El miedo es el núcleo central de la sustancia humana. Y lo es, porque desde que el primate se despertó un buen día diciéndose : ¡Coño, me estoy diciendo algo! O sea, hablando; o sea pensando; pues, en ese preciso instante llegó la hora de las preguntas. Y la esencial era ¿cómo puedo resolver el problema de morirme sin remedio?
Y cuando se dió cuenta de que "ese" no era un problema, ya que era una fatalidad porque no tenía solución, sintió un miedo que ya entró a formar parte de su acojonado organismo.
Ese miedo esencial, ontológico, se manifiesta en todos los ordenes de la vida. Por ejemplo, en el miedo a equivocarse y por lo tanto a decidir, o sea a ser libre; el miedo al deseo, o sea al placer, por que es pecado; el miedo a no ganar, o sea a perder, y por lo tanto a participar Y claro, sobretodo el miedo a saber; por que ese "saber" nos devuelve a nuestra condición más radical, aquella que nos identifica como seres humanos : la responsabilidad.
Pero ese homínido que aun somos nosotros rechaza esa condición de ser humano. No le gusta un pelo. Es imperfecto.
Se muere.
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