Leo tantas cosas que es normal, incluso frecuente, que olvide qué, cuándo y dónde.
Al fin y al cabo, ¿qué más da?
Hace un par de meses que lo vi. Lo encontré en un subforo que poca gente mira, dentro de un foro enoooorme sobre bicis todo terreno.
Bah, quién se iba a fijar en un cuadro de acero de 1997. Total, estaba a punto de cumplir veinte años, y hablamos de un deporte, una afición en la que lo que era novedad el pasado año, hoy día ya está obsoleto. Echan las culpas a las marcas. Pero si los usuarios no pasaran por el aro, otro gallo les cantaría. Este es, de todos modos, un debate sobre el que ahora no me quiero pronunciar, pues la situación en cierto modo me beneficia.
Cuadro Kona Explosif 1997 |
Pues cuanto más lo miraba, más me hacía tilín.
Normal en mí. Yo ya era uncool, antes de que ser uncool fuera cool. O lo que es lo mismo, soy un maldito antifashion victim. No lo puedo evitar.
De este modo, tuve una 29er cuando nadie sabía nada de ellas, y quienes conocían un poco de la historia del mountain bike, lo consideraban una frikada. Y gorda además.
La tuve, y aún la tengo, por pura admiración hacia Gary Fisher. Pero además, con alevosía, fue de acero y rígida total. Es más, cuando la peña comenzó a pasar por el aro de la era 29er, yo me compré la que fuera la gran última 26er de Cannondale, una magnífica Scapel equipada con la que fuera, algo que entonces no se sabría, pero que hoy es vox populi, la mejor lefty de la historia. COJONUDO.
Aciertos que fueron consecuencia de un azar para el que he estado predestinado en estas lides, aunque no me haya acompañado en otras vicisitudes de la vida. Gracias sean dadas a los dioses del metal y la fibra de carbono, en todo caso.
Siguiendo esta maldita senda de Pedro L. contra el Mundo, y en pasándolo tan bien con mi Hei Hei neo retro (rígida total), es cierto que la idea de rellenar mi exigua colección con una acerada Kona, una de aquellas legendarias Explosif, modelo 1996 (aunque no fuera el modelo de ese año el más legendario, no por ello menos merecedor de adoración) me resulta hoy por hoy deliciosa.
Y aunque al principio la veía y simplemente me gustaba, ese mero y superficial sentimiento pasó a permear mi duro corazón y poco a poco me fue enamorando. La veía vestida con una horquilla Kona Project two de acero que tengo guardada desde hace cinco años, convertida al singlespeed, con frenos de zapatas... la mínima expresión, la máxima sencillez. Y he flipado en sueños.
Es cierto, su estado no era el mejor, presentando numerosos saltos de pintura y los logotipos estaban bastante estropeados. El dueño aseguraba que no tenía abolladuras ni grietas, ni dobleces en las vainas, y acompañaba una dirección en buen estado, aunque no las bielas de las imágenes. Pero el precio era acorde a su estado, es decir, sonrojantemente barato. Después ya se vería si procedíamos a la restauración y puesta al día, o le dábamos caña tal cual...
Tanto pensar las cosas, y mira que he tenido avisos con la posible adquisición de sendas Ducati, y cuando me decidí y me puse en contacto con el vendedor del cuadro, ya fue tarde. Demasiado tarde. Un dejá vue inmensísimo fue en mi interior, pero me lo tomé con filosofía.
Estoy acostumbrado a los renglones torcidos de Dios, y sé que cuando se cierra una puerta, tarde o temprano se abre otra en otro sitio.
Tachán, tachán, fíjense lo que so las cosas: buscando otra pieza en un hilo escaparate-mercadillo de piezas clásicas, me topo con semejante oportunidad:
Otro cuadro del mismo año, en talla incluso más acorde con mi apolíneo tipo celtibérico. Salvo las leves rascadas por chupones de cadena, se encuentra en mucho mejor estado que el anterior, y sería para darle una limpieza a fondo, montar las piezas, y a disfrutar al monte. Además, se vende como frameset, comprensivo de horquilla P2, dirección, potencia y tija. Olé. De acuerdo, sale un poco más caro, pero la diferencia merece mucho la pena.
Este era el montaje que tenía el dueño anterior, para que se hagan una idea del bellezón que puede salir de ahí:
Pero yo no la montaré de ese modo, sino en singlespeed y seguramente con manillar de doble altura para que mi castigada espalda no se resienta demasiado.
No se lo van a creer, pero es el mejor regalo de Reyes que yo podía tener: la ilusión de algo nuevo, montarlo con mis propias manos, y después disfrutarlo por el campo... va a ser algo genial!!!
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