miércoles, 4 de enero de 2012

Tirando muros, destruyendo conceptos

Ayer casi vomité.
Salí a desayunar a mi hora habitual como buen animal de costumbres. Tuve suerte y pillé algo de prensa, un periodiquillo de tintes izquierdistas. No es que yo comulgue con eso, no se equivoquen, como tampoco me alineo en el otro extremo. Prefiero mantenerme un poco aparte de lo que nos quieren vender todos estos como supuestas ideologías o sistemas de ver la sociedad.
Al caso. Masticaba yo felizmente mi tostada de chapata con aceite y una pizca de sal, uno de los mejores momentos del día, que disfruto en soledad, cuando en primera plana y a todo color me encuentro con:

Nno no no nonononono no no no, y mil veces no.
Aparten sus ojos del affaire Urdangarín. Vayan a lo foto grande y al recuadro con fondo azul de la izquierda. Ostia puta, joder. Lo que tiene uno que leer. ¡Qué lejos quedan aquellas enseñanzas de ese iluminado, ese ídolo de masas! Idolo de boquilla, claro, porque en la vida real, en la crudeza diaria, nadie le ha hecho caso, ni se lo hace, ni se lo hará: ¿qué hay de "lo que haga tu mano derecha que no se entere la izquierda"? ¿Eso es caridad, o es vanagloria? Apuntarse medallitas, por favor, es una de las peores cosas, de lo más rastrero, más vil, que puede hacer un buen hombre. ¿No hay, pues, buenos hombres en ese periódico? Claramente no.
En primera plana y a todo color, que se vea bien lo buenos que somos. Ahí, ahí.
Me cago en la caridad. Sí. Menudo invento. A menudo disfrazada con el término "solidaridad", con el que se le viene confundiendo en los últimos años dada la ignorancia e incultura de TODOS, desde el que lo practica hasta el que informa de ello, desde el que lo promueve hasta el que se beneficia, desde el que tiene la idea hasta el que se deja arrastrar sin saber muy bien porqué.
Porque la solidaridad es una cosa -véase el diccionario si tiene usted duda-, y la caridad otra bien distinta.
Y yo, perdónenme si ofendeo a alguien, aunque pensándolo bien no creo que tenga que pedir perdón a nadie por decir lo que digo, y lo que digo es que la caridad no es buena. ¿Saben lo que es bueno? Bueno es el trabajo, el esfuerzo, la recompensa por la obra realizada. Bueno es el coraje, reventarte a trabajar, medrar, avanzar, seguir, vivir. Es bueno y cojonudo.
Malo es beneficiarse del esfuerzo ajeno, tomar lo que no te pertenece, aprovecharse de lo que hacen los demás sin dar nada a cambio. Eso es malo y pernicioso, y lleva a la ruina y al desastre.
Y algunos, llevados por la conciencia, equivocadamente, quieren acallar su culpabilidad dando el fruto de su trabajo y su esfuerzo al que no hace por labrarse un camino vital. ¿Culpable por qué? No entiendo porqué hay que sentirse culpable de tener por haber trabajado y haberlo ganado.
Ah, no, espera, que nos regimos entonces por el criterio de la necesidad... hay que dar al que lo necesita, lo merezca o no lo merezca, sin preguntarse cómo ni porqué ha llegado a ese estado de necesidad o si ha puesto algo de su parte para salir de dicho estado.


No me echen mucha cuenta, estoy un poco harto de los arrebatos solidarios, uy perdón, caritativos que tienen lugar sólo en estas fechas, como si el resto del año no hiciera falta. Precisamente yo escupo hacia arriba sabiendo que bajo mi techo comparte cama conmigo una persona entregada casi en cuerpo y alma a la obra caritativa. Muy fuerte, tío, muy fuerte lo tuyo. Pues sí, muy fuerte, y con dos huevos.
Y no lo olviden nunca: la caridad bien entendida comienza por uno mismo.

Pues eso.

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