domingo, 7 de septiembre de 2014

oda

"Algo no va bien en una sociedad que va al gimnasio en coche para montar en una bici estática". Esta cita seguro que la han oído o leído ustedes antes. Y es una gran verdad. Lo veo a diario ya que vivo al lado de un gimnasio en el que se hacen muchas cosas, pero poca gimnasia en el sentido estricto y verdadero del término.
Un poco de pesas, otro poco de correr en cinta, clases de una hora de spinning, yoga, batuca, pilates... y cuando acabamos nos subimos al bar que hay en la planta de arriba del todo. Y para acabar, nos volvemos a casa en coche o en moto. A diario lo veo, ya les digo.

Gracias, Miniyo, por la viñeta

Por mi parte, aunque mi casa no está lejos de mi oficina, lo que es un lujo absoluto en los tiempos que corren, y soy consciente, voy de cualquier modo que no sea andando. Andar es, vulgar, jajajjajaj. Prefiero ir en bici, incluso en moto, sí, en moto. Recorro los escasos seiscientos metros en moto, que no llega ni a calentarse cuando le pongo el candado en la puerta del trabajo. Pero es que me apasionan las motos, y ese ratito, o el de la vuelta que es más largo por la organización caótica e incomprensible del tráfico en mi ciudad, son unos momentos maravillosos en mi rutina diaria de lunes a viernes. Si un día salgo antes por algún motivo, no es raro que de un rodeo de varios kilómetros, bien en bici o en moto, para disfrutar más del momento.

Y sí, últimamente voy más que nada en bici, aunque va por rachas. En invierno me apetece menos, la verdad, porque la calle suele estar mojada y me ensuciaría la ropa. Pero llevo unos cuantos meses yendo en mi Otero de los años noventa, una gran bici de carretera que conseguí en un trueque con un familiar político como creo haber explicado alguna vez por aquí. Pero he ido en bici de descenso, o de enduro, o de paseo... de lo que sea. Tentado estoy de ir mañana en monopatín, cuidao!!!

La bici es un invento fantástico, y lo habrán leído muchas veces, sobre todo ahora, que de unos años a esta parte hay una gran fiebre de velocípedos. Dicen que la crisis es la culpable, yo la verdad es que no lo sé. Sea como fuere, hay más bicis cada día que pasa, y como ocurre con todo lo que se masifica o alcanza una cierta masa crítica, empiezan los problemas: más tontos en bici, más problemas en bici, más descontrol en bici... dan lugar a nuevas normas que lo regulan todo, obligaciones, carriles, cascos, luces, ropas.
Al final, ya lo verán ustedes, tendremos que matricularlas, sacar un seguro, pagar impuestos...y obtener un carnet.

Hoy he vuelto de pasar unos días de Portugal, país vecino en el que hay una gran afición a las dos ruedas, y eso que no ganan vueltas, giros ni tours ni olimpiadas ni nada. A mucha gente no le gusta Portugal, y critican sobre todo la forma de conducir de allí. Pues hoy me he cruzado con una grupeta de siete ciclistas que, increíble pero cierto, iban todos por el arcen. Joder, yo creía que eso no se podía hacer. Por un momento me he visto trasladado a una peli de sci-fi o algo.

Aquí, los ciclistas de ruta son los putos amos y señores de la carretera, los virreyes del asfalto, con el consentimiento y anuencia de la autoridad. Luego, después, vienen los lloros, las rasgaduras de vestiduras, los crujires de dientes, las lamentaciones. Y van a peor, no cabe duda. Cada día son más, y eso los hace más y más fuertes. Yo encantado de la vida de que mañana, lunes, sea festivo en mi ciudad. Puedo salir temprano en coche o en moto a dar un paseo sin tener que ir esquivando a esos suicidas que se empeñan en buscar la ruina propia (que me importa un carajo, la verdad) y ajena (que es lo grave).

Aún así, montaba, monto y montaré en bici, porque sí. Porque es algo maravilloso, sensacional, increíble, altamente satisfactorio, pero siempre desde el respeto a mí mismo y a los demás, que es lo más importante. Porque es una regla universal que si quieres ser respetado tienes que respetar. Es una extensión del imperativo categórico. No hay más.

Y recuerden, aunque el límite de velocidad sea de 40, a veces es mejor tomárselo con un poco de calma cuando hay distracciones: