copy/paste de El Mundo, edición digital, de hoy:
El hombre taciturno que a la fecha ejerce como presidente ejecutivo de YPF, no es la persona rebosante de optimismo que en mayo del 2012 tomó posesión de su cargo. Miguel Galuccio llegó a la compañía con el propósito de transformarla en una formidable palanca, para que Argentina alcanzara la "soberanía energética".
En conversaciones privadas que han trascendido a la prensa (que tal vez él mismo ha hecho trascender), el ingeniero de 45 años confiesa que una de sus ocupaciones en estos días consiste en transmitir malas noticias a Cristina Kirchner. Y que de sólo verlo, la presidenta se pone de mal humor.
En la Casa Rosada ya todo está listo para el acto que tendrá lugar este martes al cumplirse un año desde que la jefa del gobierno envió al Congreso su proyecto de ley para expropiar el 51% de las acciones de YPF, que estaban en manos de la española Repsol.
El dramático anuncio que hizo Cristina el 16 de abril del 2012, fue el corolario de una campaña de acoso que comenzó en noviembre del 2011, cuando por primera vez acusó a la empresa que dirigía Antonio Brufau, de conducir "una política de vaciamiento, de no producción, de no exploración", convirtiendo a un país que se autoabastecía con holgura –e incluso exportaba excedentes- en una nación forzada a importar gas y petróleo.
Los testimonios que han ido surgiendo del epicentro de la toma de decisiones, certifican que Cristina Kirchner no pretendía llegar tan lejos. Que fue Axel Kicillof, vice-ministro de Economía y su gurú personal, el que la convenció de que YPF tendría un futuro brillante sin el lastre de Repsol. Las enormes napas de crudo y gas que se habían detectado en Vaca Muerta, un mega-yacimiento al sur del país, resarcirían con creces, las pérdidas ocasionadas por "la insaciable codicia de los españoles" desde que tomaron el control de la petrolera en 1998.
La primera tarea que se impuso Miguel Galuccio, desde su despacho en la Torre YPF, fue la de convencer a las grandes empresas del sector de invertir sus caudales en la explotación de aquel yacimiento virgen. Hasta la fecha, ninguna de las compañías ha invertido un solo dólar en Vaca Muerta por no correr la misma suerte que Repsol.
Las ilusiones que sembró en Cristina se disuelven bajo el corrosivo ácido de la realidad. Pero el que debe dar la cara no es Kicillof, el joven patilludo que sedujo a la presidenta con sus teorías keynesianas-marxistas, sino Galuccio, el profesional que abandonó una brillante carrera en el sector privado para tomar el timón de una nave que hace agua por todos los costados.
"YPF ni siquiera ha cumplido con los planes que se propuso para los 100 primeros días de su nueva gestión como empresa estatizada. En el 2012 Argentina tuvo que importar combustibles por un valor de 12.000 millones de dólares. Este año las compras en el exterior sobrepasarían los 15.000 millones de dólares y nada indica que la situación se vaya a revertir", sostiene Sebastián Scheimberg, de la fundación Pensar. Cabe destacar que el experto en hidrocarburos hizo la estimación antes del incendio que destruyó parcialmente la refinería de Ensenada, la mayor del país. A causa del siniestro, YPF deberá invertir entre 600 y 800 millones de dólares adicionales, para que no falten combustibles refinados en el mercado local.
Pese a los nubarrones que gravitan sobre el sector energético, el gobierno se empecina en adoptar medidas populistas, a contramano del razonamiento más elemental.
El jueves pasado, Guillermo Moreno, ministro de Comercio Interior, decretó el congelamiento del precio de las naftas por tres meses. Ninguna de las petroleras que operan en el país acató las órdenes del sheriff de la economía. Por el contrario, al día siguiente YPF aumentó el precio de sus productos en un 7% y Esso el de los suyos en más de un 9%. Si Moreno no tomó represalias es porque las compañías le hicieron un gran favor al desactivar la bomba de tiempo que él mismo armó al pretender que los precios se mantengan estáticos cuando la cotización del dólar no para de subir.
Joaquín Riberalta, un ex asesor en materia de hidrocarburos del Ministerio de Economía, dijo a ELMUNDO.es que ningún inversor en su sano juicio, querría asociarse a Argentina sin antes observar un cambio radical en la conducta de quienes la gobiernan.
"La imagen que proyecta Cristina Kirchner es la de alguien que le tiene alergia a las inversiones privadas. No parece que haya tomado consciencia de que este país va camino de una catástrofe energética", sentencia Riberalta.