¿Por qué? ¿De qué depende? Acaso fuera sencillamente química orgánica, no lo sé, recibí una somera educación en letras.
Hormonas, proteinas, vitaminas, aminoácidos. Y pasamos a la compleja psique, esa olvidada, esa poderosa arma. Ahora arriba, luego abajo, sin motivo aparente.
Y ahora, escuchando música por mis auriculares mientras paseo por aquí y por allá en la cada vez más escueta red de anchura mundial, por no ser distraído con una tonta peli en la caja ídem, de repente he sido alcanzado, inadvertidamente, suddenly, por un tremendo ánimo, un casi irrefrenable poder, una atroz sensación de querer subir un puerto de montaña con la flaca.
Hace un mes que no la toco. A la flaca, digo.
No se puede enfadar, es un simple objeto inanimado, no soy de esos que otorga a las cosas y objetos de la más variada índole características propias de los seres humanos, eso es una estupidez.
A pesar de todo, y posiblemente ninguno de los que lea esto que ahora escribo me crea, soy un total desapegado. Lo material es para mí un medio, nunca un fin.
Una pena que sea noche cerrada, haya mucha humedad y algo de fresco, y tenga un resfriado latente del que no soy capaz de deshacerme, pertinaz como la crisis. Un paseo nocturno es algo bello, deseable, reconfortante, y normalmente incomprensible para los demás. Pues mejor.
Y es que debo ser un outsider, un crossover, como el oso de Muchachada Nui.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comente, quédese a gusto, pero si firma como anónimo nadie lo verá.