una ruta variopinta en la que tuvimos que sufrir carretera, aburridas pistas, campo a través por un track que ha desaparecido... para llegar al precioso e incomparable entorno del precoto de Doñana. En alguna parte entre Bollullos e Hinojos, nos fuimos perdiendo por senderos estrechos con muchas curvas, en un terreno idealmente regado por las últimas lluvias (por fin). 

Tanto se retorció la cosa, que en un túnel de vegetación nos encontramos un paso entorpecido por un pino que se se había caído con los vientos de la semana pasada, y alguno tuvo problemas para pasar por debajo. El ratito que tardamos en pasar por esa estechura, la Honda XR650R de Pedrito se recalentó, y tuvimos que parar motores para esperar a que se enfriara un poco.

En la primera imagen, al fondo pueden ver el tronco caído en medio del camino, a media altura. En primer plano Antuán aprovechando para echar unas caladas. Pedrito ni se quitó el casco, abochornado como estaba, supongo. Perico, detrás, sonríe malicioso...


Lillo se descojonaba de la situación, y no es para menos. Algunos no se enteran de que para seguir el ritmo de aventura y dificultad de motos modernas (690 y 701), no se puede ir con una moto casi del siglo pasado. La tecnología ha avanzado, y no nos queremos enterar. El romanticismo tiene un precio.

La de marras es bonita, suena fenomenal, pero nunca comprenderé la fama y mitología que hay alrededor de este modelo y su antecesora, la XR600, a las que también he visto romper en una ruta cualquiera, amén de los problemas para arrancarlas en caliente y otros inconvenientes....




El domingo tocó coger bici.
Fue un arrebato, mitad porque el cuerpo me lo pedía, mitad porque dormí poco y mal, y con el madrugón ya tenía las pilas cargadas. Salí casi al alba y aproveché para pedalear con tiempo fresco y un poco de llovizna al principio que apenas me molestó. 
Tuve tiempo de volver tras 50 km para ver las carreras de Moto2 y MotoGP en casa.


El terreno del pinar apareció perfecto en esa mañana dominical, poca gente, las gafas se me empañaban a ratos, sobre todo en algún sendero ratonero donde no podía desarrollar velocidad. Buen agarre, algunos charcos, barro, y finalmente salió el sol: glorioso.




Para rematar los últimos retazos de libertad, antes del cierre de mañana martes, hoy he subido a la venta del Cruce de Santa Ana con la 749, a la que hacía dos semanas que no arrancaba. Una subida-bajada non stop, con mejor ritmo en la vuelta, una vez reconocido el terreno y visto que no había tanta humedad en el suelo como pensaba en un principio. De este suceso no hay prueba pictográfica, ni falta que hace, la moto ya está muy vista.
Llegué casi sin contratiempos a casa sobre las seis de la tarde con bastante sol de frente, lo que hace la vuelta muy molesta en algunos puntos, sobre todo alrededor de Valverde del Camino por la orientación de la carretera.
Mañana martes comienzan dos semanas de reclusión perimetral: no podremos salir del término municipal, con lo que prácticamente se anula pasear en moto, y muy poco en bici. ¿Saldré a correr un poco para mantener algo de forma? Ya veremos.