Es ley de vida, y lo compruebo a diario.
Hoy he finiquitado "Los Vagaundos del Dharma" -Dharma Bums en el original inglés-, de Jack Kerouac. Un libro que, como otros del mismo autor que ya leí hace unos veinte años, me ha entusiasmado, me ha mantenido vivo, incluso alegre. Porque es un libro que trata de eso, de la vida, de la alegría, de la búsqueda de la felicidad, de filosofía oriental, de viajes, de fiesta.
Este es J.Kerouac, un tipo atractivo, sin duda. |
No obstante, le llegó el turno a un tocho que me regaló mi suegra en Navidad, por mi cumpleaños. Y cada vez que lo veo estoy más convencido de que la madre del limitador me odia.
Ya leí en su día "Los pilares de la Tierra", y posteriormente engullí casi del tirón "Un Mundo sin fin". Sí, ya sé que leer a Follet es casi vulgar, es como caer en la red del mainstream, del marquetin, de lo obvio. Pero es indudable que la novela histórica tiene cierto interés, y el tipo no escribe mal del todo. A ver, que ya sé que no es Cervantes, García Márquez, ni si quiera Kerouac, pero se puede leer.
De modo que me propongo la árdua empresa de acometer la lectura de "La caída de los gigantes", que es el típico libro que utilizaría un profesor de mediados del siglo pasado para castigar a un niño con los brazos en cruz.
Estoy, a priori, acojonado y desanimado, porque arroja la cifra de 1.016 páginas, con la letra pequeñita. Para más inri, la acción se desarrolla a primeros del siglo XX, en pleno desarrollo industrial de los Iuesei.
Como últimamente se ha despertado en mí un cierto interés por esa centuria, espero que el tocho aporte un poco de luz y me ilumine sobre la Primera Gran Guerra, la crisis del 29, el resurgimiento, y todo lo que vino después. No sé hasta que punto histórico llegará la obra, que trata esos momentos desde el punto de vista de cinco familias de diferente posición social y laboral, cuyas aventuras y desventuras se cruzarán una y otra vez como es costumbre del autor.