En esta ocasión les hablaré brevemente de un par de obras de Philip K. Dick, al que supongo que a estas alturas al menos les sonará algo.
Novela fundamental en su trayectoria, Los tres estigmas de Palmer Eldritch es considerada por muchos como una de las más importantes del autor, si no la más. Yo me debato, pues son varias las que me gustan por igual, y ésta que ahora nos ocupa es un poco... no sé muy bien cómo decirlo.
Publicada en 1965, en ella encontramos todas las características propias de la ficción de Dick. Hay un gobierno opresor que todo lo domina, hay luchas de poderes individuales, hay cuestionamiento de la realidad, uso de drogas, viajes por el espacio y el tiempo, un poco de sexo, y otro de humor (a veces negro). Pero además aparece el tema religioso, de forma muy clara y patente. Uno se cuestiona todo cuando lee este libro, y realmente es difícil a veces distinguir la realidad de lo "alternativo", la recreación ilusoria con motivo de la ingestión de un liquen de origen extraterrestre con consecuencias alucinógenas.
No acabo de decidir si el verdadero protagonista de la novela es Barney Mayerson (un precognitor que usa sus habilidades para decidir si un producto va a tener éxito comercial o no), su jefe Leo Bulero (quien ve amenazada su posición monopolista con la venta ilegal de una droga llamada Can-D, pronúnciese "candy", golosina o caramelo en inglés), o Palmer Eldritch (que viene del sistema de Próxima tras un viaje de diez años, donde parece haber descubierto el liquen referido, que pretende comercializar bajo la marca Chew-Zi, que se podría traducir como "chiclecito" o algo así). Las relaciones que se establecen entre estos tres protagonistas llevan al lector a una tensión sin igual, con acción literaria sin parangón.
Una novela curiosa e irrepetible, que deja un final abierto a diversas interpretaciones... pero qué bien lo he pasado leyéndola.
Por otro lado, he leído también un cuento. Sí, ya saben que el bueno de Philip se ganaba la vida escribiendo cuentos y relatos cortos, además de novelas más extensas, y hablé en el bloc sobre una recopilación que leí hace unos meses.
Uno de sus cuentos más peculiares, que se interna en el ámbito de las distopías, es "La fe de nuestros padres". Es breve, apenas 33 ó 34 páginas, no recuerdo bien. Publicado en 1967, la crítica atribuye su estilo y temática a una época en la que el autor jugó demasiado con las drogas alucinógenas. Tuvo sus momentos bajos, muy bajos y extremadamente bajos, tanto que marcaron toda su vida posterior con una serie de secuelas irreversibles en su personalidad atormentada y torturada por traumas que nunca superó, como la muerte de su hermana gemela.
En La fe de nuestros padres, la acción se sitúa en un entorno mundial en el que los países del Eje ganaron la Segunda Guerra Mundial, y una sociedad totalitaria lo domina todo. En su cúspide se sitúa el Benefactor Absoluto del Pueblo, que manda sobre todos. Chien, el protagonista, un funcionario que aspira a escalar puestos en el organigrama laboral, prueba, no muy convencido, lo que cree que es simple rapé (que un veterano de guerra tullido le vendió a la fuerza en la calle) y que se trata, en realidad, de un antialucinógeno. Como comprobará más tarde, y le explica la señorita Lee, toda el agua que se bebe tiene alucinógenos, de modo que la población está constantemente drogada. Esto, unido a los discursos del Benefactor Absoluto, amén del lavado de cerebro contínuo por parte de las autoridades así como la vigilancia constante y omnipresente, hace que el pueblo viva una gran mentira, una vida irreal. Pero la realidad que descubre Chien al conocer al jefe supremo puede ser mucho peor. Descubre que es al mismo tiempo creador y timonel de la sociedad, así como de la supuesta resistencia que lucha en la sombra contra él...
El mundo de Chien se derrumba, todo carece de sentido ahora que conoce la realidad, y se refugia en lo único que parece ser verdaderamente real a estas alguras: el sexo que mantiene con Lee, que le traslada a su lado más primitivo y animal, a la evasión total.
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