martes, 19 de diciembre de 2017

Skater

Las cosas pueden no parecer lo que en realidad son. Me resisto a creer o pensar en qué es o qué no es la realidad. 
Percibo, siento, y decido vivir con lo que tengo o alcanzo. Vivo mis sensaciones, quiero guiarme por ellas.
¿Es ello correcto? ¿O bueno? ¿O justo? Simplemente es lo que es, y yo, como dicen las Sagradas Escrituras, también yo soy el que soy, pero escrito con letras minúsculas.
Y entre una cosa y otra, el viernes pasado la navegada acabó de esta guisa:


El domingo anterior pude probar una tabla a la que llevo el tiempo siguiendo el rastro, su evolución de diseño, e intento comprender los porqués y los cómos. Nada como ensayar de manera práctica, utilizando el método científico, para extraer mis propias conclusiones, que no tienen porqué coincidir con la literatura de revistas especializadas, o aportaciones anónimas en foros de la red.
Probé, como digo, la versión que a priori parecía más adecuada, de cinco pies y dos pulgadas de eslora, y debo añadir que la decepción o, cuanto menos, la extrañeza, fue en mi persona. No es lo que yo esperaba, no encontré mi sitio sobre ella, no estaba hecha para mí.
Mucho ojo, repito que todo esto es subjetivo. Las expectativas están condicionadas por el propio conocimiento (o ausencia del mismo), educación, habilidad, entrenamiento, estado de ánimo y forma física, y un sin fin de parámetros que pueden incluso escapar a nuestro control. Pues la cinco pies y pico se me escapó. 
Tiene sus virtudes, como una magnífica ceñida, ligereza, y velocidad, pero no me llenó. Esto es como cuando pruebas una bici: hay algunas que desde el minuto uno te parece la bici con la llevas pedaleando desde los cuatro años de edad, y otras que te resultan ingobernables, duras, desagradecidas. Antipáticas. 
No diré que la 5´2" es antipática, no. Simplemente, no es para mí.

Pero el sábado, contra todo pronóstico, y sin haberlo planeado, tuve a mi disposición la versión que yo había descartado desde el primero momento, la cuatro pies y diez pulgadas. Eso significa cuatro pulgadas más corta, y un poco menos de manga. Pero esos fríos números no lo son todo. Ante la idea de un diseño demasiado radical, o pensado para una persona ligera, yo la descarté de inmediato desde el primer momento. Pero la realidad a veces es tozuda, más que uno mismo.
¿Por qué no darle una oportunidad? Me gusta probar material, y así poder juzgar con propiedad, y enriquecer mi bagaje cultural. A posteriori, tras probar muchos tipos de tabla y cometa, como ocurre con las bicis, las motos, los coches, y supongo que todo en general, se aprenden los porqués.
Y en la hora que estuve disfrutando de la Skater aprendí. 
Es la 4'10" un ejemplar sorprendente. Muy liviana, muy ceñidora, muy rápida, muy ágil, con ganas de volar fuera del agua, y hábil recortadora entre olas.
La tabla pertenecía al Hombre que Susurra a las Cometas, y empleo con propiedad el pretérito imperfecto, porque actualmente, en el presente, se encuentra descansando entre los numerosos objetos de mi quíver.

El chiringuito Camarón fue testigo de todo, y aquí dejo constancia:



Hacía mucho tiempo que no aguantábamos hasta la misma puesta de Sol, cosa reconfortante y guinda de pastel de una buena tarde. Los sunsets invernales son tan bellos como los demás, y una buena cerveza añade quilates al evento. Buena compañía, charla entre risas, algún brindis prenavideño. Salud.



Monto en mi electrodoméstico y me dirijo a casa, satisfecho, feliz. Y solo. Mi hijo Manu ya no me acompaña, se ha pasado a otras actividades más sociales y convencionales. No le culpo siempre que con ello sea féliz.
El mar puede ser duro, sobre todo en invierno y con borrasca. A mí me gusta el mar duro, el viento frío, el agua desapacible, el encuentro con los que son como yo. Y volver en soledad, acompañado únicamente por mis desatados pensamientos, es gratificante, es único. Me siento yo. Más yo.


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