Cuando uno ya se iba acostumbrando a su nuevo status físico/psíquico, a su devenir en el largo camino de la recuperación fractural -sí, me lo acabo de inventar-, resulta que acontece una exudación purulenta en una de mis heridas quirúrjicas: la "rajita" de unos diez centímetros que me cortaron en mitad del muslo para abrir el foco, esto es, para tener una "ventana" por la que se accedió físicamente al hueso destrozado para su reducción y control mediante un clavo de 34 centímetros que ahora ocupa, intramedularmente, mi fémur izquierdo.
Dicha rajita fue suturada internamente con puntos de hilo quirúrjico, sí, de ese que se supone que se reabsorbe o desaparece como por arte de birlibirloque; y externamente con una grapadora que me dejó una bonita línea metálica en la epidermis...
Hace semanas que me fueron extráidas las grapas -con un quitagrapas, claro-, por una enfermera, y desde entonces, y hasta el total cerramiento absoluto de los puntos y la curación sana de la herida, se han venido practicando varias curas consistentes en desinfección y limpieza fundamentalmente.
Todo parecía ir bien, y súbitamente fue descubierto un agujerito pequeñín, en el extremo inferior de la raja, del que salía algo de liquidito de color claro, aunque de textura acuosa. Pero con el paso de los días, ello se convirtió en más y más desagradable, llegando a convertirse en el pus más desagradable. ¡Qué horror!
Me acerqué, o en realidad me acercaron, a la clínica San Agustín, cercana a la casa de mis padres donde estaba pasando unos días, y la enfermera, nada más verlo, hizo unos comentarios que me pusieron el cuerpo malo, malísimo: salieron unos hilillos de las suturas interiores, y los puntos que supuraban ya eran tres, y no uno solo. "Uy, esto puede ser rechazo de los puntos, o el principio del rechazo del clavo que te han puesto, o incluso una infección del hueso". Toma ya. "Lo mejor es que lo vea el cirujano que te operó". Y casi me dio la risa, ver al cirujano que operó... El doctor de guardia me recetó antibiótico cada ocho horas, y a huir.
Llamé por el celular al doctor Pablo, amigo y vecino de mi hermana, y a la sazón miembro del HUVR, que me estuvo visitando durante mi estancia en la 320, y me dijo que, bueno, este era uno de los escollos posibles que me podía encontrar durante mi curación, que no me desanimara, que esto iba a ser muy largo, y no siempre de color de rosa. Que seguramente no sería nada, pero, "vete inmediatamente a urgencias del hospital y que lo vea el traumatólogo de guardía, pero ya". De modo que les ahorraré la descripción de las casi cinco horas de espera, peregrinaje, incomodidad, etc, que sufrí hasta que fui recibido por doña Macarena López, la cirujana de guardia, que en cuanto vio el pastel me dijo: "has tenido mucha suerte, me llaman la Doctora Pus". Está especializada en infecciones óseas, y rápidamente me tumbó en una camilla, me puso un trapito verde sobre la pierna, se colocó los guantes, y un enfermero le preparó unos diez kilos de instrumental quirúrjico esterilizado, que comprendía un montó de escalpelos, pinzas, ganchos, jeringas y tal. Me entró hasta dolor de barriga, pero la cosa no fue para tanto: una punción profunda para tomar muestras para un cultivo, y a continuación, con un bisturí me abrió toda la herida, y luego me preguntó "te pongo anestesia?". Le dije que no, que empezara a frotar y que si era insoportable ya veríamos lo que hacíamos. De modo que me la cepilló -la herida, coño- a lo bestia para limpiar todo bien limpito. Cuando miré el charco de sangre en que se había convertido mi herida, y le dije que no me había dolido nada, ella me contestó, simplemente, "mejor, nos hemos ahorrado la anestesia, ojalá todos fueran como usted". Yo no tengo nigún mérito, es que tengo esa zona insensibilizada por el accidente.
Vamos, en resumen, que me hizo un buen fregao, y desde entonces la cosa va bastante bien.
Como punto positivo me han adelantado la cita del 27 de Junio al 9 de Mayo, para que el doctor Belascoain vea los resultados del cultivo y me diga lo que sea.
Como no tengo photo de la herida abierta en plena efervescencia, ni tampoco de la joven y divertida doctora pus, les dejo esta que es la vista desde el salón de casa de mis padres:
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