Cuando el cerco del confinamiento se va cerrando en esta llamada "segunda ola", algo me dice que hay que aprovechar cada ocasión de semilibertad que podamos disfrutar.
Es la nueva normalidad que nos ha tocado, y no se engañen, eso no lo ha inventado Pedro Sánchez, que se ha limitado a traducir lo que los americanos ya denominaron. Como siempre, los demás van por delante, aunque sea también en estos pequeños detalles del lenguaje. Eso en sí no está mal, es decir, si uno no sabe o no puede (porque no da para más), lo mejor es imitar al que sí sabe o puede, es norma elemental de supervivencia, y está claro que en estos momentos nos encontramos un poco en ese punto: supervivencia, unos amarrados al sillón tan deseable, y otros llegando a fin de mes, salvando los muebles, o intentando disfrutar de mínimos momentos de ocio.
Dicen que quien evita la ocasión, evita el peligro. Hay que olvidarse de tanto alternar no sólo ya con amistades, sino incluso con la familia. Y ahora a la fuerza, pues mis padres y hermanas, como los del limitador, se encuentran en la vecina provincia sevillana, a donde no nos va a estar permitido acceder en al menos diez días.
Mejor olvidar estas incumbencias aunque sea un rato, y montar en bici me lo permite, porque me concentro en conducir, pilotar. Cuidado con esa arenilla suelta, ojo a aquella raiz, ¿tendrá tracción esa subida?
Con el cambio de hora la oscuridad se cernía sobre mí a la vuelta, de nuevo.
Demasiados frentes unidos para oprimir el espíritu.
Pero hay que seguir, hay que empujar, hay que luchar.
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