Fueron esos, unos 280, los kilómetros que recorrimos en una atípica ruta de fin de semana este variopinto grupo de aficionados a la moto:
Desplazamiento con exceso, quizá, de distancia, dado que un par de las máquinas eran nuevas y sus pilotos no demasiado duchos en el noble arte del curveo. Todo transcurrió sin incidencias, y tuvimos ocasión de pisar sobre variada mezcla de carreteras.
Suerte de poco tráfico, ninguna incidencia que destacar del lado mecánico, sin sustos ni caídas... al menos nada digno de mención.
El punto final, como guinda de una tarta ya de por sí bastante gustosa, una bajada hasta el embalse del Corumbel desde Berrocal, una delicia de asfalto impecable y 127 curvas en sólo 21 km. Hicimos en el embalse una parada de reagrupamiento, y todos sonreíamos, sudorosos, y comentábamos ésta o aquella curva, la frenada de más allá, la subida anterior, o la menor o mayor potencia de los motores.
Tres naked y una Mojonda Adventure Sports 1000. Disfrutar de cualquier moto es una cuestión de actitud, y esta experiencia así lo demuestra. Dame unas curvas en la montaña, y todo vendrá servido por añadidura. Como verdaderos roadracers, unos warriors, unos kneesliders, los outsiders del lado oscuro del motociclismo, lo que no se cuenta porque no se puede ni debe. Así fuimos, somos, seremos.
Que ataque más gratuito faltar a la mecanica japonesa cual desecho de vaca gorda. Buen dia que es lo que cuenta
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