A veces no estoy seguro de saber interpretar.
Recibo muestras, signos, pero como chocan con mis deseos, o con mis anhelos, o con mis creencias, busco alguna razón para ignorarlos. Y eso a pesar de que la experiencia me ha enseñado que debo prestar atención a las señales.
Muchas veces.
Y es que parece que a menudo ronde por esa delgada línea, ya saben. Y no debería.
Son 43 tacazos ya los que han pasado por este cuerpecito mío, y los golpes duelen cada vez más, tardo más tiempo en recuperarme de los esfuerzos, y mi resistencia claramente no es la de antaño.
A lo mejor no es nada, simplemente estoy un poco cansado. Pero me cuesta muchísimo resistirme: me encuentro bien, voy con potencia, veo la ola, me tiro a ella sin pensarlo. Normalmente sale bien y me río, y grito yo solo en la inmensidad del océano. Y llego a casa y no soy capaz ni de quitarme la camiseta, y a duras penas levanto el pie para pasar a la ducha.
Algo parecido ocurre con aquella sucesión de curvas... ¿por qué seguir arriesgando así? ¿merece la pena? ¿Acaso el dolor que a veces me recuerda el clavo que tengo en el interior de mi fémur no fue suficiente?
Rayando el sinsentido, la vida a veces se me presenta extraña. Estos pensamientos me atormentan demasiado a menudo, y sirvan estas líneas como catarsis posiblemente.
Atrás quedan aquellas manidas frases del tipo "en el riesgo está el placer", "demasiado nunca es suficiente", y tal. Tampoco es que busque lo contrario. Son etapas que uno quema, fases de una evolución, quiero pensar.
Quiero creer.
Quiero querer.
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