martes, 10 de enero de 2012

Singletrack... fury?

Siguiendo en mi línea de comentar mis salidas en velocípedo, no podía dejar pasar la ocasión de hablar de la de ayer.
Un lunes no es el día más típico para montar en bici por el campo, lo sé, pero mis circunstancias laborales están en un momento convulso y me veo obligado a aprovechar cada ocasión que tengo, por miedo a no saber cuándo podré hacerlo de nuevo.
Así, después de reposar brevemente el frugal almuerzo, tomé la Gary Fisher -me cuesta llamarla Trek- y me dirigí por el anodino y vulgar y aburrido y atroz y sucio y pernicioso y lamentable carril bici hacia Aljaraque, donde me encontraría con Pedrito, quien ansiosamente esperaba con su nueva montura.
A pesar de haber caído, bien por ignorancia, bien por no poder controlar esas cuestiones, bien por simple desidia, a pesar de haber caído en las manos de Orbea, fabricante que no goza de mi simpatía por su colaboracionismo reconocido con la "causa del MLNV" -no pienso ni comentar esto-, la burra no está nada mal para empezar a hacer kilómetros campo a través.
Haciendo frente a un ligero viento en contra, llegué al punto de encuentro y seguimos hasta adentrarnos en la masa forestal repleta de pinos y bosque mediterraneo que puebla la zona. No quise provocar otro desastre como el del pasado día 30 de Diciembre, de modo que guié nuestros pasos por unos senderos fáciles pero molones, con algún singletrack curioso. A Pedrito le encantó aquello, y pude comprobar como su sonrisa afloraba cada dos por tres.

Ajustándose la mochililla en el único receso que hicimos para hacer un par de pictografías positivadas electrónicamente.
Cuanto más la uso, más molable es la 29r.
A la vuelta, la intención de mi fiel padawán era acompañarme un poco, pero un oportuno pinchazo a cien metros de su casa lo impidió y puso punto final a su periplo. Da igual, fuerza y honor, no rendirse.
El carril me lo zampé en quince minutos, con una brisilla muy leve a favor -por fin-, y a la llegada hice los oportunos estiramientos que me sentaron bien. Siempre reconforta lanzar los brazos al cielo mientras inspiras fuertemente, y doblar articulaciones sintiendo cómo los músculos están ahí y responden con sensaciones placenteras a este ejercicio final. Recomendable siempre.

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