Joe Haldeman escribió La guerra interminable, libro que ganó los premios Hugo, Nebula y Locus, y cuya reseña ya hice aquí hace unos meses. Aquel trabajo me entusiasmó, por su tratamiento precisamente antibélico sobre una guerra que se prolongaba durante miles de años mientras los soldados sufrían la dilatación del tiempo por causa de los viajes hiperlumínicos. Fue una maravillosa experiencia que me mantuvo atrapado de principio a fin, y la verdad es que me dio un poco de pena que acabara. Pero fue una buena historia, bien planteada, y con un final estupendo.
Veintidós años más tarde, su novela Paz interminable ganó el Nebula y el Hugo.
¿Tiene algo que ver la una con la otra? No.
¿Son complementarias? No.
¿Son igual de buenas? Definitivamente no.
Paz interminable empieza bien, de una manera similar a como lo hizo La Guerra..., en el sentido de plantear una situación personal, la de Julián Class, el protagonista, un "mecánico" encargado de manejar un "soldadito", que es un robot de guerra, a distancia, como un avatar, mientras está en conexión con los otros nueve mecánicos que conforman un pelotón de esos letales robots.
Se cuentan algunas escaramuzas y misiones que llevan a cabo, de modo que nos vamos haciendo una idea de la situación social y política del mundo, a la vez que se va conformando la personalidad del soldado Class.
De pronto, la historia da un giro, y pasa de la acción directa en entorno de guerra y selva tropical, a algo más civilizado, por decir algo, pues nos adentramos en una trama más propia de un thriller policíaco, en la que aparecen muchísimos personajes, tantos que es imposible seguir el hilo de quién es quién. Se recurre a burdos trucos y recursos de segunda categoría para solucionar problemas y embrollos: cosas del tipo "fulanito hackea el servidor del Pentágono y consigue que nos den un pase para entrar en tal base", o "el general Mengano está de nuestro lado, ha puesto a nuestra disposición tales medios sin los cuales no podríamos hacer nada", y así sucesivamente. Un medio de seguir con la trama que insulta la inteligencia del lector que, aunque apasionado y entregado, no es tonto.
El final es acelerado y simple, caótico y burdo. Y las consecuencias de ese final son... poco y mal explicadas. Te deja con mal sabor de boca. Corrijo, me ha dejado con mal sabor de boca.
Quizá la causa de esta sensación es la expectativa que tenía depositada, y en ese caso entono el mea culpa.
Un bluf de novela, sin duda, que no le llega a la suela de los zapatos a aquella fantástica obra de arte de 1976.
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