Hoy ha cumplido Pepe diez años. De regalo especial le he dado una vuelta en moto por la ciudad. Perfectamente ataviado con su casco y unas gafas para proteger los ojos, bien abrigado, no dudó en subirse rápida y hábilmente, y se agarró fuerte a mi cintura.
Cuando al acabar el paseo estaba poniendo los candados en el garaje, me ha dicho "han sido los mejores cinco minutos de mi vida". Yo le he sonreído y le he recordado que eso ya me lo ha dicho otras veces, como cuando dimos un paseo en catamarán este verano y nos bañamos en alta mar (a doscientos metros de la orilla), o cuando le llevé al karting, o cuando montó a caballo por primera vez, o...
Le miro y me veo a su misma edad, porque somos muy parecidos físicamente, y nos emocionamos mucho con esas pequeñas cosas de la vida.
Bravo Pepe. Sigue emocionándote. Pero nunca dejes de ser niño. Como yo.