Está escaneado de la revista (lo siento, no existe versión on-line), y al final pongo una traducción (realizada por mí, perdonen las posibles incongruencias, pero es que aparecen algunos término médicos) para el que no domine la lengua de shakespeare.
A pesar de lo que tus profesores puedan haberte dicho en la
escuela, estarás brillando de orgullo por el increíble cerebro que tienes
después de leer esta aportación.
¿Puedes cometear? Entonces tienes un cerebro bastante
asombroso.
La mayoría de nosotros recordamos la primera vez que
montamos en bici. Es un momento maravilloso en el que nos damos cuenta de
nuestro potencial, de pasar de ser un niño pequeño a un niño grande. Una serie
de estimulantes logros siguen: quitar los ruedines, ir en bici a la escuela, y
lo más importante y grande, los primeros viajes serios sin los padres. La
libertad abundaba, y por primera vez podías ir a sitios lejos si querías…
Recuerdo transportarme atrás en el tiempo a estas
sensaciones cuando por fin conseguí la habilidad de navegar con una cometa
ciñendo. Todo tipo de nuevas expectativas se abrían ante mí. Se fueron, por
fin, los días de derivar a lo bestia y volver por la orilla caminando en el
paseo de la vergüenza.
Podía atravesar el rompeolas y verme liberado de paddle
surfers y el resto de cometeros que acolapsaban la orilla…, me sentía como
cuando llevaba mi bici de una sola velocidad por mi barrio de pequeño.
De lo que la mayoría de nosotros no nos damos cuenta es lo
complicado que resulta montar en bici. Es tan complejo, de hecho, que nos
neurocientíficos están empezando a investigar cómo demonios nos las apañamos
para propulsarnos a nosotros mismos, bombeando los músculos de nuestras piernas
mientras guardamos el equilibrio sobre dos delgadas ruedas, evitando objetos
que vuelan hacia nosotros y manejando la dirección en dos planos diferentes
inclinándonos, mientras miramos todo a nuestro alrededor. Todo ello revela un
montón sobre nuestros cerebros.
Investigadores de la Universidad de Radboud, en Holanda,
recientemente publicaron un extraordinario estudio. Examinaron a pacientes
afectados por el desorden neurológico de la enfermedad de Parkinson. Gente que
sufre los típicos y notorios temblores de esta dolencia, que también afecta a
la coordinación general, a la habilidad del equilibrio y el control de los
miembros. En casos severos deja a las personas inhábiles para caminar o llevar
a cabo funciones básicas.
Asombrosamente, estos investigadores descubrieron que
pacientes que prácticamente no podían apenas caminar, podían montar en bici sin
problemas (no obstante, no tengo ni idea de quién fue el primero que sugirió
poner a un paciente sobre una bici, o como convencieron al mismo).
Su trabajo ha sido colgado en YouTube en este video que
pongo a continuación, que muestra a un hombre de 58 años que necesita ayuda
visual para caminar, y sólo puede dar unos cuantos pasos dubitativos antes de
necesitar una silla de ruedas porque se cae. En la segunda parte del video, se
muestra al mismo paciente montando en bici competentemente, sin rastro de sus
síntomas habituales. Una vez que desmonta, no puede caminar:
Los neuro-mecanismos de cómo esto ocurre no son bien
comprendidos, pero las pruebas son irrefutables. El conocimiento obtenido puede
dirigirse a nuevas formas de terapia para gente con Parkinson y, en general,
para aquellos con desórdenes de movimiento, equilibrio y coordinación. Ya se
está utilizando para distinguir gente con un raro tipo de Parkinson que no
pueden montar en bici cuando ya tienen la enfermedad. En un futuro cercano,
también se dirigirá a entrenamientos avanzados para deportistas.
De todos modos, esto no responde a cómo un hombre que está
básicamente amarrado a una silla de ruedas puede montar en bicicleta. Tampoco
explica cómo una persona “normal” es capaz de lidiar con la tormenta sensorial
de montar en bici y, más importante aún, no puede explicar cómo alguien es capa
de vérselas con la complejidad del kitesurfing. Lo que los investigadores han
descubierto es que montar en bici es mucho más complicado que conducir un coche
o volar un avión. Hay más procesos físicos y neurológicos funcionando, y mayores
demandas.
Todo movimiento es controlado por el cerebro. Información
sensorial es enviada desde los miembros a través de los nervios que terminan en
el cerebro, y señales de control son enviadas de vuelta mediante diferentes
nervios, desde el cerebro, para controlar el movimiento de los músculos. La
información visual es procesada a la velocidad de la luz para navegar nuestro
camino alrededor del mundo. La información vestibular nos da un sentido del
equilibrio y la propulsión. La propiocepción nos dice dónde está nuestro cuerpo
en el espacio. Y todos estos millones de mensajes van volando hacia delante y
hacia atrás en una retroalimentación continua que afecta y cambia lo que las
diferentes señales significan en los diferentes estados. En resumen, es caótico
(en sentido técnico).
Los investigadores se asombran de que una bicicleta pueda
ser llevada sin manos y controlada con la memoria del cuerpo (este es un
proceso por el cual el constante ciclo de retroalimentación de los miembros al
cerebro es automatizado, de manera que el cerebro puede ser consciente de otras
cosas. Los neurocientíficos han intentado modelar la forma en que montamos en
bici del mismo modo que modelan el conducir un coche o pilotar un avión. Aparece
como algo asombrosamente complejo. Imaginen pilotar un avión del modo en que
uno controla una bici. Parece que montar en bici no es tan fácil después de
todo.
Lo que yo pienso que es la leche es el kitesurfing. Hay muchas
diferentes etapas en el cometeo que necesitan ser automatizadas por el cerebro
para progresar al siguiente nivel. Discutiría que el primer paso es controlar
la tabla (aunque pienso que es aprendido en segundo lugar). Imagina que tienes
una tracción constante, algo así como el wakeboarding (que no tuvieras que
preocuparte por la cometa). Eso es más o menos la dificultad de montar en bici
sin manos. Conduces inclinándote, tienes que “sentir” el agua. De modo que sólo
con la tabla, ya tenemos la complejidad con la que los investigadores se
asombran.
La segunda etapa es que tienes que aprender a volar una cometa
y manejar su poder a un grado en el que puedas traccionar. Ya sabemos de qué va
eso. No es difícil cuando estás de pie en la playa con un viento suave y
constante…
La etapa tercera del entrenamiento del cerebro es volar la
cometa en el agua con tracción constante en un entorno de condiciones variables,
mientras también controlas/montas la tabla. Aquí es cuando se deriva mucho,
primeramente porque no se han automatizado los conocimientos previos. Tienes
que prestar atención constantemente a la cometa y, cuando haces eso, te olvidas
de la tabla y la cruzas, o cambias la atención y miras abajo a la tabla y de
repente la cometa se estrella en el agua. Una vez que has automatizado ambos
procedimientos (una vez que el cuerpo y el cerebro interactúan sin problema y
sin prestar una atención “consciente”), ¡ya estás navegando! Ahora puedes
prestar atención al viento y soltar una mano para saludar a otros kiters cuando
se cruzan contigo. La cuestión es ¿cuánto más de complejo es esto que montar
una bici?
El cuarto nivel es discutible, pero incluye navegar sin
mirar a la tabla o a la cometa (sólo mirando hacia donde vas), pero es
simplemente la automatización completa de todo lo que ha precedido. Pensad
acerca de lo que vuestro cerebro hace mientras eso ocurre: estás volando la
cometa por lo que tus manos sienten en la barra. Toda esa información llega a
través del tacto. Sientes presión en la mano izquierda (en un contexto ello
significa que el kite está volando arriba hacia las 12, en otro significa que cae
a plomo hacia el agua). La información va disparada hacia el cerebro, y tu
cerebro dispara comandos a los brazos que sutilmente, pero todavía a través de
la presión, rectifican la situación. Estás volando esta loca máquina de nylon
que es tu motor, recibiendo y enviando información en masa, y todo sin siquiera
mirar hacia ella. Es como si pilotáramos un helicóptero que nos arrastra por
control remoto con los ojos vendados.
Finalmente, podemos elevar todo esto a su máxima expresión
cuando lo hacemos en un entorno de olas de buen tamaño. Recuerdo perfectamente
la primera vez que hice kite en el surf. Tenía bastante automatizado todo, pero
el reto que suponía un terreno que se elevaba constantemente produjo en mí una
regresión. Necesitaba concentrarme en todo de nuevo. Ya no confiaba sobre dónde
estaba la cometa, dónde iba la tabla, ni si iba a ser golpeado por la próxima
ola a la que no tuviera tiempo de mirar. Nunca me había concentrado tanto y por
tanto tiempo en algo en mi vida. Cuando salí del agua estaba mentalmente
exhausto, pero había sido DIVERTIDO. Al final, estos procesos también fueron
automatizados.
El caso es que aunque los neurocientíficos no puedan
explicarlos, puedes estar seguro de que la próxima vez que tengas una sesión,
tu cerebro está haciendo cosas verdaderamente milagrosas.
El kitesurf, paradójicamente, es un simple placer, que
implica algunos de los más complicados procesos neurales de los que tu cerebro
es capaz. En este sentido, es tan “fácil” como llevar una bici…
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