You were never really here, una sorpresa que me encontré en la plataforma de Amazon para video, protagonizada por Joaquin Phoenix (ahora todo el mundo le conoce, aleluya al Joker, manda cojones).
Basada en el libro del mismo título de Jonathan Ames, cuando uno ve esta película nota que hay muchas cosas que se dan por sentadas. No son quizá tan importantes o trascendentes para la trama (o quizá sí), y la imaginación del espectador debe trabajar para cuadrar algunas cosas, pero se coge el hilo de la acción y ya no se suelta hasta el extraño e improbable final que te deja como... como... ¿ya? ¿así? joder hostia, no me jodas.
Llevo años adorando a este actor, cuyo trabajo me parece sublime, así como su elección de las películas en las que interviene, algunas de ellas nada comerciales (como la que ahora nos atañe), y en su día quedé absolutamente hipnotizado por sus maneras en The Master, que vi dos veces seguidas, o Señales, Her, El Bosque, En la cuerda floja...
Pero en ésta, joder, y perdonen que es la segunda vez que uso la expresión, pero es que joder, Phoenix se sale, está brutal, el papel le va que ni pintado, lo borda. INSUPERABLE. No creo, sinceramente, no pongo a ningún actor del panorama actual mejorando su trabajo. Lo que aparece como un argumento de peli barata de acción, gracias a las maneras de la dirección de Lynne Ramsay (espectacular, sincera, directa, brutal, un puñetazo en toda la cara del visionador de este su producto), la adaptación tan sui generis del guión, y la actuación de todos los participantes en la acción, se convierte en casi una obra maestra.
Pero aviso: no es un cine para cualquiera. Su visceral sinceridad, sus brutales escenas de violencia sin ser verdaderamente violentas, o al menos no hacer de la violencia algo desagradable y gratuito, sino algo justo y necesario en el momento en que ocurre, no agradará al espectador medio acostumbrado a productos mascaditos, a héroes de pacotilla irreales, y efectos especiales sin sentido.
Esta es una película de un héroe, sí, un señor desconocido y que quiere seguir siéndolo, que va más allá de lo exigible, todo por su concepción del bien y el mal, y a lo que ha consagrado su vida.
Pueden ver en estos fotogramas que expongo, que Joaquin ha puesto unos kilos y se ha dejado pelos largos y barbas. Encarna a un veterano de guerra y exFBI (cosa que no se cuenta en la peli, pero sí en el libro, aunque en el film hay destellos del pasado que aparacen como flash backs rápidos, vertiginosos diríase, que no solo refieren a ese pasado bélico o policiaco, sino también a una infancia tortuosa), que vive con su anciana madre, a la que cuida y protege, y se gana la vida rescatando a niñas del tráfico de personas. Cuando es contratado por un Senador para que rescate a su hija, ocurre algo inesperado que da un giro total al encargo... y a su vida que tan bajo control tenía.
Y, bueno, a mí la vida personal del actor me puede interesar hasta cierto punto, porque creo que si uno conoce un poco la historia, la biografía, la educación y creencias, puede tener una experiencia más completa de su trabajo. Pero en el caso de Phoenix, me llevé una decepción al saber que es un vegano ultraconvencido hasta las últimas consecuencias, y tengo por tales su implicación en numerosas fundaciones y entidades para salvar el planeta, los animales, y su afiliación y defensa de Amnistía Internacional, esa onegé de la que no quiero saber nada (qué gran noticia si me entero mañana de su desaparición y quema!!!!). No importa, cada uno, como digo, cree en lo que cree, y seguramente Joaquin lo hace de corazón y con pleno convencimiento. Eso me vale si influye en que su trabajo sea tan espectacular. Y punto pelota.