Once de diciembre. Es tarde, sí, pero la dicha ha sido buena. Mi anhelo de desayunar unos churros en El Rocío ha podido materializarse. Por fin. Sí.
Es cierto que el grupo no fue lo más nutrido del mundo, también lo admito, pero suficiente para pasarlo bien durante el recorrido, una pura aventura para la nueva incorporación de mismo nombre de pila y motocicleta que yo, y también durante la charla siempre amena del momento café.
Los tres jinetes de hoy, felices y dicharacheros, muy cerca del Pastorcito Divino:
Muchísima agua en el Camino de Moguer, que seguimos durante unos kilómetros en nuestro track, pero fue divertido sortear los enormes charcos, y jugárnosla a veces para atravesar ciertas lagunas y barros. Eso es parte de la aventura, supongo.
La arena bien compactada, las pistas con poco o nulo polvo, han hecho las delicias para nuestras potentes máquinas, que posan aquí abajo descansando junto a nuestro surtidor de porras:
Es curioso, pero en las fotos siempre parece que no están manchadas de barro. Efectos de la mala lente de los celulares, quiero suponer. Las tres 690 se han portado de fábula, para no variar, y han volado bajo por todo tipo de superficie.
La nueva incorporación apunta maneras, estaba muy contento con la experiencia, y sin duda querrá más muy pronto. Pues tendremos que darle más, está claro.
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