Supongo que algunos de ustedes ya saben que mi limitador tiene un VW Touran. Yo no tengo coche, vendí el mío hará cosa de mes y medio, cosa de la que no me arrepiento, ya que no lo he echado de menos ni lo he necesitado en todos estos días.
El limitador insistió en su momento en que debía comprar aunque fuera un pequeño utilitario para el día a día, para un desavío, para una necesidad, y etcétera. Yo no lo hice ni caso. Si vendí mi coche es porque no hacía falta, y si la hiciera, sería algo puntual, mera coincidencia de necesidades, urgencias fantasiosas y creadas. Prefiero invertir ese dinero que obtuve de la venta en otras cosas.
Pero no quiero desviarme del objeto de esta entrada.
Mi trayectoria de vehículos electrodomésticos para el día a día no ha sido ni mucho menos placentera, ni agradable, ni feliz. Creo recordar que algo he ido relatando en este bloc al respecto, aunque de todos modos relataré un breve resumen a modo de reseña y puesta en antecedentes.
Cuando me independicé del hogar familiar que me educó y crió, me hice con un Seat Ibiza tdi 110. Era el pepino de los tedeíses: pequeño y matón, consumía poquísimo y corría tela sin apenas esfuerzo. Yo era joven y estaba un poco loco. Sigo loco, pero mucho menos joven.
El Ibizita no cumplió las expectativas, pues un caudalímetro causante de innumerables problemas, y un turbo que me fastidió un viaje familiar a Madrid, me hizo deshacerme de él con 60.000 km, un poco deprimido y mosqueadillo con el servicio postventa de la marca.
El que compramos con el embarazo de mi primer hijo, un Renault Megane ranchera 1.9 dti, era un aparato cómodo, muy espacioso, no caro, agradable y se guiaba con placer en carreteras de curvas. Pero con 110.000 km tuve que deshacerme de él. En ese lapso de km ocurrió todo esto: motores de ventanillas, amortiguadores, alternador, tres baterías, y gripaje del rodamiento de la bomba de vacío (va engranda solidariamente con un árbol de levas, lo que supuso una avería monumental de la distribución en plena A-49, saliendo de viaje con esposa y dos hijos). El coche se reparó y a los pocos meses el aire acondicionado dejó de hacer su función. Hasta los cojones del francés de mierda, lo entregamos deprisa y corriendo como entrada de un Seat Altea XL tdi 140.
Este sí, este corría una barbaridad, buena amortiguación, frenos, espacio, cómodo... y tres años tirando de coches de sustitución ( por lo general infames Ibizas de tres cilindros), tratando de encontrar un grenlim que producía averías electrónicas por doquier. Cuando funcionaba, iba de lujo, fantástico rendimiento. Pero por desgracia, este auto estuvo más tiempo en Huelva Motor que en mi casa. Una de las muchísimas veces que nos aseguraron que "ahora sí, hemos dado con lo que causaba el error, puede estar tranquilo", le dije a mi limitador: "niña, como vuelva a fallar, nos lo quitamos de encima de una puta vez". Efectivamente, así fue.
Fuimos recibidos con los brazos abiertos en Huelva Wagen, donde lo entregamos con menos de 70.000 km, para adquirir el actual Touran 1.6 tdi.
Con el Toruan todo fueron alegrías, albricias, osannas, aleluyas y esas cosas. Un coche, aunque un poco inframotorizado, muy bien equipado. Comodísimo, bien acabado, fácil, agradable al tacto, espacioso, útil. Contraté la extensión de garantía a cuatro años que me ofrecieron, cosa de la que me alegré en el cuarto de año de uso cuando se rompió algo llamado "mecatrónica del cambio", pvp de reparación >2000€. Ole.
Poco después llegó el "dieselgate" de Volkswagen, y en la siguiente revisión le hicieron, por prescripción administrativa gubernamental, una reprogramación del software que regula la eliminación de residuos del filtro de partículas, y le pusieron un par de filtros aquí y allá, que como consecuencia arruinaron abolutamente la conducción del chisme. Por dos veces tuvimos que llevarlo de vuelta a Huelva Wagen para que lo ajustaran y pusieran bien a punto, con las consiguientes voces más altas que otras, llamadas a servicio post venta y tal y cual. Muy mal sabor de boca.
A pesar de todo el pataleo y lucha y buenas palabras y promesas, el coche no va como iba antes de. Pero uno se acostumbra de todo y al final se te olvida cómo iba hace un año o dos.
Ayer fue mi limitador a Sevilla a un funeral, con incineración y entierro en columbario (aunque no sé si llamar entierro a eso). Y me llamó alarmada contándome que había una fuga de líquido refrigerante y se habían encendido una luz roja...
HORROR.
El día de la marmota es la historia de mi relación con los utilitarios. La grúa llevó al objeto y a la sujeta a las puertas del concesionario, para que le metieran mano. Una señorita con un piercing en la nariz le dijo con modos secos y bordes, al verla llegar, literalmente, que "los coches que vienen en una grúa tardamos unas semanas en mirarlos".
Me da la risa. Tienen la cara de decirte cada vez que haces alguna operación allí, que cuando llamen para hacer la encuesta de calidad, digamos que estamos "sumamente satisfechos".
Semanas.
Esta gente viven en los mundos de Yupi. ¿Eso es el servicio post venta al cliente de una marca que quiere situarse en el top del mercado? Un sitio donde te cobran 75 euros la hora de mano de obra.
Semanas.
Sumamente satisfechos.
Claro.
Pero talleres de coches es lo que sobran en esta Huelva mía. Ténganlo claro.
Esperemos que mañana o a lo más tardar el viernes 2 de marzo esté listo, pues se trata de un tubo del sistema de refrigeración, nada del otro mundo. Para empezar, hoy me quedé sin navegar, y mañana más de lo mismo seguro, con la que se avecina... sigh.
Y el viernes 2 de marzo tenemos una cena en Sevilla, y el sábado 3 de marzo una boda.
Estas cosas son así.
¿Soy una víctima de la obsolescencia programada? ¿Me persigue una maldición?
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