Nuestro mundo, la Tierra, es minúsculo comparado con el Universo. Formamos parte del Sistema Solar, perdido en un brazo de una galaxia que tiene 100.000 millones de estrellas, pero sólo es una entre los centenares de miles de millones de galaxias que forman el Universo.
Les transcribo ahora un fragmento de una historia que leí hace unos días. En ella, un inspector de policía quiere hacer a su jefe, el comisario, un planteamiento sobre las posibilidades que hay de que alguien volviera atrás en el tiempo e hiciera algo para cambiar la historia:
-Jefe, ¿usted recuerda cómo conoció a su esposa? ¿Fue por una nimiedad?
Seguro que pensó que yo deliraba. ¿Qué otra cosa pudo pensar? Pero me siguió la corriente.
Supongo que tenía sus razones.
-Estornudé y ella se dio la vuelta -respondió con una sonrisa-. Fue en una esquina.
-¿Por qué estaba en esa esquina en ese momento? ¿Por qué estaba ella? ¿Recuerda usted por qué estornudó? ¿Dónde cogió el resfriado? ¿O de dónde vino la mota de polvo? Imagínese cuántos factores tuvieron que converger en el sitio y el momento adecuados para que usted conociera a su esposa.
-Tal vez nos hubiéramos conocido en otra ocasión.
-Pero no puede saberlo. ¿Cómo saber a quién no conoció por no haberse girado cuando pudo hacerlo, por no haber llegado tarde cuando pudo hacerlo? La vida se enfrenta a una encrucijada a cada instante, y uno escoge determinado rumbo casi al azar, y lo mismo hacen los demás. Retroceda veinte años y encontrará que las bifurcaciones se desvían cada vez más. Usted estornudó y conoció a una chica y no a otra. En consecuencia, tomó ciertas decisiones, y lo mismo hizo la chica, y también la chica que usted no conoció y el hombre que la conoció a ella y la gente que todos conocieron después. Y la familia de usted, y la de ella, y la de ellos; y todos los hijos. Porque usted estornudó hace veinte años, cinco personas o cincuenta o quinientas podrían estar muertas cuando deberían estar vivas, o vivas cuando deberían estar muertas. Vaya doscientos años atrás; dos mil años atrás, y un estornudo, incluso el estornudo de alguien que no figura en ningún libro de historia podría significar que hoy no viviera nadie de los que viven.
El jefe se frotó la nuca.
-Ondas en expansión. Una vez leí un cuento...
-Yo también. La idea no es nueva; pero quiero que piense en ella
Hay veinte millones de variables para cada instante del tiempo y no se ha desarrollado ningún sistema matemático (ninguna psicohistoria matemática, por acuñar una expresión) para manipular esa enorme cantidad de funciones variables. En síntesis, cualquier variación de los acontecimientos de hace dos mil años cambiaría toda la historia subsiguiente, pero no de un modo previsible.
Quiero que quede claro el concepto. Cada acto, cada decisión que tomamos, cada movimiento, hace que la historia haga un giro, tome un camino. Tómese, pues, cada decisión como una bifurcación del universo que afecta a todo lo que ocurra en el futuro. Unas cosas afectarán más, otras menos, otras nada de nada... aparentemente. Multiplíquese ahora eso por la innumerable cantidad de decisiones y actuaciones de cada una de las personas del globo terráqueo, y téngase en cuenta que más o menos somos unos ocho mil millones de individuos.
Pero no se paren ahí. Ratones, leones, ballenas, camarones, mosquitos... todos deciden en sus vidas múltiples veces. ¿Y si el mosquito no me pica a mí, sino a otro? ¿Y si le transmite una enfermedad? Y así sucesivamente.
Es materialmente imposible no ya calcular el número de decisiones que hacen que el universo siga el camino que sigue. No hablemos ya de predecir lo que pasará.
La idea es acojonante. Asusta un poco.
¿Hasta qué punto, pues, ir al pasado y hacer algo nuevo o distinto puede influir en el presente? No está muy claro, en serio, para nada.