Otras veces, hay que recurrir a un producto elaborado, pero no se debe perder de vista el fin, porque el fin lo es todo. El fin determina el qué, aunque no el cómo. No debe alejarse demasiado el cómo del qué, debe ir entrelazado, formar un todo, una unión íntima que casi no permita la separación, la distinción.
En ocasiones, lo simple no es suficiente, y hay que aplicarse en cuestiones complejas. Pero nunca olvidar los principios más elementales de la estética áurea:
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