Va acabando el mes de julio y el calor aprieta, unos días más, otros días peor. Es lo que toca en verano, y aún así, este año extraño he rodado más que nunca en época estival... quizá consecuencia del estallido post confinamiento.
El miedo (racionalizado y justificado) a un nuevo confinamiento en septiembre hace que aprovechemos más cada momento de ocio posible en el exterior, y uno no se arredra por unos grados celsius de más.
El campo amarillea, y los caminos que no están muy transitados son a veces difíciles de seguir. Hay que madrugar si se quiere disfrutar, y a las 8:15 ya estaba yo dando pedales hasta completar los 47 km de hoy. Feliz por haber transitado un par de nuevos senderos, y la alegría de haber descubierto estos trazados desconocidos para mí me llena de esperanza y ganas de seguir reconociendo el terreno y aprendiendo el mapa, el laberinto, la tela de araña que forman los singletracks de nuestros pinares.
¡Qué suerte tenemos!
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