lunes, 13 de noviembre de 2017

La aventura cerca



Muchos son los que se obstinan en viajar a toda costa a distintos continentes en busca de aventura y sensaciones, cuando es frecuente tener olvidado, descuidado, desconocido, lo que nos rodea más cercanamente.
Ese es un pensamiento que siempre me ha rondado, y no en vano disfruto mucho cuando me alejo un poco de las rutas habituales y descubro nuevos paisajes, terrenos ignotos, y seguimos tracks trazados desde la comodidad del sillón de nuestro salón... que luego pueden no coincidir con la realidad.

Me remonto ahora a hace un año más o menos, cuando ya me rondó la idea de este viaje, iluminación que comenté alguna vez durante el desayuno de nuestras rutas locales. Fueron horas de investigación, me quedé medio ciego escudriñando la orografía a través de Google Earth (utílisima herramienta), y elaborando un track con partes robadas de personas que me precedieron en esta pequeña idea (gracias, oh, Wikiloc), y otras hechas por mí mismo punto por punto con el programa de edición Mapsource.

El objetivo era ir de Huelva a Tarifa por pistas, carriles, lo máximo posible sin pisar asfalto más que lo estrictamente necesario, y volver al día siguiente por carreteras secundarias. Cuando uno hace algo así, se sabe cuándo se sale, pero nunca cuándo se llegará. Casi trescientos kilómetros la ida, por terreno no conocido, y con la premura del tiempo porque el Sol se pone sobre las 18:00, todo unido le da un punto de presión o emoción. 

Partimos poco antes de las diez de la mañana del sábado día 11 de noviembre de 2017, Perico y yo, con sendas KTM 690, ligeros de equipaje. No hace falta más. De entrada, él utiliza su celular como GPS, pero tiene que renunciar a ello porque se ha encontrado que durante el largo parón estival de este año, se ha corroído la toma eléctrica. Quedamos a expensas, pues, de mi viejuno y modesto Garmin Etrex, que cumple su misión de momento.
Decidimos ir por carretera hasta Manzanilla, para ahorrar tiempo y por ser la zona que más conocemos, y entrar al campo a la altura de Chucena, hasta Coria del Río, donde cruzaremos el Guadalquivir sobre una barcaza al efecto. Pinares bonitos, la zona del Vado del Quema, mucho ciclista y senderista, incluso jinetes a caballo, por la zona. El día es claro y muy soleado, pronto empieza a sobrarnos ropa.

Cruzando el río, imagen típica.

Llegamos rápido a Dos Hermanas, zona que conozco bien, pues me he criado por allí, donde paramos a desayunar y aprovecho para cambiar las pilas al navegador. Me quedo sin pilas de repuesto. Allí llenamos el depósito y salimos con alegría por pistas bastante rectas y con nula aparición de otros vehículos. Vamos a buen ritmo por esas rectas de la llanura que separa esta ciudad de Utrera y Los Palacios. 
Cambiamos de pistas, cogemos diferentes carriles, nos encontramos algún pequeño obstáculo que salvamos hábil y rápidamente con la facilidad que nos proporcionan nuestras monturas. Van pasando los minutos, las horas, y llegamos a alguna parte entre Espera y Bornos. Ya estamos en la provincia de Cádiz, y una ciudad romana de nombre "Carissa Aurelia" bien merece una parada a descansar y tirar alguna instantánea. 



Pocos restos, y descuidados, en medio de un desolador paisaje. Una antigua calzada romana nos lleva hacia arriba. Un centro de visitantes queda unas decenas de metros más abajo, totalmente abandonado después de la millonaria inversión que en su día se debió realizar allí. Vergonzoso.



Las KTM están en su salsa, y nosotros también. Hemos llegado hasta aquí sin incidentes, pero lo bueno está por llegar...



Tras toda subida viene una bajada, ¡¡¡y qué bajada!!!
No podía imaginar lo que se avecinaba, toda una trialera propia del Campeonato del Mundo de Descenso de Mountain Bike. Grandes escalones de piedra nos acechaban, con piedras sueltas de diferentes tamaños que hacían que la estabilidad de nuestras monturas anduviera al límite. A la izquierda, una caída de algunos metros, a la derecha una pared insalvable o unas lajas asesinas, o una zanja...
Yo abro camino, pero pronto dejo atrás a Perico, que lucha desesperado y sudoroso con los kilos de su moto. Me dejo caer dejando correr a la moto en segunda velocidad, intentando no tocar el freno delantero. Son muchos años de bici de montaña, y entre mi técnica aprendida en años de porrazos por la sierra, y las buenas suspensiones de la 690, voy como flotando sobre esa trampa hostil.
Paro a esperar a Perico a mitad de la bajada, y va llegando como puede, despacio, el ventilador de la moto encendido, los goterones de sudor empapando el casco...
Finalmente llegamos abajo del todo. Buff, respiramos, pero pronto nos olvidamos del ratito. Una equivocación al seguir el track, nos pasamos una puerta, y de repente nos encontramos campo a través subiendo por un sitio complicado entre acebuches y flora salvaje, un terreno muy empinado y con faltas de tracción aquí y allá. Me caigo hacia el lado por no hacer pie, y ruedo un poco colina abajo entre risas. Al rato le pasa lo mismo a Perico, y un par de veces más caigo yo, cae él. La cosa tiene miga. Pronto comprendemos que el track va por una pista al otro lado de una valla que nos separa de ella, y hay que volver atrás. Tenemos que desandar lo avanzado, horror. Hay que bajar lo que acabamos de subir con tanto esfuerzo. El sudor empapa nuestras ropas y paramos a quitarnos capas y capas de ropa. Caemos en la cuenta de que no llevamos agua y, claro, nos entra más sed al saber esto.
Bueno, finalmente desandamos un poco nuestro camino y hallamos una puerta para acceder al lado bueno. Gran alegría después de un rato sufriendo nuestra pérdida, pero soy consciente de que hemos perdido un tiempo precioso y unas energías importantes. Para colmo, unos minutos más tarde, el track trazado se ve interrumpido por la desaparición del camino que llevábamos, fruto de haber maquinado el terreno para cultivar, o de alguna riada, o vaya usted a saber. El caso es que después de pasar un buen rato a pie andando de aquí para allá, Perico rebusca en su móvil y halla una pista que corre cercana y que, en última instancia, vuelve a retomar el track más adelante. Bien, problema solucionado.

Vemos que la aventura se encuentra en nosotros, nos acompaña. Hace horas que no vemos un alma, sólo desolación, campos en barbecho, una bandada de buitres que nos sobrevoló trazando círculos en el momento en que estábamos más agotados y perdidos (verídico, parece que estos bicho olieran la desesperación y el agotamiento), caminos que se pierden, parajes absolutamente desiertos...

Aún así hemos tenido mucha suerte de no sufrir averías mecánicas ni daños en las diversas caídas. Mejor no pensar en eso.

Llegamos a Arcos de la Frontera sobre las 16:00 sin haber almorzado, y aún nos queda mucho por recorrer, al menos 100 ó 120 km de pistas desconocidas. El Sol va bajando. Hemos parado en un bar a tomar cocacola, aquarios y una botella de agua. Nos reponemos un poco y ya son las 16:30. Por carretera nos separan unos 100 km de nuestro objetivo, y finalmente (y creo que hicimos lo mejor) decidimos tirar por lo negro para no encontrarnos de noche por el campo.

Arcos, Paterna, Medina Sidonia, Vejer, y finalmente llegamos a Casa de Porro, junto a Valdevaqueros, donde paramos para hacer un almuerzo-merienda-cena, todo en uno, en la magnífica Pizzería La Tribu de la Playa:




Nos sabe a gloria una ensalada magnífica y muy completa, y una pizza generosa para cada uno. Yo lo acabo todo, estoy pletórico y feliz, entusiasmado. Perico no puede con la suyo y deja un par de porciones so pena de reventar la caldera...
Totalmente oscurecido recorremos los siete y ocho km que nos separan de nuestro destino final, y nos aposentamos en un hostal que nos ha dejado una grata impresión.
Un rato de descanso, la merecida ducha recomponedora, un poco de revisión de mensajes y noticias del día, y decidimos salir a dar una vuelta por Tarifa la nuit.
Para el que no haya estado nunca allí, decir que esta pequeña ciudad tiene un casco antiguo intra muros, y esto es lo primero que uno ve atravesando la Puerta de Jerez, que es la entrada al interior de ese conjunto de callejas estrechas, todas en cuesta y empedradas:

Un Cristo impúdico recién bautizado.
Pintura curiosa, sin duda, siempre me ha llamado la atención por sus numerosos detalles y sus incongruencias. Tarifa es un lugar peculiar, no cabe duda.
Nos encontramos poco ambiente, estamos en noviembre y hace algo de frío, es temporada baja aquí hasta que llegue marzo por lo menos.
Paseamos sin rumbo, divirtiéndonos con nuestros comentarios sobre el viaje y criticando los numerosos locales nocturnos. Decidimos parar a tomar un digestivo para ayudar a bajar la pizza, y nos aposentamos en la Plaza Hiscia, junto a una cocktelería donde Perico tomó unos mojitos espectaculares aprovechando la hora feliz, y yo, más clásico en este aspecto, regué el gaznate con un par de gintonics en copa de balón:




Nos vamos animando, y parece que los líquidos espirituosos han hecho su efecto. Llevo a mi amigo a conocer Ancá Curro, y allí saberamos una de las mejores carnes de nuestra vida:

Solomillo ibérico ligeramente adobado y semiasado. No hay palabras.
Nos vamos felices a la cama. Ha sido un día de sensaciones y dormimos satisfechos y muy cómodamente.

El domingo amanecemos con el alba, desayunamos en el bar de al lado, y pronto nos ponemos en camino. Repostamos nuestros depósitos a las afueras, con el océano muy cerca, y podemos ver Africa:

Africa, tan cerca, tan lejos.
La vuelta será por carretera, todo lo posible por vías secundarias. Tomamos dirección Oeste, hacia Zahara de los Atunes, Barbate (donde hacemos parada para adquirir productos atuneros), Caños de Meca:

Jamás había estado en un día tan calmo. El faro se reflejaba en el agua, que era una piscina de tonos turquesas y verdes.
Seguimos dirección Norte, y me doy cuenta de que se han agotado las pilas del GPS. No podremos hacer las carreterillas más reviradas y perdidas, nos ceñimos a lo conocido, al menos hasta que encuentre pilas de recambio en alguna gasolinera, cosa que no logro.

Al pasar por Paterna giramos en dirección Alcalá de los Gazules, Perico me quiere enseñar la localización de una finca perteneciente a su familia, y con sorpresa descubrimos que el track que abandonamos ayer pasa justo por ella. Aprovechamos para hacer alguna positivación electrónica de nuestro paso por ese paisaje:



En Arcos tomamos una cerveza, ya es mediodía. Antes hemos parado cerca de Medina Sidonia para dejar prueba inmortalizada de que estuve aquí:



El resto no tiene mucha miga: pasamos por pequeños pueblos hasta llegar a Coria de nuevo, donde almorzamos, y después de reparar Perico la toma de corriente de su moto, seguimos el track por una vía nueva para nosotros, una pista bellísima que une Hinojos con La Palma del Condado, en la que disfrutamos mucho, rodeados de vegetación, con el sol bajando, y sabedores de que estamos ya cerca del fin de nuestro viaje.
Finalmente nos separamos en Niebla y llego en soledad hasta mi Huelva de mi alma.

Son muchas enseñanzas las que este viaje me ha procurado, nos ha hecho sin duda más fuertes y sabios, más valientes, y más hábiles. Llevo varias lecciones aprendidas, y contentísimo y agotado, ya estoy pensando en el próximo viaje... pero esa es otra historia.

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