jueves, 14 de julio de 2016

Diarios de hidrofoil.

Un par de sesiones más, una de ellas, la primera, en magníficas condiciones de viento y mar. Enseguida he comenzado a realizar mis primeros "vuelos": una sensación alucinante cuando la tabla se eleva por efecto de la velocidad y la hidrodinámica empuja el hidroala hacia arriba. Es entonces cuando hay que regular el ángulo de ataque moviendo el peso hacia delante o hacia atrás, en busca de un equilibrio dinámico que, al principio, es algo que se ve dificilísimo.

Al final de esa primera sesión ya fui capaz de mantener, sobre todo en los bordos con amura a estribor, vuelos de cierta longitud, aunque reconozco que un poco descontrolados. En esa situación, aún no era capaz de dirigir ni de frenar, y me encontraba a merced de los elementos. Quizá la cometa era demasiado grande para el viento que hacía, pero es que es realmente increíble que se necesite menos trapo con los 7/8 nudos que podía haber. Con la Contra de 15m iba pasado la mayor parte del tiempo, y al final me tuve que salir del agua por ese motivo. Como dato curioso, los demás propietarios de cometas similares aún no se planteaban navegar con tablas normales...

Pasaron unos días, en los que el fin de semana y la afluencia de público a la playa por un lado, y la falta de condiciones propicias de viento y mareas por el otro, no hicieron que me preocupara por mi hidroala, que descansaba esperando su momento, que llegó hoy mismo, un miércoles en el que se esperaba viento de sobra para navegar con twintip y doce metros... pero no ha sido así. Son las cosas del verano y el Levante.

Sólo el Gurú del Viento estaba en el agua con una cometa ligera dando un curso. Yo observaba atento a los movimientos de esa pandorguilla, y auscultando cuidadosamente las subidas y bajadas de intensidad, así como cerciorábame una y otra vez de la dirección. Al final, me hice el valiente y monté la Contra de nuevo. Tras un pequeño cónclave con Manu, decido lanzar el kite para probar en tierra, y la verdad es que se mantenía en vuelo con bastante dignidad, y aunque no podría general potencia y sustentación suficiente para una tabla normal, veía la situación idónea para el HF, de modo que allí me lancé, y me sorprendí a mí mismo -grandiosa y gratificante sensación- cuando rápidamente alcancé planeo y vuelo con una par de buenas remadas. Oh, maravilla!!!!  
La ida fue fantásticamente, con control y disfrute desde el primer momento. La vuelta me costó más despegar, pero por lo menos no perdí barlovento. Un par de bordos más, disfrutando, con la cometa en su punto justo de potencia, jugando con la altura del foil, adaptándome, aprendiendo... aunque notaba que cada vez había menos y menos viento. Aún así, estos cacharros son algo fantástico creando viento aparente, lo que llevó al desastre que se produjo cuando paré para dar la vuelta y la cometa cayó al agua irremisiblemente, sin capacidad para relanzarla, por la ausencia de viento real. Y el espigón estaba tan cerca...

Por fortuna (que favorece a los audaces, según un viejo adagio latino) apareció rodeando el espigón una neumática a motor que acompañaba a varios optimist: el equipo infantil de vela del Real Club Náutico de Punta Umbría, para hacer su entrenamiento vespertino habitual. No dudó ni un segundo en rescatarme, y eficazmente recogimos cometa y tabla, y me llevaron sano y salvo a la orilla. 
¡Bravo! Y gracias mil, compañero. Ya le dije que tendría ración de birras gratis en el Mosquito.

Hay que sacar enseñanza de todo, y está claro que cuando se busca la cosquillas, cuando se juega al límite, cuando uno se pasea por el filo de la navaja, pueden ocurrir estas vicisitudes. 
Por otro lado, estoy flipando con un secreto que les voy a contar: recuerdo bien cuando el verano pasado me monté en un HF por primera vez, y me pareció algo imposible. Imposible no ya volarlo, sino siquiera mantener precariamente el equilibrio. Sufrí torcedura de tobillo, innumerables caídas inverosímiles, frustración, la cometa no respondía... un desastre, en suma. Veía también a Luiky pasarlas canutas, estrellando su cometa que se desventaba sin parar, o al Hombre que Susurra a las Cometas sudar la gota gorda, todos con señales en el cuerpo de los ataques de las cuchillas del monstruo, esguinces, y sicológicamente afectados.
Pero la luz siempre sale al final del túnel, y poco a poco uno va domando a ese dragón al que, por supuesto, no hay que perder el respeto porque sigue teniendo las garras afiladas, y juega en condiciones que no son las normales en cuanto a fuerza de viento y estado de la mar. El secreto es que, a pesar de lo difícil que parezca, me parece asombroso, de verdad, asombroso, la forma en que el sistema neurológico y muscular, los recovecos del cerebro, la vista, el oído, el equilibrio, los reflejos... todo hace su trabajo y finalmente se logra el éxito. Fruto, sin duda, de millones de años de evolución, y causa del éxito de nuestra adaptación al medio y constitución como especie dominante en este planeta. 

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