Pues el sábado salió un día, aunque un poco ventoso de componente Norte, espectacular en todo lo demás: mucho sol, buena temperatura para ser primeros de febrero, y el terreno en un estado inmejorable para la práctica del trail pistero arenero.
Hacía mucho que no visitaba la Ermita de la Reina de las Marismas... y en verdad, lo que parecía una marisma era el Camino de Moguer, que en su primer kilómetro más o menos se encontraba prácticamente inundado. Fue entretenido el asunto de sortear los numerosos lagos (más que charcos) que cuajaban el ancho camino, y a veces fue inevitable aventurarme a cruzar alguno que ocupaba toda la anchura de la pista...
Una vez pasado ese punto conflictivo, en verdad el único de la ruta, todo fue cuestión de abrir gas cuando los bancos de arena hacían su aparición, cosa que con esta moto es pura diversión y deporte entusiasmante.
La aldea se encontraba atiborrada de turistas y peregrinos, lo que no fue impedimento para que me acercara al habitual puesto de churros, un clásico de nuestras aventuras por la zona, para comprar la oportuna ración bastante bien despachada de este manjar recién hecho, que junto a un café constituiría un reconstituyente de alto valor energético:
La vuelta fue incluso más entretenida, pues la ruta se introducía entre pinos y más pinos. Nada de polvo, algún que otro charco. La 690 estaba en su salsa. El tramo final de Lucena del Puerto a Huelva lo hice por carretera porque se me echó el tiempo encima, pero es lo bueno que tiene el trail, que puedes escoger campo o carretera, y la moto estará feliz (y su piloto también) en uno y otro ámbito.
Deseando repetir cuando hay un poquito menos de humedad, para disfrutar de más arena, derrapadas, emoción, campo, pinos, luz y oxígeno.
¡Qué felicidad!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comente, quédese a gusto, pero si firma como anónimo nadie lo verá.