Descubro que no se podrá traspasar la frontera provincial hasta que finalice la tercera fase de desescalada, esto es, como pronto, el 22 de mayo. Eso son prácticamente dos meses.
Dos meses más sin poder ver en persona a mis padres. Es de traca. Yo no puedo visitar a mi familia que está en la provincia contigua, pero transportistas varios, o mi jefa que vive en Sevilla, pueden hacerlo a diario y sin ningún problema. Yo, que iría directo de mi casa a la suya, sabiendo que ni en mi ámbito familiar ni en el suyo hay ningún infectado, no puedo. Pero un paquete que viene de Amazon desde Francia, que habrá pasado por no sé cuantas manos, y cuyo porteador puede venir de cualquier sitio y ha pasado por varias paradas en diferentes localidades desde Perpignan hasta Huelva, sí puede.
La norma dice que no está permitido salvo causas justificadas, y yo pregunto ¿cuáles son esas causas? ¿están tasadas? ¿quién las tiene que justificar y bajo qué criterios?
Es todo tan arbitrario, se explica tan mal, hay tantas situaciones diferentes, que resulta difícil para el humano acostumbrado a cuestionarse las cosas el acatar estas recomendaciones que nos llegan como órdenes de un ser superior, inapelables, dogmáticas... pero sin apoyo no ya científico, sino siquiera moral.
Mientras tanto, leo a diario los escándalos (a diario, sí, es impresionante esto) motivados por la falta de rigor de este Gobierno, que miente llamativamente, no deja de verter propaganda, manda un mensaje contradictorio día sí y día también, y mientras el apocado e inútil del Presidente, a quien la situación tiene desbordado física y mentalmente, no es capaz de convencer a nadie de que las cosas se están haciendo ni medianamente bien, el Vicepresidente Segundo no pierde ocasión para meter con calzador sus propuestas de tintes comunistas. Para mí ya estamos viviendo la aplicación de un estricto régimen comunista, al más puro estilo de la R.D.A. de la posguerra, en la que tampoco se podía circular, era necesario un pase para todo, había racionamiento, y todos, absolutamente todos los que tenían dos dedos de frente, querían pasarse al otro lado del muro. Han pasado 32 años de la caída de aquel muro, pero hay niñatos (que ni vivieron aquella época, ni mucho menos la de la temida y odiada dictadura franquista) que quieren volver a levantarlo, caiga quien caiga, arda quien arda (por seguir con su propio lenguaje), y a costa de lo que sea (aunque sea de los miles de muertos por esta epidemia).
Me siento mal. Me siento, amarrado de manos, atado en mis libertades más elementales, despojado de algunos de mis derechos más fundamentales, y todo realizado sin los procedimientos adecuados legales previstos en la propia Constitución Española de 1978, con la que podemos o no estar de acuerdo, pero es la que hay y tenemos que acatarla TODOS. Y si no gusta, que se cambie... pero no hay quien ate esa mosca por el rabo, por algo será.
Las cosas se han hecho mal, se siguen haciendo mal, y lo pero es que todo indica que se van a seguir haciendo mal.
Perdonen el tono miserable y derrotista de esta entrada, pero no siempre uno va a estar de buen humor y ánimo elevado: son muchos días, y todos tenemos nuestros problemas.
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