Hoy sí. En mi soledad, con la única preocupación de escuchar a mi cuerpo, a mi corazón, mis piernas, me adapto a un ritmo natural, lo que me pidan las circunstancias.
Como todos los años, llegada la fecha del aniversario de mi nacimiento, día superfluo por lo demás, tengo por costumbre internarme en algún paraje con alguno de mis velocípedos. Esta vez le tocó al Bisturí.
En esta nueva temporada de bicicampismo encuentro más y más senderos, el goce desmesurado, pues es lo más bello para disfutar. Hay que ser agradecido y reconocer la labor de aquél o aquellos que se toman su tiempo para abrir entre la maleza estas vías, algunas ocultas y casi secretas, otras más obvias y conocidas, que hacen de esta actividad una experiencia no sólo agradable, sino directamente maravillosa.
Una bici sin suspensión, incluso con algo de poco recorrido, puede convertirse en una máquina idónea para estas lides. La Cannondale Scalpel de 26 pulgadas se convierte así en un aparato muy cómodo, casi ideal. Pero mis Konas rígidas de acero o titanio se revelan igualmente interesantes en este ambiente, dada la suavidad del terreno y sus características técnicas.
Mucho verde, algunas setas, un par de grupetas que me crucé, un tiro de un cazador en la lejanía. Paz, silencio, pájaros, luz, sol.
Vida.
Libertad.
Placer.
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