miércoles, 4 de abril de 2012

La liberación

Pepe quería un animalito. Le encantan. Los ama, pero realmente no lo sabe. Pepe, como todos los niños, ama a la vida, y como todos los niños, es inocente, es feliz en su inconsciencia.
No me gusta enseñarle a ver las verdades de la vida, creo que es algo que tiene que descubrir él solo, ir abriendo los ojos poco a poco, toparse con la crudeza, con la realidad.

Tal era su afán y su insistencia, que un amigo le regaló uno de sus doce o trece jilgueros. Se trata de un jilguero del paso, o sea, cazado cuando era libre y volaba de Marruecos hacia alguna parte, o bien en su vuelta desde la península a Africa. Sea como fuere, no nació en cautividad, y descubrió, de repente, que vivía en una angosta jaulilla, junto a otras angostas jaulillas que albergaban a sus semajantes, algún canario, puede que uno o dos gorriones...
En fin, una pena, la verdad. Yo no quise verlo.
Resumiendo, que le hablé a Pepe sobre la libertad, la naturaleza, y la felicidad de los pájaros y del resto de los animales que viven a su aire. "Pero si él es feliz, papá, ¿no oyes cómo canta?". Canta porque es su manera de expresarse, hijo, no sabe hacer otra cosa, sólo cantar y volar, comer y cagar, y aparearse cuando le llegue el momento, le contestaba yo.
A ver, yo no es que le diera el coñazo, pero de vez en cuando le sacaba el tema. Y él iba pensando un poco, con esos ojillos brillantes que tiene.
Y al fin, un día va y me dice que sí, que lo quiere soltar. Como le conozco, esperé unos días más, y por fin nos fuimos al campo, un pinar donde se oye a los jilgueros cantar a su aire. Y ocurrió:

2 comentarios:

  1. Que guay Peter!
    Seguro que este día lo recordará siempre!

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  2. Sabía que le iba a gustar a Vd., señor acupuntor.

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